En la introducción a su Critica de la Economía Política, Marx formula en términos concisos las principales conclusiones del materialismo histórico:

“Ningún orden social desaparece antes de que se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas que caben en él; tampoco aparecen nuevas y superiores relaciones de producción antes de que maduren en el seno de la vieja sociedad las condiciones materiales para su existencia.”

Los mencheviques citaban esta frase de Marx como prueba que el capitalismo en Rusia no había madurado lo suficiente para permitir la revolución socialista y de que tenía garantizado un largo futuro antes de llegar a ese estadio. Esta conclusión, tan sencilla en apariencia, hace caso omiso, sin embargo, a toda una serie de factores que determinan, limitan o aumentan las posibilidades de desarrollo de las fuerzas productivas.

Lo que determinaba el desarrollo de la Rusia zarista era, por un lado, la relación de fuerzas entre las clases en el interior de Rusia y, por otro, la dependencia de Rusia respecto al capitalismo mundial. Los dos factores se entrelazaban de forma dialéctica. Si no fuera por la unidad del mundo, el desarrollo desigual y combinado de los distintos países, sería imposible explicar por qué la lucha de clases alcanzó su forma más extrema en un país tan atrasado como Rusia, o por qué la clase trabajadora bajo el zarismo se encontraba aún más concentrada en grandes empresas que la clase trabajadora de Estados Unidos. Estos fenómenos evidencian el alto nivel de producción social que la economía mundial había alcanzado y demuestran que se había alcanzado a escala global la madurez que permitía la sustitución de las relaciones capitalistas de producción por relaciones socialistas. La Primera Guerra Mundial, que aceleró el ocaso del zarismo, no fue prueba, sin embargo, de un alto nivel de desarrollo de las fuerzas productivas en cada uno de los países beligerantes; pero sí demostró que las condiciones materiales a escala mundial estaban maduras para la revolución socialista. La serie de derrotas militares en las que el ejército ruso sufrió pérdidas desastrosas, mostraron claramente el atraso tanto industrial como militar de Rusia, en relación con el resto del mundo avanzado. El hecho de que el marxismo —fruto de una síntesis del socialismo francés, la teoría económica inglesa y la filosofía alemana— se importara a Rusia estando el movimiento obrero en ciernes todavía, da prueba de la unidad espiritual del mundo. Por otro lado, el hecho de que el oportunismo y el revisionismo echaran raíces tan débiles en el movimiento obrero ruso, a diferencia de los países de Occidente, revela el atraso de Rusia en relación con un mundo maduro para el socialismo: el ínfimo nivel de vida de los trabajadores, agravado por el flujo de inmigrantes del campo; el hecho de que la burguesía rusa careciera por completo de inversiones en el extranjero, y no pudiera así emplear los excedentes resultantes para sobornar a un sector de los trabajadores, e incluso mejorar las condiciones de las masas en su conjunto, por lo menos temporalmente, como se había hecho en Occidente; la concentración de los trabajadores en enormes empresas; el hecho de que el país se encontrara al borde de la revolución agraria.

El hecho de que las fuerzas productivas se desarrollaran dentro del marco de relaciones sociales, tanto nacionales como internacionales, y no en el vacío que ellos esperaban, invalidó por completo el sueño menchevique de las enormes posibilidades de desarrollo del capitalismo ruso. Por el contrario, la presencia continuada del capitalismo ruso dentro de las relaciones nacionales e internacionales imperantes habría garantizado la conservación del lastre del feudalismo. Habría envuelto al país en guerras que podrían haber transformado a la atrasada Rusia en colonia o semi-colonia de los poderes occidentales. Habría impuesto trabas aún mayores al desarrollo de las minorías nacionales que representaban más o menos la mitad de la población rusa.

Las palabras de Marx, arriba citadas, deben aplicarse al sistema mundial y no a un solo país aislado. Lo demuestra el simple hecho de que la primera revolución proletaria estallara en un país atrasado; éste es el mejor testimonio de la madurez del mundo para la revolución socialista.

