Una de las grandes luchas del siglo XX estalló hace 84 años, cuando el general Francisco Franco dio un golpe militar en España, provocando una resistencia que rápidamente se convirtió en revolución.

La democracia sólo había existido en España durante cinco años y Franco esperaba una victoria rápida. Pero no había contado con el movimiento revolucionario que desencadenó su golpe.

En 1936 la sociedad española era frágil. La monarquía se había derrumbado unos años antes y se estableció una República en 1931. Las luchas estallaron cuando la República comenzó a incumplir las promesas de reforma agraria y de mejorar el nivel de vida.

Un levantamiento anarquista en Barcelona en enero de 1933 fue brutalmente aplastado. Se convocó una huelga general en 1934, pero solo arraigó en Asturias. Allí, los mineros armados lucharon contra las fuerzas de seguridad, lideradas por Franco, durante dos semanas antes de ser derrotados. Unos 3.000 mineros fueron asesinados, 10.000 heridos y 40.000 trabajadores encarcelados.

Las alianzas de trabajadores surgieron por todo el país, pero políticos reformistas las hicieron  descarrilar.

Dos partidos republicanos procapitalistas, el Partido Comunista, el Partido Socialista, la federación sindical UGT y otros grupos acordaron un pacto electoral. Este “Frente Popular” ignoró las diferencias políticas y de clase para tratar de lograr la unidad. En la práctica, subordinaba la izquierda a la derecha. Sin embargo, los líderes anarquistas de la CNT aprobaron el pacto y el partido de extrema izquierda, el POUM lo selló.

El Frente Popular fue elegido en febrero de 1936. La desconfianza de los trabajadores hacia las promesas del gobierno hizo que comenzaran a ponerlas en práctica ellos mismos. En cuestión de días, los trabajadores en València derribaron las puertas de las cárceles. Los campesinos comenzaron a ocupar la tierra. En abril, las huelgas se habían extendido por todo el país.

La extrema derecha también estaba en movimiento. El día de las elecciones, Franco y otros dijeron que no se debería permitir que el nuevo gobierno asumiera el cargo. Las clases altas y medias estaban horrorizadas por los ataques y se sentían amenazadas. Los fascistas comenzaron una campaña de violencia contra el gobierno y la izquierda. El gobierno ignoró los ataques de la derecha y tomó medidas drásticas contra los trabajadores.

En julio de 1936, Franco comenzó el levantamiento fascista. En ese momento estaba al mando del ejército español en Marruecos. Aviones militares alemanes e italianos llevaron sus tropas a España.

Disparos

En Sevilla y Zaragoza, miles de trabajadores fueron detenidos. Muchos fueron fusilados. Toda la provincia de Navarra estaba ya en manos fascistas en las 24 horas posteriores al golpe.

Pero el antifascismo combativo generalizado, particularmente en las zonas de clase trabajadora, bloqueó a Franco. El gobierno desanimó esta resistencia. Inicialmente se negó a distribuir armas a los trabajadores. En cambio, pidió que la gente confiara en el ejército, a pesar del hecho de que grandes secciones de éste ya se habían ido con Franco.

Los trabajadores y los campesinos tomaron la situación en sus propias manos. En todas partes los fascistas encontraron resistencia. En la mayoría de las ciudades importantes, y en muchas áreas del campo, el golpe se contuvo.

El grueso de la clase obrera organizada se estableció firmemente en Barcelona, ​donde la lucha contra el golpe se convirtió rápidamente en una revolución. Las unidades armadas de la CNT, la federación de grupos anarquistas de la FAI y el POUM entraron inmediatamente en acción. Se construyeron barricadas y se saquearon tiendas de armas.

Un trabajador recordaba que “los militantes se apoderaron de todo lo que pudieron encontrar, desde escopetas en las tiendas hasta dinamita en los muelles. Un grupo de trabajadores portuarios anarquistas huyó con todas las armas del puerto.”

Tan fuerte fue la respuesta que una sección de las fuerzas de seguridad se unió a ella. Como recordaba un trabajador, “Fue inolvidable. ¡La Guardia Civil del lado del pueblo! Sabíamos que ahora debíamos ganar.”

Al día siguiente, el levantamiento franquista había sido derrotado en Catalunya.

En cuestión de horas, Companys, el presidente catalán, convocó a los líderes anarquistas y les dijo: “Hoy sois los dueños de la ciudad y de Catalunya”. “Todo está en vuestro poder; si no me necesitáis o no me queréis como presidente de Catalunya, decídmelo ahora.”

Los anarquistas no tomaron el poder. En cambio, se creó un comité central de la milicia para organizar las unidades armadas. Los trabajadores se hicieron cargo de fábricas, transporte, distribución de alimentos y hospitales. Todo el Estado estaba casi completamente bajo el control de los trabajadores.

