Laura Miles

  • Opresión transexual y resistencia apareció en inglés como el artículo “Transgender oppression and resistance” publicado en International Socialism 141, invierno de 2014, Laura Miles es militante del Socialist Workers Party, organización hermana en Gran Bretaña de Marx21. Ahora jubilada, era profesora de formación profesional y formó parte de la dirección del sindicato UCU, de profesorado de la educación terciaria.
  • Texto original: http://isj.org.uk/transgender-oppression-and-resistance/
  • Publicado en castellano por info. Traducción de Anna Maria Garriga Tarré. Se publica aquí con algunas correcciones menores.


Terminología
El alcance de la diversidad de género
Transexualidad, condiciones intersexuales y orientación sexual
La identidad de género y la orientación sexual
Cuestiones médicas
La construcción social del género
Comunidades transexuales
Transfobia
Modelos tempranos de conducta trans
El marxismo y la opresión
Las raíces de la opresión trans/a>
El capitalismo y la familia nuclear
La distinción entre identidad sexual y de género
La resistencia transexual
Fragmentación
La política de la identidad y la teoría “queer”
Interseccionalidad
El impulso hacia una mayor unidad en la acción
Notas
Bibliografía

En julio del 2013 Bradley Manning, el soldado estadounidense que pasó miles de documentos clasificados a Wikileaks, en protesta por las operaciones militares de EEUU en el Medio Oriente, fue condenado a 35 años en la prisión militar de Fort Leavenworth.[1] El día después de la sentencia, Manning causó sensación en los medios anunciando que había tenido problemas de identidad sexual desde la infancia y que a partir de ahora sería conocido como Chelsea Manning y que tenía la intención de cambiar de género.[2] Actualmente se enfrenta a años difíciles en una prisión militar de EEUU y a una larga lucha para acceder a la asistencia médica en una institución que no tiene ninguna obligación de proporcionarle la atención médica que una persona transexual puede necesitar.[3]

A principios del 2013 una maestra transexual Lucy Meadows, que estaba en el proceso de cambio de género, se suicidó después de ser ridiculizada en una columna del Daily Mail por Richard Littlejohn, quien se refirió en varias ocasiones a ella como “él” y sostuvo que “no sólo tenía un cuerpo equivocado… sino también un trabajo equivocado”.[4] En su investigación, el forense señaló la atención adversa de los medios como un factor que contribuyó a las presiones intolerables que había experimentado.

El 24 de agosto del 2013, el australiano Ámbar Maxwell, de 20 años de edad, activista transexual y socialista revolucionario, se quitó la vida tras años de opresión transfóbica,[5] ante la imposibilidad de obtener un empleo permanente o una vivienda estable. En encuestas australianas de personas LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales) se han encontrado índices de suicidio entre 3,5 y 14 veces mayores que en las de heterosexuales.[6] Un estudio realizado en EEUU por el National Gay and Lesbian Task Force encontró que el 41 por ciento de 6.450 personas trans encuestadas en 2010 habían intentado suicidarse, en comparación con el 1,6 por ciento de la población general de EEUU.[7]

La situación es igual de mala en el Reino Unido. Una encuesta de Press for Change del 2007 para la Equalities Review encontró que el 73 por ciento de las personas transexuales encuestadas habían sufrido acoso público, incluyendo la violencia: el 19 por ciento había pasado por la negativa de los médicos a ayudarles o a no querer dirigirlos a los servicios de cambio de sexo; a un 29 por ciento les había sido denegado tratamiento por los médicos o enfermeras que objetaban su transexualidad, y un asombroso 35 por ciento había intentado suicidarse por lo menos una vez.[8] Esto es el doble de la tasa registrada para otro grupo, con un grado similar de vulnerabilidad, que había sufrido abusos y traumas infantiles. Una encuesta del 2012 de la Scottish Transgender Alliance y la Sheffield Hallam University encontró que el 84 por ciento de las personas transexuales encuestadas había pensado en el suicidio, el 27 por ciento había pensado en ello durante la semana anterior a la encuesta, una de cada tres había intentado suicidarse, una de cada cuatro más de una vez.[9]

Estos estudios y ejemplos ilustran los altos niveles de transfobia institucional y social a los que se enfrentan habitualmente las personas transexuales. A pesar de la habilidad del capitalismo para dar cabida a algunos limitados derechos formales y legales con respecto a las personas transexuales, el alcance de estos derechos está muy por debajo de lo que los y las socialistas entendemos por liberación y, como todas las medidas de este tipo, desde el punto de vista de la clase dominante, no son derechos, sino concesiones que le gustaría eliminar.

La aproximación socialista a la cuestión de la lucha contra opresiones como la transfobia no es una cuestión abstracta. Es central en nuestra forma de trabajar con grupos e individuos oprimidos, como las personas transexuales y de cómo les persuadimos de que participen en la construcción de un movimiento masivo y unitario de la clase trabajadora para derrocar al capitalismo y crear una sociedad socialista.

Terminología

Mucha gente, inclusive de izquierda, puede no estar familiarizada con la terminología transexual y puede resultarle difícil entender los impulsos o deseos de los género- disconformes. Otros pueden tener dudas sobre cómo dirigirse a una persona trans sin ofenderla. Desde luego hay términos que resultan profundamente ofensivos: por ejemplo “she-male” o “he-male”, “travelo”, “género torcido”… Otros términos más aceptables, tales como “trans” y “transexual” deben, sin embargo, ser utilizados solo como adjetivos, no como substantivos: una persona es una persona trans, no “un trans” o un “transexual”. En general, hay que dirigirse a una persona trans con el pronombre, “él” o “ella”, aplicable a su presentación de género, y con su nombre elegido, nunca con su anterior nombre en caso de que se conozca. También es profundamente ofensivo para referirse a una persona trans utilizar su antiguo pronombre de género (él, ella), aunque la mayoría de las personas trans entienden las dificultades y deslices que ello puede ocasionar a quienes les han conocido en su género anterior. Si hay duda sobre el sexo de una persona o de cómo quieren que nos dirijamos a ellos, la mejor forma de resolver el problema es pedirles con delicadeza cómo quieren que lo hagamos.

Actualmente la mayoría de los sindicatos [británicos] tienen modelos de políticas de derechos trans en el lugar de trabajo, que dan todo tipo de orientaciones respecto a los temas trans, les proporcionan representación y demás. El Trades Union Congress, la principal central sindical, publica online las orientaciones de The Gender Trust[10] y varias organizaciones como Press for Change[11] tienen glosarios de términos, información y asesoramiento muy útiles.

La terminología transexual puede ser problemática, ya que, como el lenguaje en general, evoluciona continuamente. Surgen nuevos términos y otros cambian de significado. Por ejemplo, además del término transexual, recientemente ha entrado en uso “cisgénero” o “cis” para referirse a aquellas personas cuya identidad de género se corresponde con el sexo que se les ha asignado a su nacimiento. Cis se considera como el antónimo de trans. Algunas personas trans siguen utilizando el término directamente en lugar de cisgénero, o más frecuentemente utilizan “género-normativo.”

El término “transexual” era originariamente un término médico de diagnóstico, acuñado en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, que vino aplicándose a una persona que tenía un “Gender Identity Disorder” (GID) (trastorno de identidad sexual) definido en la biblia de los psiquiatras, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) de la Asociación Americana de Psiquiatría y que tiende a conservar este sentido médico más que el término “transgender” [En este artículo se ha traducido siempre el término “transgender” por “transexual”, de forma que no se diferencia un término del otro. N. de la trad.] La última edición del DSM (DSM-5, publicado en mayo de 2013) indica un cambio de pensamiento respecto a la identidad de género en tanto que el diagnóstico anticuado del GID ha sido sustituido por “disforia de género”, definido como una falta de correspondencia entre la identidad de género sentida interiormente por una persona y su sexo biológico.[12] El diagnóstico de disforia de género todavía se requiere como condición para acceder a la asistencia del NHS [el sistema público de salud] para la afirmación de sexo: lo que antes se llamaba cirugía de “cambio de sexo”.

Los términos “transexual” o “trans” son bastante amplios e incluyen a cualquiera que manifieste conductas o deseos relacionados con la disconformidad o diversidad sexual y que pueden, o no, desear realizar una transformación de género. Este grupo de personas podría incluir a los “drag queens”, disfrazados, “genderqueer” y otros. [“genderqueer”: Persona cuya identidad sexual no es ni hombre ni mujer, está entre o más allá de los géneros, o es una combinación de géneros. Esta identidad se relaciona generalmente, o es una reacción a, con la construcción social del género, los estereotipos sexuales y el sistema binario de género. Algunas personas genderqueer se identifican con los transexuales mientras que otras no. N. de la trad.] Los que realizan la transformación pueden ser “MTF” (hombre a mujer/masculino a femenina) o “FTM” (mujer a hombre/femenina a masculino).

Sin embargo, puede que algunas personas trans no quieran describirse a sí mismas con estos términos binarios y se describan a sí mismas como “genderqueer”,[13] o diversos, o simplemente como “queer”. Por otra parte, otras personas trans se resisten a usar el término “queer” debido a sus anteriores asociaciones con la homofobia y porque reconocen que no se cambia de mentalidad y de ideas cambiando las palabras. La mayoría de los sindicatos no incluyen “queer” en el título de sus órganos de igualdad.

Cuando se habla de transición de género los medios de comunicación suelen utilizar términos como “cambio de sexo” o “intercambio de sexo”, pero dichos términos son inexactos y sensacionalistas. Las personas trans han venido utilizando el término “cambio de sexo”, pero ahora la mayoría prefiere el término “afirmación de género”.

El alcance de la diversidad de género

En los últimos años un número creciente de personas trans han buscado apoyo. El número de niños y jóvenes que lo han hecho se ha incrementado de forma muy significativa. En 2012 hubo alrededor de 600 referencias en el Reino Unido, más del doble de los años anteriores.

Según una encuesta realizada por la Gender Identity Research and Education Society en 2009, hay alrededor de 1.500 a 1.600 nuevas referencias cada año en las clínicas para identidad de género en el Reino Unido y las cifras aumentan en un 15 por ciento anual.[14] Varios miles de personas trans (no todas las cuales han experimentado una cirugía de afirmación de género) se han aprovechado de la Ley de Reconocimiento de Género (2004), que concede a las personas transexuales ciertos derechos legales básicos y la oportunidad de obtener un Certificado de Reconocimiento de Género (en base al cumplimiento de determinados criterios) que tiene por objeto conferir una completa confidencialidad a la historia de género de una persona, así como el derecho a un nuevo certificado de nacimiento.