Una de las causas fundamentales de la crisis insoluble a que se enfrenta el mundo moderno es el hecho de que, con la división internacional del trabajo, las fronteras nacionales se han convertido en un entramado demasiado estrecho para el desarrollo de las fuerzas productivas En un país como Rusia, la mera existencia de las fronteras nacionales no sólo supone un serio obstáculo para la consecución de ayuda material de los países industriales más avanzados, sino que impone la pesada carga de una carrera armamentística con los demás Estados nacionales.

Hasta la muerte de Lenin, ningún bolchevique mantenía que Rusia sería capaz de construir el socialismo con sus propios esfuerzos y sin ayuda. El mismo Lenin incidió repetidamente en lo contrario.. El 4 de junio de 1918 escribió, por ejemplo, “La revolución rusa… no se debe a un mérito especial del proletariado ruso, sino al curso general de los acontecimientos históricos, que, por la voluntad de la historia ha colocado transitoriamente a ese proletariado en el primer lugar y lo ha convertido por ahora en la vanguardia de la revolución mundial”.1

“Confiábamos en la revolución internacional, y esa confianza era absolutamente justa… siempre hicimos hincapié en…el hecho de que en un país resulta imposible llevar a cabo una tarea como la revolución socialista.[1]

Incluso tras la muerte de Lenin, Stalin, que más tarde defendió la idea del “socialismo en un solo país”, dijo: “Pero derrocar el poder de la burguesía para establecer el del proletariado en un solo país, está lejos de garantizar el triunfo completo del socialismo. Queda por realizar aún la tarea principal, la organización de la producción socialista. ¿Somos capaces de asegurar el triunfo definitivo del socialismo en un solo país sin los esfuerzos combinados de los proletarios de otros países avanzados? En absoluto. Los esfuerzos de un solo país son suficientes para derrocar a la burguesía; la historia de nuestra revolución lo demuestra. Pero para el triunfo definitivo del socialismo, la organización socialista de la producción, no bastan los esfuerzos de un solo país, menos aún cuando se trata de un país esencialmente rural como Rusia; se necesitan los esfuerzos de los proletarios de varios países industrializados”.[2] Hay que subrayar el hecho de que Trotski expresó en repetidas ocasiones esta misma idea internacionalista.

La revolución rusa puede explicarse por la ley del desarrollo desigual, faceta de la unidad del desarrollo mundial. Pero esta ley admite dos posibilidades de desarrollo; o la revolución rusa, evidenciando la madurez del mundo para el socialismo, sería el preludio de una serie de nuevas revoluciones que estallarían o en seguida o pasado cierto tiempo; o bien (lo que es otra manera de formular la primera posibilidad) a causa del desarrollo desigual este “cierto tiempo” podría prolongarse durante varios años, dejando a la revolución rusa aislada en un mundo capitalista hostil. Antes de octubre de 1917 habría sido imposible determinar solamente sobre la base de las características de la historia universal, qué camino seguiría la humanidad; deben tenerse también en cuenta las contradicciones contenidas en esa historia, es decir, la ley del desarrollo desigual. Sólo la práctica humana será capaz de decir qué camino seguirá la historia. Por ejemplo, ahora estamos en condiciones de determinar retrospectivamente qué práctica humana provocó el fracaso de las revoluciones que siguieron a la rusa, es decir el apoyo de los partidos socialdemócratas al capitalismo en Europa Occidental y Central.

Para que las fuerzas productivas pudieran desarrollarse, el orden social que imperaba bajo el zar había de desaparecer. ¿Pero qué sistema social había de ocupar su lugar? Ya que la destrucción del zarismo era expresión de la madurez del mundo para el socialismo, no cabe duda que, de extenderse la revolución, el orden social que lo hubiera reemplazado habría sido la primera etapa de la sociedad comunista. Pero no fue así; puesto que la revolución de Octubre no se extendió, ¿qué orden social podía aparecer en Rusia?

El primer paso para responder a esta cuestión es analizar el patrimonio material legado por el orden social existente antes de Octubre.

