Anzar Atrar

Después de varios meses de calma, la protesta popular está repuntando nuevamente en Argelia y es Kabylia quien saca el balón.

De hecho, el movimiento de protesta popular que se llama aquí “hirak”, (un nombre que ha sido dado por los medios de comunicación para evitar la palabra revolución) está disparando aún más las llamadas anónimas lanzadas en las redes sociales, pero también (por cientos) en defensa de los derechos de los presos políticos.

Cientos de manifestantes en Bouira, Tizi ouzou y Bejaia han desafiado las restricciones que ha impuesto el gobierno en nombre de la lucha contra el COVID-19.

Esta vez, las fuerzas de represión reaccionaron con violencia extrema, mediante el uso de botes de gas lacrimógeno e incluso balas de goma para dispersar a las multitudes, según informan ciertos manifestantes.

Está claro que esta violencia tiene como objetivo disuadir a otras regiones de seguir el ejemplo de Kabylia y reconectarse con la protesta popular.

También debe recordarse que el “hirak” comenzó en febrero del año pasado y movilizó a millones de mujeres y hombres en un impulso revolucionario que exigía un cambio profundo en el sistema político del país.

En ausencia de una solución política a los problemas planteados por el Hirak y ante el empeoramiento de la crisis socioeconómica impulsada por la caída del precio del petróleo, es muy probable que la revuelta se extienda pronto por todo el territorio nacional con más intensidad y determinación.

Todos los ingredientes para una verdadera revolución que podría cambiar para siempre el panorama político del país están ahí, lo único que falta es una organización revolucionaria que podría dar dirección y contenido a esta revuelta popular.

¿Se superará este último problema a tiempo para poder apoyar esta revuelta de dignidad?

Los próximos días dirán.


Amine Limam es activista de Kabilia, Argelia, y militante de Marx21