Si bien está claro que hay un menor número de personas trans que lesbianas, gay o bisexuales (LGB) hay no obstante muchos millones en todo el mundo y en las últimas décadas cada vez son más los que tratan de vivir sin esconderse. GIRES estima que hay alrededor de 500.000 personas trans en el Reino Unido suponiendo el mismo número de personas con asignación de hombre que de mujer en la población trans y utilizando una definición amplia que incluye a las personas transexuales, travestís habituales y ocasionales, personas género-disconformes, drag queens y drag kings. Esto sugiere alrededor de 600 personas por cada 100.000 de población: una proporción pequeña, pero un gran número en términos absolutos.

Contrariamente a la creencia popular, de ninguna manera todas las personas trans quieren apoyo médico para una transformación. Para muchas personas trans, la alteración de su cuerpo no forma parte de su expresión de género. Algunos desean quizás un tratamiento hormonal, pero no cirugía.

El espacio no nos permite un examen detallado de las causas o etiología de los deseos y comportamientos de algunas personas género-disconformes. Baste decir que se ha sugerido una mezcla heterogénea de la causalidad desde diversos campos, tales como falta de sensibilidad o hipersensibilidad a las hormonas prenatales, diversas anomalías genéticas, tener un cerebro “equivocado”, vínculos parentales incompletos, la no resolución de conflictos inconscientes padre/hijo (un favorito freudiano perenne), los efectos de los pesticidas, o, para quienes tienen inclinaciones religiosas o milenarias, una consecuencia de la extensión de la corrupción moral e incluso un signo de la inminencia del apocalipsis. Suponiendo que el apocalipsis no está a punto de ocurrir, este artículo se centrará en la política de opresión trans.

Transexualidad, condiciones intersexuales y orientación sexual

En la práctica, al nacer, los médicos y las enfermeras atribuyen el género en base a la apariencia de los genitales de un bebé en lugar de comprobar los cromosomas del niño para ver si son XX (femenino), XY (masculino) u otra cosa. Sin embargo, en el mundo natural, el humano inclusive, hay anomalías y excepciones al binario biológico, que se producen con más frecuencia de lo que generalmente se cree.[15] De hecho se puede nacer con una variedad de condiciones intersexuales. En el pasado, éstas han sido descritas a veces con el término inexacto, ofensivo y anticuado de “hermafrodita”. Este tipo de condiciones médicas pueden surgir debido a una insensibilidad hacia la hormona andrógena masculina, a una falta de correspondencia cromosómica o genética con el sexo físico aparente, o a otras condiciones biológicas.

Sin embargo, en la sociedad capitalista la profesión médica ha sido en general poco propensa a aceptar estas variaciones. Tradicionalmente los médicos han tratado de utilizar las técnicas sofisticadas de que disponen para intervenir quirúrgica u hormonalmente a fin de garantizar que estas personas se adapten mejor a una u otra categoría de género, sin que, casi nunca, la persona interesada pueda optar al respecto. Esto significa llevar a cabo procedimientos en los niños que son difíciles o imposibles de revertir. Lo que muchas personas y organizaciones intersexuales consideran injustificado e intrusivo en el mejor de los casos, y en el peor, una forma de mutilación genital.[16]

No obstante, ser trans no es lo mismo que tener una condición intersexual. Una persona trans es muy improbable que tenga manifestaciones biológicas tales como la falta de concordancia cromosómica o endocrina. En los últimos años algunos investigadores han afirmado que han encontrado diferencias estructurales entre los cerebros de hombres y mujeres transexuales.[17] Se afirma que se han encontrado pequeñas áreas del hipotálamo o de otras estructuras en el cerebro de las mujeres trans que tienen similitudes con los cerebros de las mujeres genéticas. Muchas personas trans encuentran muy atractiva esta posibilidad. Sin embargo, la evidencia de estas diferencias hombre/mujer es débil y controvertida.

Algunos estudios que afirman haber encontrado diferencias han utilizado muestras de cerebro post-mortem de transexuales. Pero en estos estudios promovidos por los neurólogos puede ser que se pase por alto el hecho de que el número de sujetos es pequeño y con frecuencia (MTF por lo general) habrán estado tomando una importante medicación a base de estrógenos durante muchos años. Otra crítica no menor a estas expediciones de pesca en el cerebro utilizando scanner fMRI (imaginería de resonancia magnética funcional) y PET (tomografía de emisión de positrones) es que nuestro comportamiento, personalidad y deseos no pueden medirse a partir de diferencias físicas en áreas localizadas del cerebro. La correlación entre diversos estimulantes y la actividad en áreas del cerebro no es lo mismo que causalidad. Lo que sabemos sobre el cerebro es que es muy complejo, integrado y en continuo cambio y adaptación.[18]

La identidad de género y la orientación sexual

Es esencial distinguir entre la orientación sexual (hacia quien nos sentimos atraídos sexualmente) y nuestra identidad de género. Son conceptual y prácticamente distintos. En el pasado muchos sexólogos, activistas y médicos eran propensos a fusionar la identidad de género y la orientación sexual. Pensemos en el tipo de insultos que implicaban que los hombres gais deben ser afeminados o que las lesbianas deben tener tendencias masculinas. Las personas trans pueden, por supuesto, ser gay, heterosexual, bisexual, asexual o pansexual.[19] Por el contrario, la homosexualidad o la bisexualidad no implican ninguna incongruencia entre el sexo biológico de una persona y su identidad de género. La mayoría de las personas gais parecen estar tan seguras de su identidad de género como lo están la mayoría de heterosexuales.

Sin embargo, la orientación sexual y la identidad de género se entrelazan. En primer lugar, algunas personas trans también son gais o bisexuales y estas cuestiones de orientación sexual y la homofobia asociada, interactúan con la identidad de género de la persona y la transfobia asociada.

En segundo lugar, la orientación sexual de una persona trans se considerará de forma distinta si pasa de un género a otro, suponiendo que su sexualidad no cambia en el proceso (que por lo general no ocurre). Alguien que era un hombre gay antes de la transición se convierte, a los ojos de la sociedad, en una mujer heterosexual. Una mujer anteriormente heterosexual (en términos de orientación sexual), genéticamente transexual que sigue sintiéndose atraída por los hombres, se convierte en un hombre gay en la transición. En este sentido, la sexualidad y el género, siendo conceptualmente distintos, no pueden distinguirse de forma clara y por separado en términos de las percepciones y reacciones sociales.

Así pues, la homofobia y la transfobia están co-relacionadas. El creciente reconocimiento de esta correlación es uno de los factores que justificaron el desarrollo de organizaciones y campañas colectivas a partir de los años 1990 bajo la sigla LGBT: lesbianas, gais, bisexuales y transexuales.[20]

Cuestiones médicas

Tener que lidiar con la clase médica ha sido y sigue siendo una fuente de tensión y dificultad para muchas personas trans. En el Reino Unido, para que una persona trans tenga alguna posibilidad de acceder a la asistencia del sistema público de salud, debe convencer a los psiquiatras y a la correspondiente clínica de identidad de género (de las que hay muy pocas) que tienen una condición médica llamada “disforia de género”. Las hormonas y la cirugía genital están nominalmente disponible en el NHS, pero para acceder a ellas se requiere un mínimo de dos años, durante los cuales se requiere a la persona que se someta a la “prueba de la vida real” y vivir en el rol, es decir, vestirse y vivir públicamente de forma adecuada a su género deseado. Esto puede llegar a ser muy difícil para la continuidad de cualquier empleo, vivienda o relaciones personales. La cirugía genital, las hormonas, los procedimientos cosméticos y la electrólisis para eliminar el vello no deseado, como el crecimiento de la barba en los hombres genéticos, son accesibles de forma privada si la persona trans tiene dinero. Pero el acceso es en gran medida una cuestión de clase. Muchos países aún tienen pocos o ningún servicio para las personas trans, y pocos ofrecen tratamiento como parte de la asistencia sanitaria financiada por el Estado.

Así pues, las personas trans que deseen una transición deben superar muchos obstáculos y pasar por numerosas ventanillas. El impacto de los recortes de fondos sobre las listas de espera, los servicios de ayuda telefónica, las organizaciones para las personas sin hogar, los grupos de apoyo a LGBT, la reducción del acceso a la educación debida a los recortes de la Educación Maintenance Allowance y la subida de los precios de matrícula, los recortes a la ayuda para vivienda, etc. hacen que la vida de muchas personas trans puede endurecerse aún más.

Sin embargo, ha habido mejoras. Desde hace unos cien años, hasta el último cuarto del siglo 20, en Occidente la clase médica consideró generalmente y erróneamente la diversidad de género como un aspecto de la homosexualidad,[21] que a su vez se caracterizaba, incluso en la izquierda, como algo genético, o como evidencia de un tercer sexo.

Uno de los inconvenientes previsibles de esto fue que muchos médicos y psiquiatras consideraban la manifestación de deseos o conductas trans como síntomas patológicos de una enfermedad mental, que debían ser internados en centros de salud mental y la aplicación de terapias de aversión mediante la utilización de descargas eléctricas o drogas de inducción a la náusea. Esto continuó hasta los años 1960 y 1970. La mayoría de las personas trans no tuvieron más remedio que mantenerse escondidas y tratar de suprimir su diversidad de género. Es desgarrador leer algunas de las desesperadas cartas que las personas trans escribieron a los médicos y científicos a lo largo de gran parte del siglo 20 pidiendo ayuda y asesoramiento, así como acceso a la cirugía de género, que simplemente no existía en la mayoría de los países por aquel entonces.[22]

Susan Stryker describe este período como un período en el que los primeros movimientos por los derechos de los homosexuales (y derechos de la mujer) fueron sofocados y tanto la homosexualidad como la diversidad de género pasaron a estar cada vez más medicalizadas, ser considerados como patológicas y legalmente proscritas.[23]

En Estados Unidos se aprobaron leyes en algunos estados como California y Nueva York a mitad del siglo XIX para hacer cumplir los códigos de vestimenta específicos del género e incluso la longitud del cabello. Dichas leyes a menudo se fortalecieron en la primera mitad del siglo 20, con el objetivo fijado no sólo en los hombres sino también en respuesta a la primera ola de feminismo y a la conjunción del uso de pantalones por las mujeres con las demandas de emancipación femenina y los derechos de la mujer. Gran parte de la hostilidad se dirigía a los hombres que no eran suficientemente “masculinos”, pero también hubo una profunda sospecha hacia las mujeres que transgredían esos códigos de género. Hay numerosos ejemplos de mujeres biológicas que en su edad adulta vivieron sus vidas disimuladamente como hombres (“passing women”) y que no fueron descubiertas biológicamente como mujeres hasta después de su muerte. [En el contexto del género, passing se refiere a la habilidad de una persona para ser reconocida a primera vista ya sea como un hombre género-disconforme o una mujer género-disconforme. En el contexto del género, passing se refiere a la habilidad de una persona para ser considerada a primera vista como un hombre o una mujer cisgénero. N. de la trad.] Muchos de estos códigos penales persistieron hasta hace muy poco y se han utilizado para considerar como delincuentes, en particular, a los travestís hombres. El uso de menos de tres elementos de la vestimenta adecuada al género significaba que una persona podía ser arrestada. Estos códigos se utilizaban para acosar a los género-disconformes, como travestís y “drag queens” y fueron una de las causas de las frustraciones y de la ira reprimidas que provocaron el punto de inflexión de la rebelión de Stonewall y otros actos de resistencia en la década de 1960.

