David Robles

La Transición y el Régimen del 78 se forjaron bajo la premisa del olvido de las víctimas de 40 años de dictadura y el perdón de sus culpables, asumiendo las mismas instituciones con los mismos jueces, policías, militares, altos funcionarios y catedráticos universitarios que conformaron el poder durante el franquismo. Además, se impuso un Jefe de Estado, Juan Carlos I, nombrado por deseo del dictador Franco.

La ratificación de la Constitución del 78 blindó la institución de la Corona y el 23 de febrero de 1981 el rey Juan Carlos I tuvo su momento épico fundacional para encumbrarse y perpetuarse. El triunfo por mayoría absoluta del PSOE en el 82, su cierre de filas en torno a la figura del monarca y el abandono de sus principios republicanos, no sólo puso fin a la Transición sino que selló por un largo periodo el debate sobre la forma de la jefatura del Estado, censurándose cualquier crítica a la corona en los medios de comunicación masivos del Estado español por más de 30 años.

Durante años nos habían dicho que el “pueblo español” no era monárquico, que éramos “juancarlistas”. Ahora ya no saben qué decirnos. La institución de la corona se ha demostrado tan corrupta como algunos partidos políticos. Y pese a la protección mediática, judicial y política, los casos de corrupción de la corona no han dejado de aflorar. Por ejemplo, el caso Nóos puso de manifiesto cómo se usaba la institución para favorecer los negocios particulares de miembros de la corona, abriéndose una ola de escándalos en torno a la institución.

Juan Carlos I había intentado confeccionar una imagen de rey “campechano” y cercano al pueblo, pero la realidad no se pudo ocultar por más tiempo. El rey, tras el terremoto político que significó el movimiento 15M y su accidentado viaje en plena crisis de la deuda soberana a Botsuana en 2012, y con objeto de salvar a la monarquía española, acabó abdicando en junio de 2014. Abdicó manteniendo su inmunidad bajo la figura de rey emérito, figura inexistente en la Constitución española. Esta figura de rey emérito carece de valor para diversos juristas. Además, Juan Carlos de Borbón pasó a la jubilación con una considerable asignación monetaria a cargo de los presupuestos del Estado y manteniendo todos los títulos y honores.

65 millones

Un nuevo escándalo desvelado por el rotativo suizo Tribune de Genève a principios de marzo de este año ha puesto, de nuevo, en jaque a la institución de la corona: la realización de una transferencia en agosto de 2008 a una fundación controlada por Juan Carlos de Borbón, supuestamente como pago de una comisión de 100 millones de euros por su intermediación con grandes constructoras españolas para la construcción del AVE a la Meca. 65 de esos 100 millones fueron posteriormente transferidos a una cuenta de la amiga del rey emérito, empresaria, y aristócrata Corinna Larsen, justificándose, en un principio, como una donación por el gran cariño que el rey emérito tenía al hijo de la empresaria.

Es en este punto donde la historia con Corinna Larsen se vuelve truculenta, entrando en juego los servicios secretos españoles, con su director de entonces a la cabeza, Félix Sanz Roldán, un oscuro comisario, Villarejo, con sus grabaciones secretas a la empresaria alemana publicadas en un dudoso medio de comunicación, OK Diario; el allanamiento del apartamento de Corinna Larsen con regalo incluido de un libro sobre la muerte de la princesa Lady Di… Todo al puro estilo Corleone y veladas amenazas realizadas, supuestamente, por el CNI. Para terminar con las fiscalías anticorrupción, tanto de Suiza como del Estado español, investigando el origen de las transferencias millonarias a paraísos fiscales.

Felipe VI, recién ascendido al trono, carente de la personalidad de su padre y sin un relato como el de la Transición y el golpe de estado del 23 F, necesitaba legitimar su reinado. Se trata de un rey socialmente muy alejado de su generación y de la posterior, pese a estar estas generaciones tan bien formadas como él. Parte de su generación se vio, y aún se ve, obligada a emigrar para trabajar, a compartir piso por no poder acceder a una vivienda digna, y a padecer la temporalidad y la inestabilidad laboral. La fractura social entre parte de la ciudadanía con Felipe VI está servida.

Felipe-VI-mensaje-coronavirus

Soberbio

Pronto, la imagen de heredero, el mejor preparado en la historia de la monarquía española, se vio ensuciada, poniéndose de manifiesto su carácter agrio, antipático y, sobre todo, soberbio. Intentó crearse su propio momento épico fundacional aprovechando la crisis territorial en Catalunya durante el otoño del 2018. Igual que su padre la noche del 23 F, Felipe VI compareció ante las cámaras, pero vestido de civil, 2 días después del referéndum del 1 de octubre en Catalunya. Su aparición fue un rotundo fracaso. A parte de romper la neutralidad política de la corona recogida en la Constitución, tomó partido por una parte olvidándose de las víctimas de las cargas policiales, con un discurso lleno de reproches al pueblo catalán y completamente falto de empatía. Se granjeó las críticas de gran parte de la izquierda y de los partidos nacionalistas. La fractura política entre la monarquía y parte de los partidos políticos también estaba servida.

Último capítulo (por ahora). Pese al constante intento de la monarquía española por limpiar su imagen y de darnos constantes lecciones de ejemplaridad y transparencia, la realidad volvió a imponerse. El diario The Telegraph desveló que Felipe VI estaba vinculado como beneficiario de la fundación Lucum, responsable de uno de los fondos secretos panameños que recibieron 65 millones de euros provenientes de comisiones por la mediación de su padre en las obras del AVE a la Meca. Además, el actual monarca conocía su existencia y su propia relación con el fondo desde hace más de un año.

Ante este último escándalo, Felipe VI ha intentado salvar lo que queda de la corona renunciando a la herencia económica, pero no a la política, de su padre. Además, le ha retirado la asignación anual de 194.232 euros que recibía del Estado. Aunque tarde, diversos medios de comunicación se hacen eco del escándalo y se impulsan varias iniciativas para la creación de una comisión de investigación parlamentaria, bloqueadas por el PSOE.

En plena pandemia del coronavirus, la nueva aparición del monarca en televisión, sin una sola mención al escándalo de corrupción que le persigue, ha sido contestada con una considerable cacerolada desde las terrazas y balcones que duró más que su discurso paternalista, plano y cargado de estereotipos.

Sabemos que saldremos de la crisis del coronavirus de la misma manera que sabemos que, más pronto que tarde, deberemos enfrentarnos al virus de la corona que ha infectado a toda la institución, imposibilitando, a estas alturas, cualquier nuevo cordón sanitario que la salve.


David Robles es militante de Marx21 Sevilla