Folleto Marxismo y feminismo hoy

Marx21

1. La decisión de Izquierda Unida (IU) de expulsar al Partido Feminista de España, por “mantener posiciones contrarias a las aprobadas en los órganos de IU” respecto a las personas trans, ha levantado fuertes debates. Marx21 como red de activistas anticapitalistas no forma parte de IU, pero nos parece normal que una organización política —incluso una coalición plural— quiera defender sus principios: en este caso insistir en la solidaridad con las personas trans frente a la opresión. Que IU haya decidido, por estas importantes diferencias, que el Partido Feminista de España debe buscar su propio camino fuera de IU no supone censura, es sólo un poco de coherencia.

2. Se ha comentado, y con razón, que IU no ha actuado de la misma manera ante actitudes islamófobas, presentes no sólo en el Partido Feminista de España, sino también en otros muchos sectores que siguen dentro de la coalición. Por otro lado, la misma idea de superar la influencia de las ideas estalinistas dentro de IU parecería utópica. Es decir, no es un espacio libre de ideas retrógradas, pero se debe reconocer que hay gente dentro de IU que lucha para mejorar las cosas, y la decisión adoptada en defensa de las personas trans es un paso adelante.

3. Las declaraciones y los debates no ocurren en un vacío. Sabemos que los partidos de extrema derecha hacen campañas contra lo que llaman la “ideología de género” y contra los derechos de las personas trans. Aquí van algunas declaraciones en este sentido: “se están desarrollando diversas estrategias organizadas por el lobby gay y sus acólitos, dirigidas a imponer en la sociedad el discurso queer”; “Hemos de controlar seriamente la ideología que se imparte a nuestros adolescentes, porque se está induciendo a ese sector de edad a desear cambiar de sexo como un capricho o una moda, y permitiremos que un número importante de ellos esté siendo desviado hacia la enfermedad mental y las mutilaciones genitales y corporales…”, etc. Se pueden encontrar más ejemplos parecidos en las declaraciones de VOX, pero las citas de arriba no son de VOX sino que provienen, respectivamente, de un comunicado del Partido Feminista y de un artículo de su dirigente, Lidia Falcón, en defensa del “pin parental”. Las posiciones defendidas por este grupo sobre el tema trans, igual que sobre el islam y el hiyab, se hacen eco de las que promueve la extrema derecha.

4. Dicho esto —y dejando aparte el caso especial de Lidia Falcón y su Partido Feminista de España— es innegable que bastantes feministas, incluyendo a algunas que llevan décadas combatiendo la opresión de las mujeres, sienten fuertes reticencias ante algunos argumentos y reivindicaciones de algunos grupos trans. Responder a estas preocupaciones con el término algo despectivo “TERFs” —las siglas en inglés que significan “Feminista Radical Trans-Excluyente”— no es productivo. (Y ya hemos visto que algunas feministas también han insultado a activistas trans.) Habrá algunos puntos donde será más fácil llegar a consensos, en otros costará mucho, pero es esencial buscar el acercamiento. Los temores ante la idea de “hombres que se despiertan diciendo que son mujeres” y quieren entrar en “espacios seguros de mujeres” suelen reflejar bulos, más que hechos reales. La izquierda consecuente debe dedicar cierto tiempo al diálogo, siempre que sea posible, e intentar ofrecer explicaciones convincentes a las feministas que realmente están preocupadas. Sin embargo, al final será sólo la experiencia real —el hecho de ver que reconocer los derechos trans no conlleva ningún desastre para los derechos de las mujeres— la que permitirá superar estos temores. En todo caso, este esfuerzo no puede significar dejar de defender los derechos de las personas trans.

5. Un elemento central en los argumentos de estas feministas parece ser la defensa de una visión esencialista —se supone que biológica— de quién es y no es mujer, desde el nacimiento. Sin embargo, el cuestionamiento de este esencialismo no viene sólo del posmodernismo —una visión que comentaremos más abajo— sino de la ciencia misma, de la biología del sexo. Anne Fausto-Sterling —catedrática de Biología y Estudios de género en la Universidad Brown, EEUU, nada menos— resume los hechos de manera breve pero clara en el artículo “Por qué el sexo no se limita a ser mujer u hombre”. Explica que “al nacer, un bebé tiene cinco capas de sexo… [y estas] capas pueden entrar en conflicto entre sí, una siendo binaria y la otra no: un bebé que tiene cromosomas XX puede nacer con un pene, y una persona que tiene cromosomas XY puede tener una vagina, etcétera. Este tipo de discrepancias frustran cualquier plan de asignar el sexo como hombre o mujer, de manera categórica y a perpetuidad, tan solo mirando los genitales de un recién nacido.”