La construcción social del género

Es tentador sugerir que el sexo y el género sólo son simples si eres una lombriz de tierra. Puede comprenderse, sin embargo, que las personas son diferentes de las lombrices de tierra.

Muchas personas trans han tendido a adoptar una visión muy esencialista de la identidad de género, que trata el género como algo natural y dado – “la mente de un hombre en el cuerpo de una mujer”, “la mente de una mujer en el cuerpo de un hombre”. Un vistazo a una selección de autobiografías de personas trans, puede confirmarlo.[24] La transexualidad también se presenta a menudo en los medios de esta manera excesivamente simplificada.

Desde este punto de vista el problema de una persona transexual es que, de alguna manera, en algún momento temprano de su vida, se activó el interruptor equivocado y ahora necesita encontrar la manera de volver al género al que supuestamente se había pertenecido realmente. Dado que esto podría haberle pasado a cualquiera y está fuera del control del individuo, la persona trans no debe ser penalizada y se le debe permitir vivir la vida en el género de su elección. Por lo tanto, la “disforia de género” debería abrir las puertas a un tratamiento apropiado, que puede incluir hormonas, cirugía genital y estética, asesoramiento y demás, para que la persona pueda vivir en su género de elección.

Los socialistas, por supuesto, defienden el derecho de las personas trans a vivir libremente en su género elegido, pero hay serios problemas inherentes a este enfoque esencialista de la identidad de género. Una visión alternativa comienza por reconocer que nuestro sexo cromosómico biológico puede concebirse como algo análogo a otras características físicas que heredamos-color de piel, color de ojos, etc. La identidad sexual de la mayoría de la gente (su sentido profundamente arraigado de ser hombre o mujer) estará de acuerdo con esto. Sin embargo, para las personas trans hay un desajuste entre su sexo biológico y su identidad de género.

Para todo el mundo, no obstante, trans y heterosexuales (o personas cis-género), nuestro género es una construcción social, en relación dialéctica con nuestras circunstancias materiales y hasta cierto punto, fluido. La auto identificación y la auto-descripción de las personas (trans inclusive) pueden cambiar y evolucionar con el tiempo. Hay una cierta fluidez debido a que nuestras identidades están encuadradas en determinados marcos materiales, históricos y culturales, tales como las relaciones de clase dominantes en un determinado modo de producción como el capitalismo.

Son las circunstancias materiales en las que estamos obligados a vivir bajo el sistema capitalista las que distorsionan y limitan el rol y la identidad de género de cada uno, tratando de constreñirnos dentro de una camisa de fuerza de género binaria, en un sistema dominado por la ideología de la familia nuclear. Como resultado, todos estamos alienados,[25] en mayor o menor medida, de los demás, de nosotros mismos y de nuestra verdadera humanidad.

Las personas trans están muy motivadas para resistirse a esa camisa de fuerza del género, lo que sugiere que, si bien la identidad de género puede que no sea fija e inmutable, está profundamente arraigada en nosotros; si no, las personas trans podrían presumiblemente ser socializadas fuera de nuestro comportamiento e identidad variable de género. Al fin y al cabo, todo el mundo es condicionado, desde el momento del nacimiento, con un refuerzo conformativo del género. A la inversa, esto también sugiere que en un mundo más sano y más libre sería posible convivir con muchas expresiones y disposiciones sexuales distintas, aparte de la estructura de la familia nuclear y del género binario.

La familia nuclear es crucial en el capitalismo para la acumulación continuada del beneficio, como se discutirá más adelante. Una de las mayores crueldades del capitalismo respecto a los oprimidos es que posee el potencial práctico y material para nuestra liberación de la opresión. Sin embargo, debido a su búsqueda de la maximización del beneficio, la clase dominante se ve inducida a negar la posibilidad de este logro a la gran mayoría de la población mundial.

Se desprende de este enfoque que para los marxistas “la persona trans” es una construcción social, lo mismo que “el homosexual”, atribuible a un especial (pero no el mismo) período histórico, modo de producción y condiciones materiales. Uno de los problemas de los puntos de vista esencialistas es que hacen caso omiso de estas circunstancias materiales cambiantes y tienden a considerar las ideas de un período determinado simplemente como tales, es decir, son a la vez idealistas y ahistóricos. Por el contrario, Marx argumentó que las ideas de la sociedad surgen de las circunstancias materiales de la producción de bienes y necesidades y de la reproducción de la propia fuerza de trabajo. Si las condiciones materiales cambian, también lo harán las ideas dominantes.

La existencia de considerables variantes con respecto a los deseos y comportamientos de género en muchas sociedades, desde la prehistoria hasta la actualidad, está bien documentada.[26] Basándonos en esta evidencia podemos afirmar con cierta seguridad que la transfobia no siempre ha existido. Fue el desarrollo de las sociedades de clanes de cazadores- recolectores hacia sociedades de clases patrilineales, y más recientemente el surgimiento del capitalismo y de la familia nuclear, lo que llevó a la creciente opresión de las mujeres, los gais y los transexuales.

Comunidades transexuales

Las comunidades de personas trans han existido durante siglos en algunas sociedades, como los numerosos katoey de Tailandia – a los que se denomina a menudo “ladyboys” y que a menudo viven de entretener a los turistas y de la industria del sexo. Otra comunidad son los hijra en la India,[27] que tienen una historia muy larga, pero que ahora por lo general viven una existencia comunal marginal sobreviviendo por medio de la mendicidad y el trabajo sexual. En realidad estos grupos son más bien tolerados que aceptados o halagados. Su existencia marginal, excluidos de los empleos, vivienda y familias corrientes, tipifica la situación de otras personas trans en otras sociedades. Al menos, donde hay comunidades trans es posible encontrar compañía y apoyo práctico.

Así pues, muchas opciones de empleo para las personas trans son extremadamente limitadas y de hecho pueden verse forzados a la ilegalidad, la prostitución y la industria del sexo.[28] En la prostitución y la pornografía hay determinados nichos de mercado para las personas trans. Ciertamente hay muchos hombres que desean a mujeres trans, pero las identifican como heterosexuales, quizás otro ejemplo de las limitaciones de las definiciones binarias del género o la sexualidad.

Sólo muy recientemente personas abiertamente trans en Tailandia, por ejemplo, han intentado con éxito entrar en otros tipos de trabajo. En enero del 2011 una nueva línea aérea tailandesa contrató tres katoey como personal de cabina “tercer sexo”.[29] El hecho de que esto fuera tan noticiable ilustra su rareza.

Transfobia

Las personas transexuales constituyen un pequeño grupo, cada vez más visible, pero sumamente estigmatizado y oprimido en la sociedad capitalista. La transfobia puede ir desde la atención no deseada, el acoso verbal y la burla, la discriminación en el empleo, el acceso a la asistencia sanitaria, la educación y otros servicios, hasta el ataque físico, el asalto sexual y el asesinato.[30] Hay muchos asesinatos de personas trans en todo el mundo cada año.

Sin embargo, a pesar de los altos niveles de transfobia en la sociedad, las personas trans no son simplemente víctimas y objetos históricos. También hay una historia inspiradora de resistencia trans, individual y colectiva, que puede informar nuestra comprensión de la lucha contra la transfobia en la actualidad.

En algunos países, como el Reino Unido, ha habido una serie de recientes avances significativos en cuanto a protección legal e igualdad de derechos en el trabajo respecto a las personas trans, y otras LGBT. En general las actitudes sociales, en particular entre los jóvenes, se han vuelto más favorables. Pero esto es mucho menos cierto para las actitudes hacia las personas trans que hacia los gais, lesbianas y bisexuales.[31] A consecuencia de las campañas de organizaciones trans y LGTB, de los sindicatos y otros, desde la década de 1990 se han producido avances legislativos importantes de los que se han beneficiado las personas trans, como la Ley de Reconocimiento de Género (GRA, 2004), la Ley de Igualdad (2010), y ahora la Ley (2013) de Matrimonio (parejas del mismo sexo). A pesar de estos avances, las personas trans aún se enfrentan a una significativa incomprensión hostil por parte de individuos e instituciones intolerantes.

No es difícil encontrar ejemplos. A finales del 2012 el Observer publicó una columna de Julie Burchill que atacaba a las personas trans desde una perspectiva feminista radical utilizando el tipo de lenguaje soez transfóbico que se asocia generalmente a las opiniones de los fanáticos de derecha.[32]

Las protestas de los grupos trans y otros se organizaron rápidamente.[33] Veinte mil personas firmaron una petición criticando a Burchill, y las oficinas de The Guardian / Observer fueron objeto de una manifestación. El editor del Observer tuvo que disculparse y la columna de Burchill se retiró al negarse ella a retirar los comentarios. En el caso de Lucy Meadows mencionado antes, miles de personas firmaron una petición en favor de la destitución de Littlejohn, se aprobaron mociones de apoyo en las conferencias sindicales y miembros del Sindicato Nacional de Profesores, entre ellos miembros del SWP, organizaron una manifestación de solidaridad en su ciudad natal.

Ser descubiertos les puede costar la vida a las personas trans. En el caso de Brandon Teena (un joven transexual asesinado en EEUU en 1993) fue golpeado hasta la muerte después de que la policía local lo sacara del armario.[34] Es difícil reunir cifras en este tipo de delitos motivados por el odio. La policía del Reino Unido no empezó a controlar los crímenes de odio contra las personas trans hasta 2007. Sin embargo, muchos de los ataques que se consideran como burla hacia los homosexuales sería más exacto describirlos como “burla hacia el género”. Los atacantes se han atenido a indicios de género (la mujer “masculina” o el hombre o muchacho que no son suficientemente “masculinos”) como indicadores de “rareza”. Michael Kimmel escribe:

“Para el coro de los ‘eso es tan gay’, la homosexualidad equivale a una no-conformidad de género, a no ser un ‘hombre de verdad’, de forma que los sentimientos anti-gay se convierten en un método abreviado de vigilancia del género. Una encuesta encontró que la mayoría de los chicos norteamericanos preferirían que les dieran un puñetazo en la cara antes que ser llamados gay. Dile a un tipo que lo que está haciendo o vistiendo es ‘gay’, y los vigilantes del género acaban de sancionarte”.[35]

Hay un patrón inquietante de la transfobia policial y judicial: investigaciones superficiales en las que los abogados defensores justifican la violencia del agresor en base a las “formas de vida extrañas” de las víctimas y cosas por el estilo. Es más, en algunas ocasiones los tribunales estadounidenses han sostenido la defensa legal de “pánico trans”, en que alguien acusado de matar a una persona trans alega que fue llevado por un pánico incontrolable al descubrir que su víctima era trans. Las organizaciones LGBT y desde agosto del 2013 también el Colegio de Abogados Estadounidense, se oponen enérgicamente a ello.

