Nikos Lountos

El bipartidismo tradicional se ha derrumbado en las elecciones celebradas en Irlanda el 8 de febrero. Los dos partidos que han monopolizado el poder durante 100 años han caído hasta el 43% entre las dos formaciones. En cambio, el Sinn Féin ha salido el primer partido, con un 24,5% de los votos, casi 11 puntos por encima del resultado obtenido en 2016. De 295 mil votos en 2016 a 535 mil. Ha sido una gran sorpresa incluso para la dirección del Sinn Féin. Si hubiera presentado más candidatos, habría alcanzado muchos más diputados, pero no preveía tal éxito.

El resultado es una señal muy clara de la situación política en la Unión Europea. Supuestamente, Irlanda es el ejemplo más importante de recuperación posterior a la crisis económica. De ser un “tigre celta” llegó al fondo del pozo en 2007-2010, vio su PIB reducido en un 21%, el gobierno rescató a los bancos, intensificó los ataques con una ola de recortes y, finalmente, llegó la Troika a finales de 2010 concediendo un préstamo de 85 mil millones de euros. Irlanda fue presentada como el mejor ejemplo, imponiendo las medidas que exigía el memorándum, de tal manera que a finales de 2013 el gobierno anunció que saldría del memorándum. Fue el primer país en aceptar los memorándum que pudo regresar a los “mercados”. Por supuesto, el gobierno se comprometió a continuar la austeridad sin memorándum. Y desde 2014, la “recuperación” comenzó oficialmente, el PIB aumentó, la deuda cayó, el desempleo disminuyó… Si miramos sólo los números, son impresionantes: el PIB aumentó de 222 mil millones de dólares en 2010 a 375 mil millones en 2018.

Uno esperaría, ya que la crisis financiera ahora se presenta como un hipo que ha pasado, que la crisis política siguiera el mismo camino. Pero las cosas han ido por otro lado y lo que se está registrando es una crisis política mucho más profunda. Y un giro hacia la izquierda.

En primer lugar, porque la recuperación no ha cambiado la vida de la gente común. La crisis en el sector de la alta tecnología destruyó muchos empleos con salarios relativamente buenos, mientras que la reducción del desempleo, que ahora están celebrando los de arriba, es de empleos mal remunerados y precarios. Mucha menos gente puede ser propietaria de una vivienda, pero el boom inmobiliario ha disparado los precios del alquiler. En el centro de Dublín, los alquileres promedio son de unos 2.000 € al mes, y cuando estalló la última burbuja eran de unos 1.500 €. Estas condiciones han triplicado las personas sin techo en los últimos 5 años, en tiempos de “recuperación”. Otra parte de la mentira de la recuperación está en los mismos números macroeconómicos. El capitalismo irlandés continúa su estrategia de “desarrollo” siendo un imán para multinacionales al ofrecerse como paraíso fiscal. Por lo tanto, el PIB se explica porque las multinacionales declaran a Irlanda como sede fiscal, pero de hecho, muchas veces no invierten ni contratan personal.

En segundo lugar, las personas no vivieron pasivamente durante la crisis. Hubo movimientos de masas que hicieron que mucha gente mirara hacia la izquierda. La lucha contra la privatización del agua llevó a cientos de miles de personas a las calles. Se convirtió en la batalla por excelencia contra la Troika y el gobierno, y ganó. Tuvieron que retirar los contadores y olvidarse de cobrar el agua en los hogares. Durante el mismo período, tuvieron lugar batallas políticas con victorias. En 2015, el 62% votó en un referéndum a favor del matrimonio igualitario, que ahora se ha convertido en ley. En 2018, el 66% votó por el derecho al aborto, rompiendo una prohibición muy reaccionaria en un país supuestamente dominado por la Iglesia Católica. En mayo pasado, el 82% votó a favor del derecho al divorcio sin las restricciones impuestas por la Constitución hasta entonces (las parejas tenían que vivir separadas por un tiempo antes del divorcio).

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Y tercero, ninguno de los partidos políticos que gestionaron el capitalismo irlandés logró escapar de la ira que se estaba acumulando. Fianna Fáil, que gobernaba cuando estalló crisis y firmó el memorándum con la Troika, cayó un 24% en las elecciones de 2011. Pero el otro polo del bipartidismo, Fine Gael formó un gobierno con el respaldo del Partido Laborista. Un partido que parecía ser uno de los ganadores de la crisis (había aumentado casi un 10% y entró como una cuña entre las dos fuerzas del bipartidismo). ¿Y cuál fue el resultado de aquél gobierno? En 2016, el Partido Laborista cayó al 6,6% y ahora al 4,4%. Lo que vino después fue un gobierno minoritario de Fine Gael con el apoyo de Fianna Fáil. Los dos pilares del sistema se ataron entre si y continuaron perdiendo.

Ahora, tienen que enfrentarse a la llegada de Sinn Féin al centro de la escena política. Les gustaría continuar tratándolo como un fenómeno político “extremo”, el ala política del IRA como lo llaman. Pero se ha convertido en primera fuerza. Y saben que a pesar de las peculiaridades de la historia irlandesa, el papel político del Sinn Féin no es sustancialmente diferente al de los partidos reformistas de izquierdas en otros países (Podemos incluido). La gente votó al Sinn Féin buscando responder al bipartidismo desde la izquierda. El sistema electoral irlandés confirma esta evaluación. Los votantes en Irlanda tienen la oportunidad de votar todas sus opciones por prioridad, de modo que si no obtienen el diputado que desean, su voto pasa a la segunda preferencia. Las preferencias de los votantes de Sinn Féin van mayoritariamente a la izquierda. Los Verdes también  han salido ganando, con un 7%, mientras que la alianza anticapitalista Solidarity-People Before Profit, que incluye a la Socialist Workers Network (organización hermana de Marx21 en Irlanda), ha sacado cinco diputados. A pesar de la presión electoral que recibieron por el ascenso del Sinn Féin, pudieron ser elegidos gracias a las segundas preferencias de voto.

Si se formara un gobierno con el Sinn Féin, la clase dirigente de Irlanda tendría, por primera vez desde la independencia del país, que asumir un gobierno donde la voz cantante no fuera de uno de sus partidos tradicionales. Y eso, en medio de las condiciones en las que el capitalismo irlandés tiene que lidiar con las consecuencias impredecibles del Brexit, mientras la gente declara no estar dispuesta a continuar pagando las consecuencias de la crisis y de la “recuperación”.

La dirección del Sinn Féin está dispuesta a mostrarle a la clase dominante que no deben tener miedo. En su comunicado, People Before Profit ha pedido al Sinn Féin que no busque alianzas con los dos partidos del bipartidismo: “Estamos viviendo un terremoto político. La derecha tiene una tarea muy difícil por delante. Expresar la ira en las urnas es importante, pero para convertir la ira en acción necesitamos movilización. Necesitamos un gran movimiento por la vivienda, la sanidad y las pensiones. Comencemos una verdadera batalla para llevar la edad de jubilación a los 65 años. El futuro está amaneciendo para la izquierda. Pero nos mantendremos firmes en nuestra promesa, al Fianna Fáil y al Fine Gael ni agua”.


Nikos Lountos es militante de Marx21 en Andalucía