6. Esta dificultad para definir exactamente quién es, y quién no es, una mujer no debe ser un gran problema para poder combatir la opresión de las mujeres, una opresión evidente e innegable. Es que tampoco existe ninguna definición objetiva o fija de cuáles personas son “negras” y cuáles “blancas”. Por un lado, porque las razas no existen en términos biológicos; por el otro, porque una persona que en América Latina cuenta como “blanca” puede descubrir que en Europa se le ve como “negra”. Aún así, está ampliamente reconocido en los movimientos sociales que el racismo existe y que hay que combatirlo. Fue el surgimiento del racismo —con el colonialismo y la esclavitud comercial a gran escala— el que dio lugar al concepto de razas, no al revés. Hace mil o dos mil años no existía tal cosa como “la homosexualidad”, sólo prácticas sexuales diversas. Fue la imposición de normas (hetero)sexuales, sobre todo a partir del s.XIX y desde Europa, la que creó la homofobia, y a partir de aquí la categoría de “personas homosexuales”. La opresión de las mujeres es mucho más antigua, y surgió inicialmente en base a percibidos aspectos biológicos de las mujeres, en el contexto de las primeras sociedades de clase. Ahora, sin embargo, la opresión es un hecho social que ya no depende directamente de las capacidades laborales o reproductivas de cada mujer. Y sobre todo, igual que con el racismo y las “razas”, la idea binaria de dos sexos totalmente separados es un producto de esta opresión, no su causa.

7. Los argumentos esbozados arriba nada tienen que ver con el abandono de la realidad objetiva y material, a favor de una obsesión con el discurso y las apariencias —es decir, el idealismo en el sentido filosófico— que caracteriza al posmodernismo. Éste no es el lugar para un análisis serio del posmodernismo. Ya en 1989, Alex Callinicos, destacado militante de nuestra organización hermana en Gran Bretaña, el Socialist Workers Party, escribió el libro Contra el posmodernismo: una crítica demoledora de las pretensiones de esta corriente. Simplificando mucho, sugiere que la derrota de la ola revolucionaria alrededor de 1968 dejó a una parte de sus participantes buscando refugio dentro del sistema, a menudo en las universidades. Y su desencanto con el “marxismo” —normalmente más bien algún tipo de estalinismo— los llevó a denunciar cualquier intento de explicación general del mundo. Sea como sea, parece cierto que algunos de estos sectores —y ahora de sus herederos intelectuales— han promovido las ideas de “teoría queer” y visiones idealistas en muchos campos. Y muy posiblemente —como parte del abandono de la idea de lucha social y de poder realmente cambiar el mundo— algunas personas en este entorno se dedican a cambiarse a ellas mismas, más como acto de consumo o de ocio que no de lucha. Sin embargo, una persona europea acomodada que tiene un entorno que le permite vivir sin grandes problemas un género cambiante y/o no binario no es nada representativa de la gente trans del mundo. Asimismo, la existencia de personas trans, no es producto de la teoría posmoderna, ni de ninguna otra teoría.

8. Según la activista trans —y marxista revolucionaria— Laura Miles, “Igual que la sexualidad, nuestra identidad de género es una realidad con fuertes raíces, no un ‘capricho’ o una ‘sensación’: emerge a través de complejas interacciones entre nuestro sentido de identidad, nuestro físico y como nosotros percibimos ambos, como nos perciben los demás y nuestras circunstancias materiales.” Si la identidad de género surgida de este proceso choca con el sexo asignado (de forma bastante arbitraria) al nacer, entonces la persona afectada sufre disforia de género. En una sociedad sana, no habría roles de género impuestos, con lo cual posiblemente nadie sentiría la necesidad de cambiar de uno a otro. Pero vivimos en una sociedad donde estos roles rígidos sí existen, y debemos defender el derecho de las personas a cambiar de rol si así lo quieren.

9. Como se ha comentado arriba, la persona con una carrera de éxito en el entorno académico posmoderno no es para nada representativa de la gente trans. Igual que la población en general, la mayoría de las personas trans son de clase trabajadora. Como tales, sufren los problemas materiales de esta clase, con el añadido de la opresión por ser trans. Podemos leer en El Periódico —que no es una publicación posmoderna— que “la exclusión laboral es algo muy presente para los colectivos transexuales”… “Muchas hacen la calle porque… es muy difícil encontrar trabajo”. Según otro informe sobre gente trans: “De la muestra estudiada, un 81,75% sufrió algún tipo de agresión física a lo largo de la vida, un 31,16% percibió discriminación en el ámbito laboral y un 22,84% tuvo al menos un intento de suicidio.” Hay muchos más datos para quienes quieran consultarlos. Por otro lado, también hay personas trans en todo el sur global. El País informó de una persona transgénero china de 63 años que se siente mujer desde los diez, que vive en un pueblo rural para poder “vivir tranquila en un país donde cambiar de sexo es un problema”. Otro artículo en El País, titulado “La tortura de ser transexual en Latinoamérica”, explica que “En Brasil, la esperanza media de vida del colectivo es de 35 años. Honduras contó 21 asesinatos en seis meses.” Es decir, ridiculizar las reivindicaciones de la gente trans como un si fueran una pantomima posmoderna supone dar la espalda a millones de personas de clase trabajadora, sobre todo en los países del sur, que sufren una opresión terrible. Lo que sí se podría decir es que las teorías fashion posmodernas tampoco tienen mucho que decir sobre la realidad vivida por la mayoría de las personas trans del mundo. Para esto, hace falta otra visión muy diferente.