En estudios realizados por Schools Out se demuestra que, lo mismo que la homofobia, la transfobia sigue estando muy extendida en las escuelas y de hecho en todo el sistema educativo.[36] Tal vez esto se explica en parte como uno de los legados perjudiciales de la infame legislación conservadora de la “Section 28”, un ejemplo oportunista de la intolerancia homofóbica que prohibía cualquier discusión sobre la sexualidad gay en las escuelas. Fue derogada en 2002, pero todavía tiene ecos en la renuencia de muchos profesores y formadores de docentes a abordar las cuestiones sexuales y de identidad de género en las escuelas.

Un informe del 2009 realizado por la Equality Challenge Unit, de las instituciones de educación superior del Reino Unido, mostró que la transfobia que aparecía hacia los profesores y estudiantes de las universidades británicas era todavía más frecuente que la homofobia.[37]

Modelos tempranos de conducta trans

Christine Jorgensen, una ex marine estadounidense, escribió sobre su búsqueda pionera de ayuda para una transición de género en la década de 1950.[38] Jorgensen se convirtió en un nombre familiar debido a las afirmaciones de que fue la primera en someterse a una cirugía de reasignación de género. De hecho, no lo era: varias cirugías de este tipo tuvieron lugar en Alemania a finales de los años 1920 y principios de los 1930, en el Instituto de Magnus Hirschfeld para la Ciencia Sexual en Berlín, antes de que fuera cerrado y destruido por los nazis,[39] Jorgensen fue, sin embargo, un importante modelo a seguir para muchos, al ser la primera estadounidense en hacerlo y la primera en combinar la cirugía con la terapia hormonal.

En el período posterior a la Segunda Guerra Mundial empezó a surgir el apoyo de unos pocos profesionales médicos pioneros, especialmente Harry Benjamin en EEUU, que estableció unas normas formales de cómo apoyar y tratar con simpatía a las personas trans, en una profesión en la que la actitud dominante en la época era en el mejor de los casos desdeñosa pero con mucha más frecuencia, extremadamente hostil.[40]

El contexto económico de estos acontecimientos es importante. El largo auge económico, alimentado por la carrera armamentística, exigió una enorme expansión de la mano de obra en condiciones de pleno empleo virtual. Un gran número de mujeres se enrolaron en empleos remunerados, después de haber sido movilizadas en las economías de guerra de 1939 a 1945, y un número todavía mayor de jóvenes entraron en la educación superior, que de nuevo supuso un gran aumento en la proporción de mujeres. En un período de rápida expansión el capitalismo pudo incorporar algunas de las crecientes demandas para una mayor igualdad en términos de raza, género y sexualidad procedentes de los movimientos masivos que se desarrollaron durante los años 1960 y 1970.

Los mejores análisis de ese período han reconocido que las mujeres se han convertido en una parte permanente de la fuerza de trabajo capitalista, que constituyen la mayoría de los trabajadores en ciertos tipos de industrias y servicios, y que actualmente son al menos tan propensas como los hombres a entrar en los sindicatos y las organizaciones socialistas y a participar en la acción colectiva.[41] Por ejemplo, la mayoría de quienes participaron en la gran huelga de las pensiones del sector público en el Reino Unido el 30 de noviembre del 2011 fueron mujeres.

Detrás de esta situación está el hecho de que hay muy pocos roles, si es que hay alguno, en el capitalismo, aparte de la reproducción directa de la próxima generación de mano de obra, que tengan necesariamente una especifidad de género. Pero el papel de la familia nuclear en el capitalismo sigue siendo crucial. La reproducción y la atención privatizadas de la próxima generación de mano de obra en la familia nuclear constituye un enorme ahorro para la clase capitalista. Sin embargo, el cambio de la actividad económica de las mujeres, que acaba de describirse, ha tenido como consecuencia que las ideas sobre la mujer y los roles de género han cambiado considerablemente en los últimos 50 años, a medida que las luchas y los movimientos de masa se han ocupado de temas como los derechos reproductivos, la igualdad de remuneración y el sexismo.

La opresión de las mujeres (en términos de exclusión, violencia doméstica, falta de derechos para abortar, sexismo, etc.,) continúa siendo claramente un elemento principal del sistema capitalista porque el sistema lo requiere económicamente y hay que luchar otra vez porque muchos de los logros de los últimos 40 años están siendo amenazados nuevamente en una época de austeridad.[42] No obstante, el capitalismo de la segunda mitad del siglo pasado ha sido capaz de acomodar algunas de las demandas del movimiento feminista, así como de las demandas LGBT.

Paradójicamente este margen de maniobra ha tendido a impulsar una variedad de teorías y estrategias reformistas entre muchos activistas anti-opresión. Esto choca con los objetivos originales de muchos de los activistas para la libertad sexual, los derechos de las mujeres y los derechos de las personas gay al principio del siglo 20, así como de muchos al principio de los WLM (Women’s Liberation Movement) y GLF (Gay Liberation Front) en los pasados 1960s y 1970s, que estaban fuertemente influenciados por las ideas socialistas e identificaban al capitalismo como el enemigo.

Antes de volver a esta historia trans más reciente y considerar como estos factores han impactado al activismo trans y a la lucha contra la transfobia en la época reciente, debemos considerar las raíces de la opresión trans.

El marxismo y la opresión

Para Lenin y los bolcheviques, la oposición a la opresión era el centro de su estrategia revolucionaria. En 1905, en medio de una revolución considerada más tarde como el gran ensayo general para el éxito de la Revolución de 1917, Lenin escribió: “Las revoluciones son las fiestas de los oprimidos y los explotados. En ningún otro momento están las masas de personas en condiciones de pasar al frente de forma tan activa como creadores de un nuevo orden social, como en un momento de revolución.”[43] Con el fin de lograr la unidad dentro de la clase obrera y ganar a la masa de los oprimidos para desempeñar un papel activo en la lucha por el socialismo, los socialistas revolucionarios deben, en todo momento, insistió, “ser los tribunos de los oprimidos”.

Los socialistas se oponen a la opresión sea cual sea la clase social de las personas afectadas. No está bien hacer la vista gorda a la transfobia cuando se dirige a alguien que no es de la clase obrera, por ejemplo. El marxismo ofrece una explicación histórica materialista de las raíces de la opresión[44] y una perspectiva de lucha de clases: es decir, tal como Marx argumentó al redactar las Reglas de la Primera Internacional, que “la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los mismos trabajadores” a fin de conseguir la liberación humana y el fin de la opresión.[45]

Los y las marxistas sostenemos que, si bien cualquier lucha progresista colectiva —la campaña de la Poll Tax (contra los injustos impuestos municipales establecidos por Thatcher) por ejemplo, o el movimiento anti-capitalista, o la Coalición Stop the War— merece el apoyo y la solidaridad (y, por supuesto, puede ganar), no se lucha mejor contra las opresiones particulares aisladamente de las causas fundamentales de las mismas. Puesto que la causa fundamental es la tendencia del sistema capitalista a maximizar los beneficios a través de la explotación de la fuerza de trabajo de los obreros, se deduce que el ámbito clave para la lucha es el lugar de trabajo y el movimiento obrero.

Las luchas fuera del lugar de trabajo siguen siendo importantes en especial porque pueden retroalimentar y ayudar a generar huelgas y manifestaciones. Pero el lugar de trabajo es lo que reúne diariamente a hombres y mujeres, homosexuales, heterosexuales y trans, blancos y negros en la experiencia común de nuestra explotación y opresión. Esto hace posible el uso de nuestra capacidad colectiva para bloquear el elemento vital del capitalismo, la extracción de la plusvalía, y formular demandas que vinculan los temas económicos como el salario a los problemas políticos de la opresión. Tenemos algunos ejemplos en las campañas respaldadas con huelgas para la igualdad salarial, o en contra de la discriminación racista, o en contra de un ataque homofóbico / transfóbico. Por eso una huelga vale más que mil resoluciones.

Así pues, los marxistas se centran en la lucha laboral, porque cuando estas luchas estallan llevan inherentemente el potencial para el derribo final del sistema capitalista por los explotados y oprimidos y, por lo tanto, el potencial, por medio de esas “fiestas de los oprimidos”, para la creación de un sociedad socialista, libre de opresión.

Vemos este potencial inspirador en todas las recientes revueltas y agitaciones -la Primavera Árabe y la Plaza Tahrir, el Parque Gezi, Brasil, las huelgas generales de Grecia. La experiencia de esta lucha —la toma democrática de decisiones, las manifestaciones y reuniones, el estar al lado de los piquetes— despoja al sistema de sus máscaras ideológicas exponiendo la fea inhumanidad que yace bajo la superficie. Puede hacer cambiar la conciencia de la gente y su confianza en sus propios poderes y capacidades para ser los agentes colectivos de un cambio fundamental. Cada golpe, pequeño o grande, que crea y fortalece las redes de activistas fortalece y unifica nuestro lado y debilita el suyo.

Las formas de opresión varían histórica y culturalmente, pero su efecto es reforzar las llamadas diferencias de sentido común que enmascaran las divisiones de clase fundamentales sobre las que se basa la explotación: la extracción de plusvalía. En Rusia, en la época de los comentarios de Lenin, los bolcheviques tenía en mente especialmente la lucha contra el antisemitismo, diversas opresiones nacionales, y la opresión de las mujeres.

En cada uno de estos casos los bolcheviques demostraron en la práctica antes, durante y después de la Revolución de 1917 cómo los socialistas pueden desafiar y superar dentro de la clase obrera las divisiones basadas en la opresión. Es un mito que el marxismo sea económicamente reduccionista, interesado sólo en la lucha económica. También es un mito que el marxismo sea homofóbico o transfóbico. Por desgracia, en algunos casos las actitudes de algunos de los partidos estalinistas de la “vieja izquierda” alimentaron estos puntos de vista distorsionados del marxismo. Sin embargo, a pesar de la tradición marxista liberacionista de la opresión, aún hoy en día muchos activistas LGBT parecen totalmente inconsciente del hecho de que inmediatamente después de la Revolución de 1917 el gobierno bolchevique aprobó una serie de medidas en materia de divorcio, derechos de la mujer y autodeterminación nacional, proscribió el antisemitismo y despenalizó la homosexualidad.[46] Tales medidas no tenían precedentes en ningún lugar del mundo.

