Gabi Engelhardt era activista opositora de izquierdas en la antigua Alemania del Este (RDA). Actualmente participa en el movimiento unitario “Aufstehen gegen Rassismus” (“En pie contra el racismo”) y milita en la red Marx21, una corriente anticapitalista dentro del partido Die Linke (La Izquierda).

¿Qué piensan los testimonios y los protagonistas de la caída de la RDA en Chemnitz sobre esa época y lo ocurrido desde entonces? Michael Müller, de Freie Presse, habló con Engelhardt sobre estas cuestiones.


Freie Presse: Sra. Engelhardt, en otoño de 1989 tenía usted 20 años, era madre soltera y ya había tenido problemas laborales por razones políticas. ¿Que había sido la RDA para usted entonces?

Gabi Engelhardt: Mi patria. Pero veía ese Estado de forma muy crítica: el hecho de estar encarcelada, el espionaje, la falta de autodeterminación… eso no era socialismo para mí. Por eso dimití de la FDJ (Freie Deutsche Jugend, lit.  “Juventud Alemana Libre”) y los FDGB (Freier Deutsche Gewerkschaftsbund, lit. “Sindicatos Libres Alemanes”) y nunca fui a votar. Perdí mi trabajo y tuve que mantenerme a mí y a mis hijos con trabajos mal pagados.

¿Pertenecía usted a un grupo de oposición?

Al principio fui activa en un grupo ecologista y por la paz, al amparo de la iglesia. En primavera de 1989 fundamos la Linke Initiative (Iniciativa de Izquierda) en Karl-Marx-Stadt, que en otoño del mismo año se unió a la Vereinigte Linke (Izquierda Unida), una organización suprarregional. Uno de nuestros eventos en julio de 1989 fue en torno a la masacre de la Plaza de Tiananmen en Pekín.

¿Alguna vez pensó usted en abandonar la RDA?

No. Queríamos una RDA diferente, mejor, un socialismo con rostro humano que mereciera su nombre. Había muchas personas que pensaban así, en aquel entonces.

¿Cuándo sintió usted por primera vez que el país iba a cambiar?

Sentimos, sin lugar a duda, que el aumento de la presión política y económica y el impulso por la reforma en todo el bloque del Este impedían que las cosas siguieran igual. Pero, cuando tenía siete años, vi desfilar por mi pueblo los tanques rusos que aplastarían la Primavera de Praga. Más tarde, cuando el sindicato de Solidárnosc declaró la huelga en Polonia, se estableció allí la ley marcial. La revuelta de los estudiantes en China en 1989 fue ahogada en sangre, con los aplausos de Egon Krenz. Por eso creí al principio que, si alguien se rebelaba aquí, los tanques volverían a desfilar.

A pesar de ello, ¿siguió usted defendiendo la idea de socialismo?

Cuando en 1979 pude visitar con unos amigos al crítico del régimen Robert Havemann en Grünheide, cerca de Berlín, me sorprendió que tuviera un busto de Lenin en su mesa. Fue entonces que me centré más intensivamente en ello, y en las contradicciones que se podían encontrar en todas partes en la RDA.

¿Con qué resultado?

Lo que teníamos era estalinismo, no socialismo. Se hablaba mucho de solidaridad e internacionalismo, pero los trabajadores de Hungría, Vietnam o Mozambique estaban aislados y sufrían la discriminación de los locales, desde la entrada a la discoteca hasta el confinamiento en barracones de algún tipo, pasando por abortos forzosos entre las mujeres vietnamitas.

¿Como fue su otoño de 1989?

Estuve allí el 7 de octubre, en la primera manifestación desde el centro de convenciones Luxor a Zenti [la estación central]. Más tarde me senté en la mesa redonda de la Vereinigte Linke. El grito de “Wir sind das Volk!” (lit. “Somos el pueblo”) era auto-empoderador frente al régimen. En cambio, ese eslogan tal como lo han revivido hoy día es excluyente.

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Pronto la reunificación se convirtió en un problema más y más importante. ¿Cómo se sintió usted al respecto?

Sigo considerando la caída del muro como nuestro éxito. No se lo debemos a Schabowski con su nota, sino a la presión de las calles. Pero entonces los eventos se sucedieron…

…y ya no se hablaba de reformar el socialismo.

La llamada a la reunificación era una expresión del ansia por una vida mejor. Pero “Wir sind ein Volk!” (lit. “Somos un solo pueblo”) me resultaba difícil de aceptar, al principio. Apenas empezábamos entonces a hablar de una RDA reformada: codeterminación en las empresas, una nueva constitución, la disolución de la Stasi. No queríamos convertirnos en la mano de obra del Oeste.

¿Cuál fue el mayor error en la reunificación?

Fue demasiado deprisa. No estábamos suficientemente organizados como para hacer propuestas viables por nuestra cuenta. Después de las elecciones al Volkskammer  (Cámara del pueblo) en marzo de 1990, era importante para nosotros que los bienes de la gente y los frutos de sus éxitos estuvieran a salvo. Cuando se introdujo el marco alemán, hubo muchas discusiones sobre la tasa de cambio. Yo quería 1:1.

¿Cuándo estuvo usted en el Oeste por primera vez?

En diciembre de 1989, en Berlín del Oeste.

Después de 1990, muchos negocios cerraron y mucha gente se quedó sin trabajo. ¿Cuál fue su experiencia en esos tiempos?

Sobre todo, recuerdo luchar contra el cierre de empresas. De nuevo había manifestaciones los lunes y huelgas contra la Agencia Fiduciaria en Karl-Marx-Stadt. No se vislumbraban los “paisajes florecientes” de los que hablaba Kohl. [NdT: La Agencia Fiduciaria, Treuhand, fue el centro de la transformación económica de la antigua RDA en la reunificación, con una brutal ola de privatizaciones. Éstas provocaron la pérdida de casi 3 millones de puestos de trabajo en el Este.]

¿Se cumplieron sus esperanzas de 1989?

Luchamos por muchos derechos democráticos. Pero muchas exigencias siguen sin cumplirse. En el Este, los sueldos siguen siendo más bajos y la gente trabaja más horas; las condiciones de trabajo son mucho más precarias aquí.

¿Su deseo para el futuro?

Una sociedad abierta sin nuevos muros ni fronteras. Que afrontemos los problemas humanos juntos – Este y Oeste, nacionales y extranjeros –, ya sea el cambio climático, la justicia social o la democracia. Y que no dejemos que Höcke y los suyos corrompan el significado de la ruptura que se produjo en otoño de 1989.

Nota sobre Gabi Engelhardt

Nacida en el Erzgebirge en 1961, se fue a vivir a Karl-Marx-Stadt (actual Chemnitz) con sus padres a los 13 años. Hizo el Abiturzeugnis (Selectividad) en el instituto Friedrich-Engels. Tras la caída de la RDA, estudió inglés, literatura e historia. Se unió al partido de izquierdas Die Linke en 2007, a través de la “Wahlalternative Arbeit und Soziale Gerechtigkeit” (Alternativa electoral de trabajo y justicia social). Tras estar de baja seis años, en septiembre de 2019 se unió otra vez a Die Linke, donde participa en la red interna anticapitalista, Marx21. Es también una activista clave en Chemnitz del movimiento unitario contra el racismo y la extrema derecha, “Aufstehen gegen Rassismus”.


Entrevista original en alemán: https://www.freiepresse.de/chemnitz/ich-bin-in-der-ddr-nie-waehlen-gegangen-artikel10664031

Traducida por Pablo Pérez Martín. Revisada por Isaac Salinas