“Los hombres no construyen un mundo nuevo con los “bienes terrenales”, como mantiene la superstición vulgar, sino recurriendo a los logros históricos del viejo mundo a punto de desaparecer. En el curso de la evolución, deben comenzar a producir totalmente solos las condiciones materiales para una sociedad nueva, y ningún esfuerzo intelectual ni acto de voluntad puede liberarlos de este destino.”2

La herencia material del período zarista

En 1913, el 80% de la población rusa se ganaba la vida en la agricultura, y sólo el 10% en la industria, la minería y el transporte. Estas cifras son suficientes para demostrar el atraso de Rusia. De los países de Europa sólo Yugoslavia, Turquía, Rumania y Bulgaria mostraban una distribución ocupacional similar de la población.

Ya a mediados del siglo XIX, los países de Europa Occidental y Central, y los Estados Unidos, tenían un porcentaje mucho más alto de su población en la industria, la minería y el transporte, y una parte mucho menor en la agricultura, que Rusia en 1913. En Gran Bretaña en 1841, por ejemplo, el 22,7% de la población trabajaba en la agricultura, la pesca y la silvicultura, mientras que el 47,3% lo hacía en la manufactura, la construcción, la minería y el transporte. Francia, muy rezagada con respecto a Gran Bretaña, tenía en 1837 a un 63% ocupado en la agricultura; en 1866, el porcentaje en la agricultura había bajado al 43%, y en la industria era del 38%. En 1800 Alemania mantenía a dos terceras partes de la población en la agricultura; en 1852 los porcentajes eran del 44,4% en la agricultura y del 40,9% en la industria y oficios manuales. En Estados Unidos, en su origen país de colonización agrícola principalmente, el 72,3% de la población se dedicaba a la agricultura, la silvicultura y la pesca, y sólo el 12,3 % a la manufactura, la construcción y la minería en 1800; en 1850 las cifras eran del 64,8% y el 17,8% respectivamente.

Los datos sobre el producto nacional atestiguan la pobreza de la herencia material que recibieron los bolcheviques de la sociedad anterior, no sólo en comparación con los países capitalistas desarrollados contemporáneos, sino incluso en comparación con esos mismos países cuando aún estaban en la infancia de su desarrollo capitalista.

El cálculo más completo y preciso —en la medida en que se pueda hablar de precisión en el complejo cálculo del producto nacional en países tan distintos y en épocas tan diversas— es el que realiza Colin Clark en su libro Las condiciones del progreso económico. Según él, los ingresos reales por persona empleada en Rusia en 1913 corresponden a 306 Unidades Internacionales (UI) (Clark define la “Unidad Internacional” como “la cantidad de bienes y servicios que podría comprar un dólar en Estados Unidos sobre la media del período 1925-34”). Frente a esto, el ingreso real por persona ocupada en varios países desarrollados alcanzaba los siguientes niveles:3

Gran Bretaña Francia Alemania EE UU
Año UI Año UI Año UI Año UI
1688 372 1850-9* 382 1850 420 1850 787
1860-9* 638 1860-9* 469 1877 632 1880 1032
1904-10* 999 1911 786 1913 881 1900 1388
1913 1071 1917 1562
1929 1636

(* promedio anual)

De aquí se desprende que el ingreso medio por persona empleada en Rusia en 1913 era sólo el 80,9% de la cifra correspondiente a Gran Bretaña en 1688, ¡casi cien años antes de la Revolución Industrial!

El dominio de la clase trabajadora donde no existen las condiciones materiales para la abolición de las relaciones capitalistas de producción

Más de una vez Marx y Engels se refieren a la cuestión de qué pasaría si la clase trabajadora tomaba el poder, antes de que existieran los condiciones históricas previas para la sustitución de las relaciones de producción capitalistas por las socialistas. Llegaron a la conclusión de que en esas condiciones la clase trabajadora perdería el poder en beneficio de la burguesía. La clase trabajadora sólo ejercería el poder temporalmente, y abriría el camino al desarrollo capitalista. Marx escribió, por ejemplo, en 1847:

“Si bien es cierto que políticamente, esto es, mediante el poder del Estado, la burguesía “mantiene la injusticia de las relaciones de propiedad” (según expresión de Heinzen), no es menos cierto que no las crea. “La injusticia de las relaciones de propiedad” está condicionada por la moderna división de trabajo, la forma moderna del cambio, la competencia, la concentración, etc., y no tiene su origen en sentido alguno en el dominio político de la clase burguesa;… el dominio político de la clase burguesa fluye de…las relaciones de producción existentes. Por eso, si el proletariado echa abajo el dominio político de la burguesía su victoria será sólo temporal, un punto en el proceso de la propia revolución burguesa, y llegará a servir sus fines tal y como ocurrió en 1794, mientras el “movimiento” de la historia no haya producido las condiciones materiales que hacen necesaria la abolición del modo de producción burgués y, con ella, el derrocamiento definitivo del dominio político de la burguesía. Así, los tremendos golpes del “Reino del terror” en Francia sirvieron para llevar a cabo la limpieza de las ruinas del feudalismo. La burguesía tímida y pusilánime no habría podido terminar su tarea en décadas; los sangrientos actos del pueblo sirvieron para allanar el camino a la burguesía.”4

Engels añadió en sentido similar:

“Lo peor que le puede tocar al dirigente de un partido de la extrema [o sea, un partido revolucionario] es la necesidad de tomar el poder cuando el movimiento no ha madurado aún suficientemente para la dominación de la clase que representa y para las medidas que esa dominación implica… Por tanto, se ve ineludiblemente ante un dilema insoluble: lo que puede hacer se contradice con todas sus acciones anteriores, sus principios y los intereses inmediatos de su partido; y lo que debe hacer no es factible. En una palabra, se ve compelido a no representar su partido o su clase, sino la clase para cuya dominación ha madurado ya bastante el movimiento en el momento concreto. En beneficio del propio movimiento debe defender los intereses de una clase que le es ajena y a nutrir a su propia clase con frases, promesas y aseveraciones de que los intereses de la otra clase son sus propios intereses. Quien cae una vez en esa falsa posición está irremediablemente perdido.”5

Lo que dicen Marx y Engels sobre los problemas de una revolución que lleva a la clase trabajadora al poder antes de que existan las condiciones históricas para la transición del capitalismo al socialismo, no afecta directamente a la revolución de octubre. No sólo porque las condiciones históricas materiales existían a escala internacional, sino también por las condiciones específicas de Rusia. Pues la burguesía rusa, además de ser derrocada políticamente, también fue expropiada económicamente pocos meses después de Octubre. La burguesía rural que aún quedaba no logró derrocar a la clase trabajadora, y su peso social, sobre todo a partir del Plan Quinquenal, era ínfimo. El aislamiento de la Revolución no la convirtió en un “momento en el proceso” de desarrollo de la burguesía rusa porque ésta fue aniquilada. Si esto es así, ¿qué relaciones de producción podían surgir de octubre?

¿Relaciones socialistas de producción?

El establecimiento de relaciones de producción socialistas requiere un nivel de fuerzas productivas mucho más elevado del que legó el zarismo. La explicación que da Engels sobre la división de la sociedad en clases, en explotadores y explotados, encajaba con las condiciones rusas incluso después de octubre:

“La división de la sociedad en una clase explotadora y otra explotada, una clase dominante y otra oprimida, era una consecuencia necesaria del anterior desarrollo incipiente de la producción. Mientras el trabajo global de la sociedad sólo rinde lo estrictamente indispensable para cubrir las necesidades más elementales de todos; mientras, por lo tanto, el trabajo absorbe todo el tiempo o casi todo el tiempo de la inmensa mayoría de los miembros de la sociedad, ésta se divide, necesariamente, en clases. Junto a la gran mayoría constreñida a no hacer más que llevar la carga del trabajo, se forma una clase eximida del trabajo directamente productivo y a cuyo cargo corren los asuntos generales de la sociedad: la dirección de los trabajos, los negocios públicos, la justicia, las ciencias, las artes, etc. Es, pues, la ley de la división del trabajo la que sirve de base a la división de la sociedad en clases. Lo cual no impide que esta división de la sociedad en clases se lleve a cabo por la violencia y el despojo, la astucia y el engaño; ni quiere decir que la clase dominante, una vez entronizada, se abstenga de consolidar su poderío a costa de la clase trabajadora, convirtiendo su papel social de dirección en una mayor explotación de las masas.”6