Las tareas principales de los socialistas revolucionarios de hoy en día son, por lo tanto, a la vez, la lucha contra la transfobia y la homofobia aquí y ahora,[47] y recuperar y reafirmar los vínculos que han existido en los momentos álgidos de la lucha de clases obrera entre el análisis y la organización socialista y la lucha por la liberación contra toda forma de opresión, comprendiendo el derecho de las personas LGBT a expresar libremente su orientación sexual e identidad de género.

Las raíces de la opresión trans

Hay muy poca literatura sobre la opresión trans desde una perspectiva marxista. Una excepción la constituye el trabajo de la activista transexual y marxista americana Leslie Feinberg.[48] En su libro pionero Transgender Warriors, Feinberg afirma que en el travestismo corriente en ceremonias populares y festivales de todo el mundo y en formas históricas de rebelión y protesta, sobreviven ecos de antiguas tradiciones de variantes de género. Rebecca y sus hijas, por ejemplo, eran hombres travestidos que protestaban violentamente desde 1839 contra la imposición de puestos de peaje en Gales.[49] De forma similar, los Abades de la Sinrazón en Inglaterra y los Señores de la Anarquía en Escocia fueron manifestantes travestidos en el siglo 16.

Para explicar las raíces de la opresión trans, Feinberg sostiene que la subordinación de la mujer también dio lugar a una mayor rigidez de los roles de género y a una vigilancia más estricta de las fronteras del género. Se refiere a El origen de la familia, la propiedad privada y el estado de Friedrich Engels.[50] Basándose en la por entonces reciente obra del antropólogo Lewis Henry Morgan, Engels identificó la aparición de las sociedades familiares y de clase como la clave para la comprensión de la subordinación y opresión históricas de las mujeres.[51]

Antes de la aparición de las sociedades de clases, a pesar de que pudo haber habido una diferenciación de roles debida a las diferencias biológicas (embarazo, parto, lactancia materna), dichas diferencias no estaban necesariamente imbuidas de condición social y poder. Sin embargo, la estructura de la familia, que sustituyó cada vez más a las anteriores sociedades de clan matrilineales y matricentradas, impuso la monogamia femenina para poder asegurar la herencia de la riqueza, la propiedad y los títulos.

En la Biblia, por ejemplo, en el Levítico y el Deuteronomio, pueden encontrarse prohibiciones y restricciones contra el travestismo y otros comportamientos transexuales referidos a este período de transición social y económica. Estas restricciones no tienen tanto que ver con la palabra de Dios como con ejemplos de configuración de la ley por los grupos dominantes que buscan consolidar su poder para acumular más riqueza y poder.

Este proceso ocurrió durante períodos de tiempo bastante largos en algunas partes del mundo antiguo desde el siglo 11ac al siglo 7ac, a medida que empezaban a acumularse excedentes significativos a través del comercio y la conquista. Como consecuencia, la actividad sexual de las mujeres se fue regulando estrictamente a fin de controlar la procreación dentro de las formas del matrimonio. Es en este momento que el comportamiento de género variante también se fue proscribiendo, formando parte de los esfuerzos para hacer cumplir más estrictamente los roles de género definidos y claramente diferenciados.

Curiosamente, lo que parece estar implícito en el proceso de prohibición en contra, por ejemplo, de que los hombres lleven el pelo largo y de los estilos “femeninos”, o de que cualquier género adopte la ropa o los papeles del otro, es, según Feinberg, que parece probable que este comportamiento haya sido una práctica bastante común en formas anteriores de la sociedad humana y que anteriormente había sido relativamente tolerado. Feinberg presenta una serie de pruebas de ello.[52] La consolidación del poder de estas clases dominantes emergentes y los códigos sociales / legales asociados fue desigual, tomó mucho tiempo y generó resistencia a las diversas formas de opresión que significaba. Las raíces de la opresión trans tienen por lo tanto raíces materiales similares a la opresión de las mujeres y de lesbianas y gay.[53]

Algunos de los mayores enfrentamientos entre las viejas formas de lo que Engels llamó “sociedades comunistas primitivas” y Morgan llamó “barbarie” y el surgimiento de las sociedades de clases e imperios expansionistas, se puede encontrar en las crónicas del colonialismo europeo de las Américas a partir de la Edad Media.[54] El enfoque de las culturas nativas por parte de la iglesia católica y de los Estados español y portugués fue que estas sociedades tenían que ser subyugadas, y a veces esclavizadas, por su propio bien y por el de los intereses de la acumulación primitiva de capital para sus imperios expansionistas y la clase creciente de capitalistas mercantiles. La justificación ideológica de esta brutalidad y genocidio a menudo provenían de un cristianismo entusiasta.

Unos pocos ejemplos bastarán. En 1530 el conquistador español Nuño de Guzmán informó de que la última persona que capturó en una batalla, que “luchó más valientemente, era un hombre con vestido de mujer, por lo que le llevé a la hoguera”.[55] Una de las ilustraciones de Feinberg en Transgender Warriors es un grabado de 1594 de Theodore de Bry de la expedición de Balboa a Panamá[56], que le muestra utilizando perros para asesinar a nativos “Two-Spirit” (trans) en las Américas. Para Balboa estas personas eran ejemplos de corrupción diabólica y primitiva. Cuando los españoles invadieron las Antillas y la Luisiana, “se encontraron con hombres vestidos de mujer que eran respetados por sus sociedades. Pensando que eran hermafroditas u homosexuales los mataron”.[57]

Sin embargo, a pesar del genocidio y la opresión de los nativos americanos (o personas de la Primera Nación) en los últimos 500 años de colonialismo, la aceptación y el realce del estatus de las personas “de doble espíritu” han persistido en muchas comunidades. Algunos autores se han referido a la existencia de “berdaches” entre los pueblos de las naciones originarias. El término “berdache” se ha utilizado para referirse a los varones genéticos entre los americanos originales que se vestían como mujeres, hacían trabajo de mujer y tenían relaciones sexuales con hombres no berdaches. Sin embargo, como señala Pat Califia, el término no se deriva de ninguna lengua americana nativa.[58] Puede muy bien ser originario de Persia y a continuación, a través del árabe y el español o francés. Se utiliza para referirse a la pareja “pasiva” en la relación sexual masculina gay y Califia sugiere que es un término mal aplicado, un ejemplo de personas género-variantes nativas vistas a través de lentes homofóbicas occidentales.

De hecho, los términos originales utilizados por los nativos americanos, como el Lakota “winkte”, el Cheyenne “el hombre el” y el Crow “bade” tienen todos ellos significados como “ni hombre / ni mujer “ o “mitad hombre / mitad mujer”; es decir que se centran en el género en lugar de la sexualidad. El Proyecto de Historia de los Gay Indio americanos publicó una lista de más de 130 tribus nativas americanas que tenían este tipo de roles para el hombre y muchos de ellos tenían roles similares género-variantes para las mujeres.[59] Muchos consideraban que habían no dos, sino tres, cuatro o más géneros y parecían tolerar tanto las variantes de género como las relaciones homosexuales.

Estas personas género-variantes realizaban funciones cruciales y eran muy respetadas como consejeros, narradores, maestros, curanderos y, a veces, cazadores y guerreros nacidos mujer. Tener una esposa Two Spirit fue visto a menudo como un aumento de recursos para el grupo familiar o la tribu. Así, en este tipo de formaciones sociales pre-clase, los individuos género- variantes fueron percibidos a menudo como un beneficio y un recurso importante para la comunidad.

No obstante, sería un error adoptar una visión romántica o acrítica de las variantes de género en las sociedades indígenas americanas. Califia señala que algunos historiadores occidentales gais y trans han sido ingenuos acerca de la medida en que dicha variante de género o comportamiento mismo-sexo fue universalmente aceptada y sugiere que varió mucho. Sin embargo, señala también un grave problema para la historia trans: la forma en que frecuentemente ha sido subsumida dentro de la historia de las variedades de orientación sexual. Sostiene que algunos escritores gais han desviado los roles y comportamientos género- variantes como si se tratara sólo de orientación sexual. Acusa a Jonathan Katz de hacer esto en su Gay Americana History.[60]

Stryker ha argumentado también que la historia de las personas trans y de los trans rebeldes ha sido, en gran medida, o bien ocultada o bien enterrada por completo dentro de la historia lesbiana y gay.[61] Recientemente, algunos investigadores, incluyendo transexuales nativos americanos, han estado trabajando para volver a conectar con esta historia.[62]

El impacto del colonialismo fue corrosivo y genocida en las Américas. Pero no fueron tan sólo los imperios portugués y español que trataron de acabar, en muchas sociedades, con cualquier tipo de aceptación y respeto hacia las sexualidades variantes y las expresiones travestidas. La historia de la relación del Imperio Británico con las sociedades menos avanzadas también es instructiva. La imposición de los códigos legales cristianos de Occidente sobre las posesiones coloniales, como la India y varios países africanos, por Gran Bretaña y otros países imperialistas incluía claramente la intención de penalizar y erradicar los comportamientos transgresores de género y sexualidad.[63]

El capitalismo y la familia nuclear

Engels, en La situación de la clase obrera en Inglaterra,[64] describe cómo el capitalismo industrial, con la migración masiva a las ciudades, la pobreza extrema y las privaciones, fue destruyendo la familia de la clase trabajadora. Es una gran contradicción interna, señalada por autores como Jeffrey Weeks[65] y John D’Emilio[66] por ejemplo, que mientras que el modo capitalista de producción que se estaba desarrollando creaba en la clase obrera las condiciones para el surgimiento de relaciones sexuales y roles de género más libres y más variados, incluyendo el potencial para relaciones homosexuales, también estaba socavando la familia como unidad social que podía proveer, a un precio relativamente bajo, la reproducción de la clase obrera. Por otro lado, el capitalismo necesita hombres y mujeres en familias lo suficientemente extensas al menos para reproducir la próxima generación de trabajadores. La primacía ideológica de la familia garantiza que una sociedad capitalista reproducirá no sólo niños, sino también la heterosexualidad y la homofobia (y transfobia). En el sentido más profundo, argumenta D’Emilio, el capitalismo es el problema.

La tendencia a la destrucción de la familia obrera en el capitalismo temprano, a través de la rápida urbanización y el sistema fabril, horrorizó a muchos burgueses y llevó a los reformistas burgueses a buscar los medios para garantizar su supervivencia en interés del capitalismo a largo plazo. La legislación para controlar el trabajo infantil y para crear el “salario familiar” (destinado a excluir a las mujeres de las ocupaciones industriales) contribuyó a fomentar las condiciones materiales para la reproducción privatizada de la mano de obra a través de la promoción de la familia nuclear obrera, siguiendo el modelo de la familia burguesa. Este tipo de cambios materiales y legislativos tuvieron que ser apuntalados con una inclinación ideológica hacia nociones de fidelidad (al menos para las mujeres) y la regulación estricta de la conducta sexual.

