Folleto Marxismo y feminismo hoy

Marina Morante

En los últimos años, se ha consolidado un nuevo patrón de explotación basado en la precariedad, la inestabilidad laboral y los recortes en derechos sociales, laborales y democráticos. Este proceso ha sido especialmente intenso en los países que antes tenían cierto “estado del bienestar”, como es el caso de la Europa occidental, donde se ha impulsado en el marco de los planes de ajuste de la Unión Europea. La profundización de la explotación se ha retroalimentado de la profundización de las estructuras de opresión, tales como el machismo o el racismo.

El capitalismo ha precisado del machismo para aplicar sus planes de ajuste y, a su vez, el machismo se ha visto fortalecido por los criminales niveles de explotación. En otras palabras, por ejemplo, que las tareas domésticas estén desvalorizadas favorece la consolidación de la subcontratación en sectores como el hotelero, véase el caso de las Kellys. Por otro lado, las subcontratas, entendidas como promotoras de precariedad, contribuyen al fenómeno de la feminización de la pobreza.

Así pues, lejos de los postulados de las teorías postfeministas, las cuales afirmaron la conquista de la “igualdad”, se confirma uno de los principales supuestos del feminismo de clase o anticapitalista: no es posible el fin de ningún sistema de opresión bajo el sistema capitalista, los derechos conquistados pueden ser recortados al servicio de los intereses de las clases dominantes.

El machismo sigue siendo una estructura brutalmente violenta, la cual golpea a las mujeres de forma desigual según otras condiciones sociales (como la orientación sexual, género, clase o “raza”).

Ningún ataque sin respuesta

Los estallidos sociales y las respuestas populares no obedecen a una lógica objetiva. En ocasiones, las situaciones de explotación y opresión son profundas pero la respuesta no está presente. En los últimos años, las mujeres sí han sido protagonistas de las respuestas políticas en las calles.

La violación cometida por la mal-llamada “manada” en el contexto de los Sanfermines (Navarra), fue respondida mediante una oleada de movilizaciones masivas, protagonizadas, principalmente, por mujeres jóvenes. Las calles corearon contra la violencia machista y en pro de la respuesta colectiva, con consignas como “la manada somos nosotras”. Actualmente, las estadísticas mencionan que las violaciones grupales han aumentado considerablemente. Sin ánimo de negarlo, también es cierto que las movilizaciones han contribuido a visibilizarlas y ponerlas en el centro de debate público. La respuesta en las calles ha construido un relato contrario a la impunidad machista del sistema judicial.

La respuesta a la sentencia de la manada junto con el movimiento #MeToo han sido los precedentes para la masificación de las movilizaciones del 8 de marzo, el cual se está construyendo en lógicas de “día de paro internacional”. La atribución de este nuevo sentido recupera su origen de clase y, el hecho de que se trabaje en un marco internacional, puede favorecer que se comprenda junto con otras reivindicaciones como las ligadas al movimiento antirracista o LGBTI+.

El auge de VOX también ha sido uno de los principales fenómenos políticos que ha impactado en la política del Estado español. Los primeros resultados políticos cualitativos, en las elecciones autonómicas de Andalucía, fueron respondidos con movilizaciones en todas las principales ciudades y pueblos. Nuevamente, el principal agente político fueron las mujeres jóvenes. Las mujeres jóvenes trabajadoras y también migrantes son protagonistas de movimientos como el estudiantil o el de defensa de la vivienda frente a la amenaza de la gentrificación.

En conclusión, podemos decir que estamos viviendo un auge del feminismo, nacido para hacer frente a la profundización de la opresión, en el cual hemos tomado un espacio visible, poniéndonos a la cabeza, no sólo del movimiento feminista sino también de otras luchas como el antifascismo.

Un movimiento con limitaciones en el cual intervenir

El auge del movimiento es sin duda una buena noticia para todas aquellas que deseamos cambios estructurales a nivel global. Aún así, no podemos pecar de ingenuidad. El movimiento feminista actual tiene ciertas limitaciones que deben ser superadas.

Las compañeras antirracistas saben, mejor que nadie, que el feminismo sigue reproduciendo otras opresiones en su seno, como el racismo. En el contexto de movilizaciones contra el caso de “la manada”, se destapó el caso de violaciones y secuestros de compañeras jornaleras marroquíes por parte de sus patrones, en el marco de la recogida de la fresa. La respuesta, a pesar de la gravedad y la aparición en prensa, fue escasa y protagonizada principalmente por el movimiento antirracista.

Por otro lado, es sabido que el movimiento feminista nunca se definió con una única ideología. Más bien, está conformado por ideologías múltiples que incluso pueden llegar a ser contradictorias. El movimiento que pone en jaque el capitalismo, la cisheteronorma y el colonialismo es intrínsecamente contrario al emergente capitalismo rosa y las teorías del empowerment, basadas en colocar a mujeres en situaciones de y con poder económico, político o social dentro de las estructuras actuales.

Las camisetas feministas de Inditex, producidas con la explotación y opresión de otras mujeres del sur global, no son el camino a la emancipación. Tampoco es garantía de mejores condiciones que más mujeres ocupen espacios de poder dentro del marco capitalista.

Así pues, sin ninguna duda, el auge del movimiento feminista es positivo para todes. Y no porque lo idealicemos, sino porque abre la posibilidad de intervenir políticamente en un movimiento que está movilizando a amplios sectores de la sociedad. Intervenir, acompañar a nuestras compañeras y ganarlas para una visión de lucha global: contra toda explotación y sistema de opresión.