La función capitalista

La misión histórica de la burguesía se resume en dos postulados de Lenin: “Aumento de las fuerzas productivas del trabajo social y socialización del trabajo”. A nivel mundial esta tarea ya se ha cumplido. En Rusia la revolución eliminó los obstáculos para el desarrollo de las fuerzas productivas, acabó con los restos del feudalismo y creó un monopolio de comercio exterior que protegía el desarrollo de las fuerzas productivas del país, de la presión destructiva del capitalismo mundial. Además, alentó enormemente el desarrollo de las fuerzas productivas, estableciendo la propiedad del Estado sobre los medios de producción. En estas condiciones desaparecen todos los impedimentos para la misión histórica del capitalismo, la socialización del trabajo y la concentración de los medios de producción, prerrequisitos necesarios para el establecimiento del socialismo y que la burguesía fue incapaz de conseguir. La Rusia de después de Octubre se encontró ante la necesidad de cumplir la misión histórica de la burguesía.

Aun tratándose de un país avanzado, una revolución proletaria triunfante tendrá que cumplir algunas tareas burguesas. Por ejemplo, en ciertas zonas de Estados Unidos (principalmente agrícolas), el desarrollo de las fuerzas productivas se ve obstaculizado dentro del sistema capitalista, ya que la producción social y la concentración de los medios de producción aún no se han realizado. Pero, puesto que las fuerzas productivas en Estados Unidos están muy desarrolladas en su conjunto, estas tareas burguesas serán sólo accesorias, subordinadas a la tarea de la construcción de la sociedad socialista. Así, por ejemplo, el desarrollo de la producción social y la concentración de los medios de producción, donde aún no se han realizado, no se conseguirán con la creación de proletariado por un lado y capital por otro; desde el principio, los trabajadores no se encontrarán separados de los medios de producción. En contraste, el cumplimiento de las tareas burguesas fue el problema central para la Rusia de después de Octubre con su bajísimo nivel de producto nacional. En Estados Unidos la creación de nuevos medios de producción, necesarios para la socialización del trabajo, puede ir acompañada por una mejora del nivel de vida de las masas, por el fortalecimiento del elemento de la convicción en la disciplina de la producción, por la consolidación del control obrero, y la disminución progresiva de las diferencias salariales entre trabajadores intelectuales y manuales. Pero ¿puede conseguirse esto en un país atrasado, bajo asedio? ¿Puede prevalecer la disciplina laboral basada en la convicción cuando el nivel de producción es muy bajo? ¿Puede lograrse el rápido ritmo de acumulación que se necesita, debido al atraso del país y a la presión del capitalismo mundial, sin que la sociedad se divida en directores de la actividad general de la sociedad y dirigidos, entre los que dirigen el trabajo de otros y los que trabajan? ¿Podría ponerse fin a esta separación antes de que los dirigentes de la producción también dirigieran la distribución conforme a sus propios intereses? ¿Puede una revolución de trabajadores, en un país atrasado, aislado por el capitalismo internacional triunfante, ser algo más que “un momento en el proceso” de desarrollo del capitalismo, incluso si la clase capitalista ha sido suprimida?

Por qué el Plan Quinquenal significa la transformación de la burocracia en clase dirigente

En los capítulos 1 y 2 hemos visto cómo la inauguración del Plan Quinquenal constituyó una encrucijada en el desarrollo de las relaciones de distribución, en la relación entre acumulación y consumo, entre la productividad del trabajo y el nivel de vida de los trabajadores, en el control sobre la producción, en los derechos legales de los trabajadores, en la institución del trabajo forzado, en la relación de los agricultores con los medios de producción, en el enorme aumento del impuesto sobre la producción y, finalmente, en la estructura y la organización del aparato de Estado. En realidad, la industrialización y la colectivización resultaron estar en contradicción absoluta con las esperanzas que las masas pusieron en ellas e incluso con las ilusiones de la propia burocracia. Creyeron que los Planes Quinquenales llevarían a Rusia en dirección al socialismo. Pero no fue así. Sin embargo, éste no es el primer caso de la historia, en que los resultados de las acciones humanas fueron en sentido contrario a las voluntades y las esperanzas de sus mismos protagonistas.