Cada vez más, como han demostrado Weeks, Dee, Stryker y otros, el comportamiento homosexual (y otros comportamientos sexuales y de género “desviados”) fue cada vez más fuertemente proscrito y castigado desde la segunda mitad del siglo 19.[67] El juicio de Oscar Wilde en 1895 marcó un punto de inflexión en este proceso. Un resultado importante de esta proscripción social y legislativa fue la creación de la categoría de “persona homosexual”. La homosexualidad se convirtió en una identidad, un tipo de persona en lugar de un tipo de actividad. Hacia finales del siglo 20 fue esta identificación emergente de una categoría de personas la que hizo empezar a converger la resistencia a la opresión de los homosexuales con activistas tempranos como Havelock Ellis en el Reino Unido (un amigo de Eleanor Marx), el pionero socialista Edward Carpenter, y Magnus Hirschfeld en Alemania.

La distinción entre identidad sexual y de género

A ojos de la mayoría de sexólogos, médicos y activistas de este período hasta mitad del siglo 20, el comportamiento género-variante se mantuvo esencialmente indiferenciado de la homosexualidad. A alguien que expresaba el deseo de “cambiar de sexo” se le consideraba generalmente como un homosexual incapaz de hacer frente a su homosexualidad – un “homosexual que reniega de sí mismo”. Muchos freudianos persistieron en este punto de vista décadas después de que la noción de transexual se diferenciara de la de homosexual. El término transexual no surgió realmente como una categoría médica o social, o como auto- identificación en un uso más general, hasta después de la publicación del libro de Harry Benjamin, El Fenómeno Transexual, en 1966.[68]

Benjamin se había convencido de la validez de la distinción entre transexuales y travestidos, por un lado y homosexuales por el otro, después de que el sexólogo Alfred Kinsey publicara sus informes sobre la sexualidad humana, incluyendo datos sobre las personas trans, desde 1948.[69]

La resistencia transexual

La resistencia transexual tiene una larga historia. Hubo disturbios en contra de las redadas policiales en casas de Molly en Londres, que eran lugares populares para los hombres transexuales (es decir, varones biológicos) en los siglos 17 y 18. Si alguien era atrapado travestido en un lugar de este tipo podía acabar siendo colgado públicamente.[70]

Más tarde, la primera oleada de la lucha contra la opresión homosexual a finales del siglo 19 y principios del 20 incluyó a bastantes proscritos sexuales que hicieron campaña para los derechos de los homosexuales y otras personas oprimidas. Activistas clave como Edward Carpenter tenían fuertes vínculos con las organizaciones socialistas en Gran Bretaña. También hubo relaciones similares entre socialistas, sexólogos y radicales sexuales norteamericanos y europeos, especialmente alemanes.[71] Estos vínculos se perdieron casi por completo durante los asaltos del nazismo y la estalinización de los comunistas y las organizaciones de la izquierda a partir de la década de 1930. Decenas de miles de personas LGBT perecieron en los campos de concentración nazis.

La Rebelión de Stonewall de 1969 en Nueva York, marcó el resurgimiento de una corriente radical revolucionaria en la lucha por la liberación sexual y de género. La temperatura política había ido en aumento a lo largo de la década de 1960. Nuevas organizaciones políticas radicales contra la guerra, anti-racistas y de izquierda surgieron independientemente de la vieja izquierda estalinista. Muchos de los jóvenes activistas gay y trans se consideraban a sí mismos explícitamente revolucionarios, como Sylvia Rivera, joven drag queen puertorriqueña en el momento en que se defendió contra la policía en Stonewall. En una entrevista con Leslie Feinberg, en 1998, unos años antes de su muerte, dijo:

“No queríamos más de esta mierda. Habíamos hecho tanto por otros movimientos. Ya era hora… Todos nosotros estábamos trabajando en tantos movimientos en esta época.[72] Todo el mundo estaba involucrado con el movimiento feminista, el movimiento por la paz, el movimiento de derechos civiles. Todos éramos radicales. Creo que eso es lo que lo hizo surgir… yo era una radical, una revolucionaria. Todavía soy una revolucionaria… Si me hubiera perdido ese momento, habría sido una pena porque fue entonces cuando vi el cambio del mundo para mí y para mi gente. Por supuesto, todavía nos queda un largo camino que recorrer”.[73]

En la efervescencia política de la época que siguió a la rebelión de Stonewall en 1969, el manifiesto de 1970 del GLF se describe explícitamente a sí mismo como un movimiento revolucionario formado para luchar por la liberación gay, en contra de un sistema capitalista opresivo, junto con otros grupos oprimidos.

A pesar de que las personas trans se involucraron fuertemente en las cuatro noches de la revuelta de Stonewall, el acontecimiento se convirtió más tarde más bien en sinónimo solamente de una revuelta gay y lesbiana. El papel de las personas trans fue mayormente olvidado, a pesar de personas trans como Sylvia Rivera y Marsha P Hunt.[74]

El papel de Sylvia y de otras personas trans en los disturbios, fue más tarde reconocido por Martin Duberman en su libro clásico sobre los acontecimientos, Stonewall (1993). Sylvia era una de las seis principales activistas de la época, cuyos recuerdos forman el núcleo del libro de Duberman[75], pero dejó el movimiento de liberación gay en 1973 después de una discusión sobre si ella, como persona trans, podía hablar en la marcha del orgullo gay de ese año. El argumento era sintomático de la creciente marginación de las personas trans en el GLF.

El espíritu de rebelión había ido en aumento entre los jóvenes trans mucho antes de la erupción de Stonewall. En EEUU ya había habido campañas locales militantes contra la exclusión en lugares sociales. Ya en 1959 hubo una campaña de personas trans, que en este momento tendían a auto-identificarse como “queens”, en contra de la exclusión de Coopers Bar en el South Side de Los Angeles.[76] Stryker describe otros ejemplos. En 1965 en Filadelfia, el lunch bar del Dewey se negó a servir a jóvenes trans. Tres personas trans que se negaron a salir fueron arrestadas. Gay y trans montaron un piquete de una semana de duración hasta que los dueños se echaron atrás.

Hubo a menudo un solapamiento natural entre el activismo gay y trans en los barrios obreros. Sus circunstancias los obligaron a apoyarse mutuamente y a organizarse colectivamente para defenderse. Solo por tratar de vivir sus vidas, de mantener el cuerpo y el alma unidos a través del sexo o del trabajo doméstico, corrían el riesgo de ser detenidos, sufrir registros corporales, ser forzados a mantener relaciones sexuales orales con policías corruptos, humillaciones en celdas (varones) y que les raparan la cabeza a la fuerza.

En 1966 tuvo lugar el motín del Café Compton en el barrio de Tenderloin de San Francisco. La historia, popularizada por Susan Stryker y Victor Silverman en su film documental Screaming Queens galardonado con un Emmy, muestra que el motín estalló, al igual que los disturbios posteriores de Stonewall, a resultas de la dureza policial.[77] Mujeres transexuales, hombres gais y prostitutas se defendieron contra la policía. Las informaciones dijeron que “drag queens golpearon a la policía con pesadas bolsas y les dieron patadas con sus zapatos de tacón alto”.[78]

El contexto social de la época repercutió en las tácticas comunes utilizadas en estas luchas, como las del movimiento del Poder Negro. Era natural ofrecer solidaridad a las luchas de otros grupos oprimidos, en base a que “Un ataque contra uno es un ataque contra todos”. En el caso de los disturbios del Compton Café, ganaron. Esto condujo en última instancia, en San Francisco, a que las personas trans tuvieran, al menos formalmente, el derecho a ser reconocidos como ciudadanos con derechos y legitimados para acceder a servicios y oportunidades de empleo.

Fragmentación

A medida que el largo período de auge económico terminó en crisis económicas y financieras, como la crisis del petróleo de 1974, el margen de maniobra de la clase dominante fue reemplazado por los primeros ataques de la clase dominante en lo que se convirtió en la ofensiva neoliberal para reflotar las tasas de beneficio y debilitar la confianza y la organización de la clase obrera.[79] La ola radical se redujo a medida que los niveles de lucha de la clase obrera descendían después de su punto álgido a principios de la década de 1970.

Las divisiones surgieron rápidamente en el movimiento de liberación gay y trans. En sus primeros días incluía a las personas trans y sus aspiraciones. Muy pronto, sin embargo, éstas fueron consideradas como inaceptables, un impedimento para el logro de avances en los derechos de los homosexuales. Cada vez más había activistas LGBT “razonables” y los que se consideraban poco realistas y demasiado radicales. Por ejemplo, el primer “Orgullo” de San Francisco en 1972, que celebró el motín del Compton y aceptó a los drag, terminó en enfrentamientos entre los organizadores y un grupo separatista de lesbianas. En 1973 hubo dos “Orgullos”, uno de los cuales prohibía las personas trans y drag.

La noción de “homonormatividad” (que el objetivo de los gais debería ser la aceptación y el encaje dentro de la sociedad capitalista) empezó a ser dominante entre los activistas. La lucha por la liberación y la transformación social a las que aspiraban muchos de los primeros activistas se convirtió en anatema. En este proceso, el movimiento trans, que tenía un potencial mucho menor para la incorporación y tendía a conservar una ideología más radical, pronto perdió sus alianzas con ambos el movimiento de liberación gay y el emergente movimiento feminista.

Desde principios de los años 70 las mujeres trans empezaron a ser excluidas del movimiento feminista por algunas feministas radicales.[80] Los movimientos militantes de los años 60 y principios de los 70 se fracturaron. En una entrevista perceptiva en 2004 Joanne Meyerowitz señalaba la triste ironía de esta exclusión y separación:

“Las feministas deben recordar que nosotras (feministas) no inventamos el concepto de género. No fuimos las primeras en separar el género y el sexo biológico. De hecho, heredamos y rehicimos una noción de género que fue propuesta por los científicos pioneros que trabajaron sobre la intersexualidad y la transexualidad. Esta historia debería recordarnos que el concepto de género no es inherentemente feminista”.[81]

A medida que el declive de la lucha de clases se aceleró en los años 70, el punto de vista dominante entre los gais se volvió reformista y asimilacionista, excluyendo los elementos más radicales y socialistas, especialmente lo trans. Entre las activistas del movimiento feminista ganaron fuerza las nociones de separatismo radical y lesbianismo político y un rechazo absoluto a trabajar con los hombres (y mujeres trans) o de implicación en la lucha de clases.[82]

Varias ideologías reformistas, tales como el postmodernismo, la teoría del patriarcado y la política de la identidad, que sirvieron para justificar estos abandonos, se desarrollaron subsecuentemente, especialmente en el campo académico. Dichas ideologías trataban con hostilidad el marxismo y cualquier orientación hacia la lucha de la clase obrera, puesto que se veían como pasados de moda y económicamente reduccionistas. Lo cual era tanto más trágico dados los fuertes lazos que habían existido entre los primeros movimientos de derechos de los homosexuales y las organizaciones socialistas.