El trabajador ferroviario Narciso Julian dijo: “Era increíble, era la prueba práctica de lo que uno conoce en teoría: el poder y la fuerza de las masas cuando se echan a la calle.”

“Por toda la ciudad aparecieron banderas de color rojo y negro, pañuelos del mismo color, pancartas, eslóganes. Casi nadie llevaba sombrero y corbata y la burguesía salió a la calle vestida con la ropa vieja. El mono era la prenda del día.”

Los trabajadores comenzaron a destruir los símbolos de la sociedad católica que los había oprimido. Las mujeres salieron a la palestra. En cuestión de semanas se legalizó el aborto y se publicó información sobre el control de la natalidad.

Le siguieron muchas otras áreas de España. Las milicias obreras reemplazaron a las fuerzas armadas y la policía. La revolución fue la manera de vencer a Franco.

El gobierno estaba en el poder, pero sus medios físicos para hacer cumplir ese poder habían desaparecido. Se vio obligado a gobernar conjuntamente con las organizaciones de trabajadores.

En Barcelona la revolución se estaba profundizando. Una fábrica tras otra fue tomada por los trabajadores. Los sindicatos manejaban industrias enteras. Y en Aragón, se crearon comités antifascistas en las aldeas, se destruyeron los derechos de propiedad y se expulsó a los grandes propietarios.

Pero las fuerzas de Franco se estaban acercando a la capital, Madrid. Era imperativo que se organizara alguna forma de centralización y disciplina; la pregunta era, ¿bajo el control de quién?

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Desarmar

En agosto, Companys se acercó a los líderes de la CNT y del POUM y sugirió la formación de un consejo. Trágicamente estuvieron de acuerdo, y se incorporaron al gobierno catalán. El mismo proceso estaba sucediendo en otros lugares. Los líderes de la CNT y del POUM ingresaron en los gobiernos regionales vascos y valencianos.

Los líderes anarquistas de la CNT creían que su control de las fábricas y las milicias significaba que el capitalismo había desaparecido. Los líderes del POUM siguieron una estrategia de no criticar a la CNT, creyendo que podrían ganarlos para enfrentarse el poder del Estado.

Sólo el establecimiento de un Estado obrero podría arrebatar el control de las viejas clases dominantes y transformar la sociedad.

Sin embargo, el primer acto del nuevo gobierno catalán fue disolver todos los comités revolucionarios. En cuestión de semanas se impuso un decreto de tierras que prohibió la división de propiedades que no pertenecieran a los fascistas. Aún más significativo fue un decreto que desarmó a los trabajadores. Ni los líderes de la CNT ni del POUM se opusieron a estas medidas.

El gobierno había confiado en que Gran Bretaña, Francia y Rusia acudieran en ayuda de España. Para asegurar esto, era necesario sofocar cualquier fervor revolucionario. Pero sólo Rusia envió ayuda, lentamente y a un coste muy alto.

Apoyar la revolución desde abajo en el extranjero no encajaba con los esfuerzos del dictador Stalin para apagar el recuerdo de la revolución bolchevique dentro de Rusia.

El gobierno republicano, en lugar de difundir la revolución, la detuvo para mantener la alianza del Frente Popular. Luego atacó a la izquierda.

Las tensiones llegaron a un punto crítico en Barcelona en mayo de 1937. Los guardias de asalto, una de las fuerzas policiales que existían antes de la revolución, fueron enviados a tomar el control de la central telefónica, controlada por la CNT. Los trabajadores respondieron con armas y barricadas. Estallaron huelgas por toda Barcelona. Se resistieron a la policía. Pero la revuelta fue aplastada.

Los estalinistas del Partido Comunista socavaron la revolución. Y las fuerzas a su izquierda no habían impulsado ni unificado los comités de trabajadores y las milicias, sino que se unieron a gobiernos cuyo objetivo era la destrucción del poder de los trabajadores.

El revolucionario ruso León Trotsky dijo: “El proletariado español fue víctima de una coalición compuesta por imperialistas, republicanos españoles, socialistas, anarquistas, estalinistas y, en el flanco izquierdo, el POUM”.

Franco tardó varios años más en derrotar finalmente la revolución. Pero el resultado fueron cuatro décadas de fascismo y la represión más terrible.

Entre julio de 1936 y mayo de 1937, la revolución en Catalunya podría haberse extendido por la España republicana y también por la España controlada por los fascistas. Hubiera sido la mejor manera de aplastar a Franco y de traer un cambio socialista.


Este artículo apareció primero en nuestra publicación hermana en Gran Bretaña, Socialist Worker.