¿Cómo podemos entonces responder a la pregunta de por qué el primer Plan Quinquenal representó hasta tal punto una encrucijada?

Fue entonces, por primera vez, cuando la burocracia intentó crear una clase trabajadora y acumular capital de forma rápida. En otras palabras, fue entonces cuando la burocracia trató de cumplir la misión histórica de la burguesía lo más rápidamente posible. Una rápida acumulación de capital, basada en un bajo nivel de producción y en una bajísima renta per cápita nacional, debe ejercer una fuerte presión sobre el nivel de consumo de las masas y su nivel de vida. En tales circunstancias, la burocracia, transformada en personificación del capital, para quien la acumulación de capital es objetivo único, debe eliminar todos los elementos que quedan del control obrero, sustituir la convicción por la coacción en el proceso del trabajo, atomizar a la clase trabajadora, y transformar la vida sociopolítica en totalitarismo. Es obvio que la burocracia, que se hizo necesaria en el proceso de acumulación del capital y que se convirtió en opresora de los trabajadores, no tardaría en aprovechar su dominio social en las relaciones de producción para obtener ventajas para sí misma en las relaciones de distribución. La industrialización y la revolución técnica en la agricultura (“la colectivización”) en un país atrasado en condiciones de asedio, transforman a la burocracia, de capa que se encuentra bajo la presión y el control, directos e indirectos, de la clase trabajadora, en clase dominante, en la dirección de “los asuntos generales de la sociedad: la dirección de los trabajos, los negocios públicos, la justicia, las ciencias, las artes, etc.”.

El desarrollo dialéctico de la historia, repleto de contradicciones y sorpresas, provocó que el primer paso que dio la burocracia, con la intención subjetiva de acelerar la construcción del “socialismo en un solo país” se convirtiera en la base de la construcción del capitalismo de Estado.

Notes de pie

[1]    6 de noviembre de 1920. Lenin Obras (en ruso), 3 ed., tomo XXV, pags.473-4. Cursiva mía: en la cuarta edición de las Obras (en ruso) de Lenin se tacharon estas palabras. Véase tomo XXXI, pag.370.

[2]    Stalin Teoría y Práctica del Leninismo 1925, Partido Comunista de Gran Bretaña, pags.45-6. En la segunda edición rusa de este libro, de diciembre de 1924, se omite esta parte, y aparecen en su lugar las siguientes palabras: “Una vez consolidado su poder, y habiendo tomado el relevo del campesinado, el proletariado del país triunfante puede y debe construir la sociedad socialista… He aquí los rasgos fundamentales de la teoría leninista de la revolución proletaria” (Stalin, Obras, tomo VI, pp. 107-8; véase además Stalin, Problemas del Leninismo, pp. 27-8.)

Referencias

  1. Lenin, Obras, tomo 36, p. 411.
  2. K. Marx, Die moralisierende Kritik und die Kritische Moral. Beitrag zur deutschen Kulturgeschichte. Gegen Karl Hienzen. Aus dem literarischen Nachlass von Marx Engels und Lassalle, Stuttgart 1902, Bd. 2, p. 456.
  3. C. Clark, The Conditions of Economic Progress, Londres, 1940, pp. 79, 83, 91.
  4. K. Marx, Die moralisierende Kritik und die Kritische Moral, ob. cit. El énfasis es mío.
  5. F. Engels, La guerra campesina en Alemania (en castellano), Moscú 1981, pp. 110-111.
  6. F. Engels, “Del socialismo utópico al socialismo científico”, en Marx y Engels Obras Escogidas, Tomo III, pp. 155-156.

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