La política de la identidad y la teoría “queer”

La noción de que la identidad oprimida individual desbanca a la identidad de clase – y que debe ser objeto de lucha independientemente de otras “identidades”- ha tenido invariablemente un impacto corrosivo sobre el potencial de acción colectiva y participación en la lucha de clases. El auge de las políticas de identidad en el último cuarto del siglo 20 se cobró su peaje político sobre el activismo LGBT.

Obstinarse con la política de identidad es como un forcejeo con un pulpo – apenas le inmovilizas un brazo aparece otro y empieza a agitarse. La teoría y la política queer, que se derivan de los escritos de Michel Foucault[83] y más tarde de Judith Butler,[84] surgieron de un período de derrota, a finales de los años 1970 y 1980, de la izquierda y de los movimientos contra la opresión. El paso de altos niveles de lucha industrial, a menudo con éxito, y de la confianza de las bases sindicales a principios de los años 1970, a los reveses y el declive de los años del contrato social a partir de mediados de la década de 1970 fue especialmente marcado en el Reino Unido.

La teoría queer es un fenómeno contradictorio. Por un lado, rechaza la subida del individualismo, la “libra rosa” y la noción de “safe gay” pero también sigue expresando el abandono de la política de clases y del marxismo consiguiente a este declive. [“libra rosa”: poder de compra de la comunidad gay. N. de la trad.] Los teóricos queer rechazan la despolitización y la comercialización del movimiento gay. Adoptan un punto de vista social constructivista de la orientación sexual y la expresión de género, y exigen un retorno al activismo y radicalismo de los comienzos del movimiento de derechos de los homosexuales. Hacen una serie de críticas bienvenidas y pertinentes de las demandas actuales de derechos LGBT limitados, la idea de que hay un “movimiento gay” y una “comunidad gay”, pero sus afirmaciones también pueden ser criticadas desde la izquierda.

Escritores marxistas como Noel Halifax[85] y Colin Wilson,[86] al desarrollar la crítica constructiva de la teoría queer asociada a esta corriente, han señalado que a pesar de compartir elementos con los que los marxistas pueden estar de acuerdo, en la práctica la teoría queer incorpora las retractaciones intelectuales y la fragmentación del post-estructuralismo y el postmodernismo. Así, representa centralmente una continuación de la ruptura con el marxismo y con cualquier posición basada en la centralidad de la lucha de clases como forma de cambiar la sociedad, o en la clase obrera como el agente del cambio.

Interseccionalidad

Se ha sugerido que la noción de “interseccionalidad” puede ser válida para tratar algunas de las críticas a la teoría de la identidad. La interseccionalidad no es un nuevo concepto ya que surgió en la teoría feminista multirracial a finales de los 60 y principios de los 70. Como teoría, sin embargo, fue popularizado por primera vez por Kimberlé Williams Crenshaw.[87]

Su argumento básico es que los oprimidos pueden tener múltiples vectores de opresión que se interseccionan, como el género, la etnia, la clase, la sexualidad, etc., y que la experiencia vivida de la gente marginada tiene que ser entendida como basada en esas identidades múltiples que contribuyen a su desigualdad social sistemática. En esencia, la “experiencia de interseccionalidad” de una persona es mayor que la suma de sus partes (las formas específicas de opresión que experimenta). Hay debates entre quienes utilizan la idea de interseccionalidad sobre la naturaleza de determinadas categorías sociales y las relaciones entre las categorías, así como interés en teorizar las experiencias de personas que cruzan las fronteras de las categorías construidas socialmente, como las personas trans.

Se puede argumentar que en esencia la interseccionalidad no hace más que nombrar la realidad, es decir, que muchas personas y grupos oprimidos lo son de forma múltiple (por ejemplo, las personas negras, lesbianas y discapacitadas). En cuanto a la cuestión fundamental de qué hacer al respecto, cómo resistir mejor estas opresiones y luchar por la liberación, la investigación de los teóricos de la interseccionalidad produce poca cosa más que la idea de que podemos resistir a la opresión mediante la búsqueda de una mayor conciencia de sí mismo para aumentar la autoestima y lograr una auto-definición estable.

El problema es que esa toma de conciencia tampoco es nueva y, en su negativa a reconocer el papel fundamental que desempeña la clase en la opresión (la clase no es simplemente otra opresión ya que está basada en la explotación, central en el modo capitalista de producción), la interseccionalidad sigue siendo incapaz de escapar al círculo vicioso de la destrucción de identidad, central en las políticas de identidad.

Si bien los motivados por la interseccionalidad, como quienes se definen como feministas, deberían ser considerados por los marxistas como aliados potenciales, no es una teoría que pueda ser abordada de forma acrítica. Para proporcionar un puente hacia el marxismo en la resistencia a la opresión, como algunos han sostenido, los marxistas deben comprometerse en luchas conjuntas, pero también argumentar a favor de la centralidad de la lucha de clases como el camino fundamental para cambiar el equilibrio de las fuerzas de clase en el capitalismo y la confianza de la gente, la auto -estima y auto- valor. Sin ello, la interseccionalidad puede actuar de hecho como un puente que lleva fuera del marxismo en lugar de un puente hacia el marxismo.

El impulso hacia una mayor unidad en la acción

¿Qué cambió en los años 1980 y 1990 para impulsar de nuevo a gay, lesbianas y transexuales hacia un activismo menos sectario y más combinado y unificado? Un factor en el Reino Unido fue la oposición compartida a y la campaña contra la “Section 28” del gobierno Tory, aprobada como ley en 1988 y derogada en noviembre del 2003 en Inglaterra y Gales durante la administración laborista. La “Section 28” prohibía cualquier discusión en el sistema educativo del estado de si las relaciones homosexuales son aceptables o normales.

En el Reino Unido, a principios de los 70 los activistas gais habían empezado a empujar a algunos sindicatos a apoyar la igualdad de derechos en el trabajo y a luchar contra la homofobia. Es significativo que los lazos de solidaridad establecidos entre los mineros en huelga y la comunidad LGBT durante la Gran Huelga de los Mineros de 1984-5, ayudaron a socavar la homofobia en el Sindicato Nacional de Mineros, hasta el punto de que el NUM apoyó las demandas de derechos LGBT en la conferencia TUC de 1984. En 1985 los mineros de Gales del Sur desfilaron con su bandera en la marcha del Orgullo. En la década de 1990 los sindicatos comenzaron también a jugar un papel importante en la campaña contra la “Section 28”. Estos esfuerzos dieron sus frutos tanto en términos de presionar a Tony Blair y el partido laborista, como también en persuadir al Congreso de Sindicatos para crear un comité LGBT y una conferencia anual LGBT desde finales de 1990.

Meyerowitz sugiere que este bienvenido acercamiento fue impulsado, al menos en parte, por el impacto de ideas trans más radicales en el pensamiento de liberation gay.[88] El desarrollo de la teoría queer, sobre todo en el mundo académico y los ambientes estudiantiles, que incorporaba un enfoque constructivista social más inclusivo del género y las variantes de género, fue también, a pesar de sus defectos teóricos, un factor motivador a este respecto en su crítica de la homonormatividad y el “consumismo rosa”.

Pero estos factores ideológicos fluían de las circunstancias materiales de la época. Un factor material importante fue el impacto devastador del VIH / SIDA entre las personas LGBT en la década de 1980, especialmente en EEUU y el Reino Unido. El fracaso de las administraciones nacionales, en particular de la administración Reagan, para financiar la investigación y los cuidados sanitarios para el control de la epidemia del VIH / SIDA, condenó a la muerte a muchos miles de hombres, predominantemente homosexuales y hemofílicos.[89] La epidemia ha matado a millones de personas en todo el mundo. La actitud de condena moral en Occidente dio un importante impulso a la homofobia y la transfobia en la década de 1980.

La campaña política conjunta (a través, por ejemplo, de ACTUP, Queer Nación, etc.), que era necesaria para conseguir ayuda médica, apoyo y justicia, exigió una puesta en común de recursos y la energía de todos los grupos afectados. Las personas trans fueron parte de esa campaña. Muchas personas no son conscientes de que las personas trans han sido uno de los grupos con mayor riesgo de contraer el VIH / SIDA.

Por último, el rápido desarrollo de Internet en los últimos 20 años ha hecho que los recursos, la comunicación, las comunidades en línea y los modelos de conducta sean mucho más visibles y accesibles que anteriormente. Así, desde finales de 1980 las circunstancias objetivas hicieron que tuviera sentido político práctico para gais, lesbianas y los movimientos crecientes de personas bisexuales y trans, que se unieran y lucharan juntos de nuevo. Lo tiene aún más actualmente, en que nos enfrentamos al mayor asalto de austeridad a las ganancias de la clase obrera desde la Segunda Guerra Mundial. Es un tipo de asalto que plantea respecto a las personas LGBT y otros grupos oprimidos todas las preguntas clave que debemos hacernos sobre el tipo de sociedad que necesitamos y cómo pueden los oprimidos obtener la liberación.

Los mayores logros para las personas LGBT, como vimos en los ejemplos de la Revolución Rusa, el primer movimiento de reforma homosexual en Alemania, EEUU y el Reino Unido, y la década de 1960 y el período de rebelión posterior a Stonewall, los hemos conseguido cuando hemos luchado juntos al lado de otros oprimidos y como parte de la clase trabajadora y los movimientos socialistas.

Las personas trans tienen una historia de resistencia a la transfobia y están cada vez más organizados y visibles en las luchas actuales. Hay mucho que descubrir y aprender acerca de la participación de las personas trans en las luchas del pasado, una historia que reconoce el papel de los activistas trans ayudando a aclarar conceptos de género, sexo y sexualidad y la necesidad de la solidaridad en la lucha contra la homofobia, la transfobia y el sexismo y que puede así ayudar a armar a las personas trans, otros grupos oprimidos y los socialistas en general, para la urgencia de la lucha de liberación actual.