10. Las ideas más extendidas en los movimientos contra las opresiones se centran en la identidad, en la idea de que las personas de tal o cual grupo deben liderar tal o cual lucha contra la opresión. Como idea general, tiene sentido, las personas directamente oprimidas deben jugar un papel clave en estas luchas. El problema llega cuando se quiere poner controles sobre quién puede y quién no participar activamente en estas luchas, en función de su identidad: efectivamente hacer de policía fronteriza. La visión interseccional intenta resolver el tema mediante la combinación de diferentes identidades, por ejemplo considerando que una mujer negra vive dos opresiones que interactúan entre sí. Pero la frontera entre identidades sigue siendo un factor clave y, como se ha comentado arriba, la división binaria entre identidades es en sí arbitraria, por no decir falsa. El debate acerca de si las mujeres trans “realmente” son mujeres está tan reñido porque, para algunas personas, lo que está en juego son los espacios de control y liderazgo. Como escribió Miriam Solá García en Pikara: “El feminismo en sí mismo se ha convertido en un campo de batalla, hay una pugna por su significado. Demasiados intereses en definir su sentido y su dirección, en sacarlo de las asambleas y en arrancarle su autonomía y su pluralidad, en intentar clausurarlo para desactivarlo… se trata sobre todo de intereses partidistas, y de clase, de mujeres ligadas fundamentalmente al PSOE, aunque no sólo, que necesitan el feminismo para reforzar su posición de poder en el partido o en las instituciones”. La alternativa sería dejar de intentar imponer una identidad homogénea y única con la que todo el grupo oprimido se deba conformar. La misma autora había escrito ya en 2009 que “la relativización de las identidades no socava la capacidad de acción del movimiento feminista ni contribuye a la invisibilidad de las mujeres. Estos colectivos son una muestra de que el feminismo puede operar como lucha política sin un sujeto que sea único y constante”.

11. En todo caso, la visión y las estrategias que defendemos en Marx21 parten de bases muy diferentes. Se analizan las opresiones como parte de un sistema capitalista. No se trata en absoluto de hacer una reducción mecánica diciendo que lo único que importa es la lucha salarial en la fábrica. Es más bien una visión que se puede resumir brevemente de esta manera. Primero, que las luchas por reformas y avances puntuales son importantes, pero no se puede eliminar la opresión de las mujeres, o el racismo, o la opresión trans, dentro del capitalismo. Segundo que para superar el capitalismo, hace falta la lucha de la clase trabajadora, y en última instancia, una revolución socialista desde abajo. Tercero, que la clase trabajadora es muy diversa, en términos de género, origen, religión, orientación sexual… y que estas diferencias pueden servir al sistema capitalista para el juego de “divide y vencerás”. Sin embargo, la unidad de clase no se puede forjar en base a ignorar las opresiones que producen estas diferencias, sino sólo defendiendo la lucha unitaria contra cada opresión. Estas luchas están objetivamente en el interés de toda la clase trabajadora, porque van contra diferentes elementos del sistema que nos explota a toda la clase, y que oprime de diferentes maneras a la gran mayoría de esta clase.

12. Así que ante la transfobia, hay que trabajar para superar las peleas internas dentro de los movimientos. Como escribe Laura Miles: “La opresión a las mujeres y a la opresión a la gente trans son endémicas de las relaciones de clase capitalistas y de la familia nuclear… Para conseguir la liberación trans y de las mujeres necesitamos frentes unitarios, aquí y ahora, que promuevan una lucha conjunta.” Una visión de clase nos puede ayudar a ver estos intereses compartidos. Por otro lado, la gente trabajadora tiene el poder potencial para realmente cambiar el mundo, no sólo cambiar el lenguaje utilizado para describir las opresiones. Pero esto pasa por abandonar las visiones trasnochadas del “marxismo” promovidas desde el estalinismo, y recuperar el espíritu liberador del marxismo revolucionario. Así lo expresó Lenin en 1902: “La conciencia de la clase obrera no puede ser una verdadera conciencia política si los obreros no están acostumbrados a hacerse eco de todos los casos de arbitrariedad y de opresión, de todos los abusos y violencias, cualesquiera que sean las clases afectadas”. Éste es el espíritu que intentamos aplicar en Marx21; si te interesa, puedes ver más de lo que pensamos, y por lo que luchamos, aquí.