El papel de los marxistas será crucial para convencer a la gente de que esta liberación es inalcanzable dentro del capitalismo, que requiere, en efecto, el derrocamiento de ese sistema a través de la revuelta de la clase obrera y la construcción de una sociedad socialista. Leslie Feinberg da un toque de clarín apropiado a esta lucha:

“Ninguno de nosotros será libre hasta que hayamos forjado un sistema económico que satisfaga las necesidades de cada persona trabajadora. En tanto que personas trans, no seremos libres hasta que luchemos y consigamos una sociedad en la que ninguna clase se beneficie fomentando el odio y los prejuicios, donde las leyes que restringen el sexo y el género y el amor humano serán impensables. Contad con nosotros – guerreros transexuales – para ponernos al frente de la lucha que ha de dar paso a la aurora de la liberación”.[90]

Notas

[1]    Gracias a Alex Callinicos, Colin Wilson, Dean Harris, Hannah Dee y Sheila McGregor por sus útiles y estimulantes sugerencias y comentarios a los primeros borradores del artículo. Gracias también a los muchos compañeros que han hecho valiosas contribuciones, a menudo emocionantes e inspiradoras, en las reuniones del marxismo y en las numerosas reuniones sectoriales en las que he hablado sobre la opresión de trans, LGBT y mujeres. También quiero dejar constancia de mi agradecimiento a los compañeros y amigos del SWP y de mi sindicato, la UCU, y a la familia y en especial a mi pareja Sheila Hemingway por el estímulo y el apoyo indefectible durante mi propia transición de género en años recientes.

[2]    Transición de género: proceso mediante el que una persona trans pasa de vivir de un género a vivir como de otro.

[3]    Allison y Pidd, 2013.

[4]    Littlejohn, 2012.

[5]    Todman, 2013.

[6]    Prevención del Suicidio Australia, 2009.

[7]    National Gay and Lesbian Taskforce, 2011.

[8]    Whittle y otros, 2007.

[9]    McNeil y otros, 2012

[10]   http://www.gendertrust.org.uk/

[11]   Press for Change es el principal grupo de defensa legal de las personas trans e hizo propuestas al gobierno en materia de derechos de los transexuales antes de la Ley de Reconocimiento de Género de 2004, http://www.pfc.org.uk/

[12]   American Psychiatric Association, 2013. Algunas personas trans han acogido con satisfacción este paso de un diagnóstico de una forma de enfermedad mental a un énfasis en el estrés que puede causar la falta de concordancia. Otros continúan incómodos de que siga existiendo una asociación formal de trans con enfermedades o trastornos mentales.

[13]   Nestle, Howell y Wilchins, 2002.

[14]   Reed y otros, 2009. GIRES (sociedad para la investigación sobre la identidad de género y la educación) es un recurso abierto y una organización de investigación en temas trans del Reino Unido. Ir a www.gires.org.uk

[15]   Ver Roughgarden, 2004. El libro de Roughgarden, Arco iris de la evolución, tiene mucha información útil sobre la diversidad de género en el mundo natural y recompensará una lectura crítica. Sin embargo, también hace algunas críticas del darwinismo, que muchos lectores de esta revista considerarían infundadas.

[16]   La página web de la Asociación Intersex Reino Unido (www.ukia.co.uk) insta a los médicos y a los miembros de la familia de un niño con una condición intersexual aparente a ser prudentes y considerar los intereses a largo plazo del niño. La mayoría de las condiciones no requieren intervención médica urgente.

[17]   Ver, por ejemplo, Lüders y otros, 2009, pero también Fine, 2011, y su libro muy astuto y divertido Delirios de género, en el que echa por tierra lo que ella llama neurosexismo; o Burke, 1996; Cameron, 2008; Fausto -Sterling, 1992, o Jordan -Young, 2011.

[18]   Para una excelente discusión de estos temas ver Satel y Lilienfeld, 2013.

[19]   Atraído por personas de todo tipo de identidades de género.

[20]   Puede argüirse que la sigla debería ser LGBTQI (Q por queer, I por intersexo) pero este artículo utiliza LGBT como el acrónimo más accesible desde la década de 1990, el que es más común en el movimiento obrero y el que hace quizás menos concesiones a los peligros de la política separatista y de identidad.

[21]   Stryker, 2008, es un examen fascinante de la historia transgénero en los últimos 150 años. El inconveniente para los lectores del Reino Unido es que está escrito desde una perspectiva especialmente estadounidense. También está escrito a partir de supuestos generalmente feministas, más que con un enfoque materialista marxista. Véase también Meyerowitz, 2004.

[22]   Stryker, 2008, capítulo 2.

[23]   Stryker, 2008, capítulo 4.

[24]   Por ejemplo, véase Christine Jorgensen autobiografía – Jorgensen, 1967.

[25]   Para una introducción accesible y legible para el concepto de alienación ver Swain, 2012.

[26]   Leslie Feinberg revisa una serie de información histórica y antropológica en su inspirador libro, Los guerreros transexuales, 1996.

[27]   Feinberg, 1996, cataloga numerosas expresiones de variantes de género en las historias de muchas sociedades. Hay fuertes indicios de que muchas sociedades precapitalistas incluían roles respetados y un alto nivel de aceptación de personas género-variantes.

[28]   Whittle y otros, 2007.

[29]   Sydney Morning Herald, 2011.

[30]   Muchos asesinatos son catalogados en el sitio web Recordando a nuestros muertos; hay un Día Internacional de Conmemoración anual el 20 de noviembre, instigado después del brutal asesinato de Rita Hester en EEUU en noviembre de 1998. TransOralHistory.com también merece una visita, ya que registra muchas historias de opresión y resistencia trans.

[31]   Véase, por ejemplo, Norton y Herek, 2012     También el Scottish Social Attitudes Survey, 2010.

[32]   Burchill, 2013.

[33]   Por ejemplo, Protest Transphobia, un grupo de Facebook que ha movilizado protestas y observaciones.

[34]   La película Los chicos no lloran, 1999, protagonizada por Hilary Swank como Brandon Teena, es desgarradora.

[35]   Kimmel, 2011, véase también Kimmel, 2009.

[36]   Ir a www.schools-out.org.uk, una excelente fuente de asesoramiento y materiales.

[37]   Equality Challenge Unit, 2008.

[38]   Además de la autobiografía de Jorgensen, Meyerowitz, 2004, sigue la historia de su vida y analiza el contexto médico y social.

[39]   Stryker, 2008.

[40]   Benjamin, 1966.

[41]   Orr, 2007.

[42]   McGregor, 2011; 2013; Cliff, 1984.

[43]   Lenin, 1990.

[44]   Ver Harman, 1998.

[45]   Marx, 1871.

[46]   Esto está bien analizado en relación con los derechos LGBT por Wolf, 2009, y Dee, 2010.

[47]   Por ejemplo, trabajando con varias organizaciones contra los recortes, como “Queers Against the Cuts” (Queers contra los recortes).

[48]   Feinberg, 1996; Feinberg, 1998.

[49]   Feinberg, 1996, capítulo 10.

[50]   Engels, 1884.

[51]   Varios escritores que han tratado la opresión de las mujeres, entre los cuales Lindisfarne y Neale en un número reciente de esta revista (verano de 2013), han sido desdeñosos o muy críticos con Engels con respecto al origen de la familia. Brown, 2013, y otros escritores feministas marxistas o socialistas han tratado de distinguir entre el supuesto determinismo económico de Engels y el enfoque dialéctico de Marx acerca de la relación entre la humanidad y la naturaleza con respecto a la producción y la reproducción. Si bien hay que reconocer las limitaciones de las fuentes antropológicas de Engels en 1884, su método y conclusiones, diría yo, han sido reivindicados por muchas pruebas y análisis posteriores. Ver Leacock, 1981, como una obra magistral, también Campbell, 2013; la defensa de Engels por parte de Chris Harman, 1995, y Smith, 2013.

[52]   Feinberg, 1996, capítulos 5 y 6; Harman, 1999, capítulos 2-4 en especial.

[53]   Alemán, 1998, Dee, 2010; Wolf, 2009.

[54]   Feinberg, 1996, capítulos 9-11; Harman, 1999, las partes 3 y 4.

[55]   Feinberg, 1996, p25.

[56]   Feinberg, 1996, p29.

[57]   Feinberg, 1996, p23.

[58]   Califia, 1997, capítulo 4.

[59]   Ir a http://gayhistoryproject.epgn.com/

[60]   Katz, 1976.

[61]   Stryker, 2008.

[62]   Por ejemplo, Keshema, 2010; Jacobs, Thomas, y Lang, 1997.

[63]   Feinberg, 1996, capítulo 9.

[64]   Engels, 2009.

[65]   Weeks, 2009.

[66]   D’Emilio, 1993.

[67]   Weeks, 2009; Weeks, 2007; Dee, 2010; Stryker, 2008.

[68]   Benjamin, 1966.

[69]   Kinsey y otros, 1948. Aun así, muchos profesionales de la medicina han seguido preocupándose de cómo distinguir entre el “verdadero” transexual que puede necesitar una intervención médica, del “pseudo-transexual” que puede estar “engañado”, y muchos profesionales de la tradición psicoanalítica han considerado en cualquier caso a las personas trans como homosexuales que se niegan a sí mismos.

[70]   Feinberg, 1996, pp87, 88.

[71]   Dee, 2010; Wilson, 2011. Véase también 2009 la biografía de Sheila Rowbotham de Edward Carpenter.

[72]   Sylvia pertenecía a los Young Lords de Puerto Rico y fundadora junto a Marsha P. Hunt, de STAR, Street Transvestite Action Revolutionaries.

[73]   Feinberg, 1998, p107.

[74]   Es irónico que la organización Stonewall, del Reino Unido siga todavía negándose a abogar por las personas trans y siga siendo una organización firmemente LGB.

[75]   Duberman, 1993.

[76]   Stryker, 2008, capítulo 3.

[77]   Stryker y Silverman, 2005.

[78]   Stryker, 2008, p65.

[79]   Harman, 1988, especialmente los capítulos 4 y 5.

[80]   Un primer ejemplo de esto fue la exclusión de Beth Elliott, cantante transexual lesbiana y activista experimentada, que fue acusada de ser una “violadora del espacio de la mujer” a través de su transexualidad y fue denunciada y vilipendiada por las lesbianas separatistas en 1973. La ingeniera musical Beth Stone fue otro objetivo en 1977. A medida que la derecha política de EEUU recrudeció en aquella época su campaña contra la homosexualidad, algunas feministas radicales desgraciadamente pasaron a ser un grupo aún más marginado.

[81]   Meyerowitz y Rosario, 2004, pp479 -480.

[82]   Ver Raymond, 1979. Ella ataca la autenticidad de las mujeres trans como mujeres y su derecho a ser parte del movimiento feminista. Véase también la respuesta de Sandy Stone- Stone, 1992 Los ecos de esta transfobia persisten entre algunas feministas radicales. La conferencia RadFem del 2012 en Londres excluía a las mujeres que no eran “mujeres nacidas como mujeres”. Esto generó una campaña de oposición de las organizaciones trans y aliadas feministas y el acontecimiento se canceló.

[83]   Foucault, 1981, véase también Wilson, 2008.

[84]   Butler, 1990; Butler, 2004.

[85]   Halifax, 2011.

[86]   Wilson, 2011.

[87]   Crenshaw, 1989.

[88]   Meyerowitz, 2004.

[89]   Gill, 2006.

[90]   Feinberg, 1996, p128

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