Xoán Vázquez
Un duro golpe. Así podemos calificar los resultados de las elecciones generales del pasado jueves en Reino Unido en las que Boris Johnson obtuvo la mayoría más aplastante del Partido Conservador (Tory) desde la era Thatcher, 365 escaños por 203 los laboristas. Pero el “tsunami azul” de los Torys se diluyó en Escocia donde los nacionalistas del SNP lograron 48 de los 59 escaños en disputa.
En el norte de Irlanda, las fuerzas a favor de la permanencia en la UE, encabezadas por el Sinn Féin, firmaron un acuerdo de voto táctico lo que supuso castigar a los unionistas en su propio terreno que pasaron de 10 a 8 escaños. Nigel Dodd, número dos del Partido Democrático Unionista (DUP) perdió en el norte de Belfast.
A pesar de haber incrementado en 48 el número de escaños, el voto conservador aumentó sólo un 1.2 por ciento (330.000 votos) en comparación con 2017. Mientras el voto laborista disminuyó casi un 8 por ciento (más de dos millones y medio de votos menos).
Los conservadores lograron escaños en una serie de circunscripciones consideradas como fortalezas laboristas como Blyth, Darlington y Durham North West. Ganaron en Ashfield, Bishop Auckland y Workington, áreas que nunca antes habían elegido un diputado conservador en unas elecciones generales.
Trágico desastre
La victoria de Johnson es un trágico desastre para todos los trabajadores.
Un desastre para los más de cinco millones de trabajadores atrapados en contratos de cero horas que —a pesar de las reiteradas denuncias de abusos laborales y ausencia de derechos sindicales— el gobierno conservador se ha negado a prohibir.
Un desastre para los ferroviarios, pues planea limitar el derecho de huelga en el transporte público e imponer servicios mínimos. Este anunciado ataque al derecho de huelga se produce en medio de una gran batalla por el futuro del ferrocarril. La plantilla de South Western Railway se encuentra en su tercera semana de huelga para defender sus puestos de trabajo y la seguridad de los pasajeros.
Pero Boris Johnson también es una tragedia para el futuro del NHS (Servicio Nacional de Salud) pues ha demostrado que no le preocupa el dolor y las muertes causadas por los recortes en la sanidad. Un estudio reveló que 5.449 personas murieron debido a la falta de camas del NHS en los últimos tres años.
Y también es un desastre para el sistema educativo en el que los recortes por parte del gobierno conservador han provocado graves problemas de desnutrición y malnutrición de los alumnos.
La muerte a principios de año de una persona sin techo de 43 años en el pasadizo que conecta el metro de Westminster con la entrada del Parlamento ha expuesto la cruda realidad del gran número de personas que pasan la noche en la calle.
Según datos de varias organizaciones benéficas el número de familias e individuos que pernoctan en hostales, hospicios, tiendas de campaña o en la calle alcanza la cifra récord de 170.800, de los cuales 38.000 son menores de 25 años. Esto supone un incremento de un 169% la cifra de las personas sin techo desde que los tories llegaron al poder en el 2010 y pusieron en marcha las actuales políticas de austeridad.
John Healey, responsable de vivienda de la oposición laborista, asegura que “es el resultado de los fuertes recortes en vivienda social, subsidios y servicios para los sin hogar y del rechazo a ayudar a los inquilinos privados”.
Racismo
Está claro que Johnson también utilizará su victoria para desatar una nueva ola de racismo como lo demuestra su propuesta de tres categorías de visa para residir en el Reino Unido.
Los inmigrantes considerados “poco calificados” quedarían excluidos de la posibilidad de solicitar la residencia en Gran Bretaña. Solo se les permitiría permanecer en el país por un corto período de trabajo, y se verían obligados a registrarse en una base de datos de migrantes.
Un pequeño número de personas, como empresarios, banqueros, científicos e investigadores líderes, enfrentarían restricciones limitadas bajo una “visa de talento excepcional”. Podrían venir a Gran Bretaña sin una oferta de trabajo y quedarse hasta cinco años.
La propuesta, conocida ya como la “visa racista”, se suma a los planes de los conservadores para hacer que todos los migrantes paguen un recargo de salud además de sus tarifas de visa.
Por el momento los conservadores están entusiasmados, como se pudo comprobar en la rueda de prensa en la que Boris Johnson habló de “un nuevo amanecer en el que vamos a liberar todo el potencial de este país”. Pero no va a ser un camino de rosas pues Escocia y el norte de Irlanda amenazan con convertirse en los dos principales escollos de Boris Johnson en su afán por culminar el Brexit. La salida de la Unión Europea ha reactivado el independentismo escocés y amenaza con allanar el camino en los próximos años a la reunificación de Irlanda, una reivindicación que ya ha hecho suya Sinn Féin.
En el campo laborista, Jeremy Corbyn ha dicho que no encabezará las listas de los laboristas en las próximas elecciones y que existe una fuerte presión para que renuncie.
Causas
El resultado de la elección no debe usarse para decir que todos los trabajadores son reaccionarios o, en particular, que la gente común del Midlands (la parte central) y el norte de Inglaterra son enemigos del progreso. Es una tragedia que parte de la ira hacia la sociedad se haya alineado detrás de los conservadores que empeorarán sus vidas.
Por eso tenemos que preguntarnos por qué sucedió esto.
Cuando los laboristas perdieron bajo Neil Kinnock, Gordon Brown o Ed Miliband, la izquierda del partido tuvo una respuesta inmediata. Era la derecha laborista con políticas de austeridad.
Pero esta vez era distinto. Había un líder de izquierda sincero y convencido y un manifiesto radical en comparación con muchos anteriores.
Política, prejuicios y medios de comunicación
Es cierto que los medios de comunicación fueron abrumadoramente partidarios de los conservadores, incluida la “imparcial” BBC. Corbyn fue sometido a una vil serie de mentiras y rumores.
Han atacado repetidamente a Corbyn por ser un “marxista” y también antisemita porque apoya al pueblo palestino. Lo acusaron de no ser lo suficientemente respetuoso con la reina y de simpatizante del terrorismo debido a su oposición al imperialismo británico en Irlanda.
Con todo ello han construido una imagen de un líder laborista que no está en condiciones de gobernar.
También la derecha laborista intentó socavar y manchar la imagen de Corbyn como se pudo ver la misma noche de las elecciones con Ruth Smeeth, la parlamentaria laborista que declaraba al periódico sensacionalista The Sun: “Somos el partido racista debido a las acciones de nuestro líder y la falta de acciones de nuestro líder. Necesitamos desintoxicarnos y seguir adelante”.
Pero nuevamente, hay que recordar que la derecha laborista siempre ha existido y que los medios de comunicación propiedad de grandes magnates haciendo campaña a favor de los conservadores no es nada nuevo sino un factor en una sociedad de clases.
Hay aspectos de la campaña laborista que podrían haber sido mejores. Debería haberse centrado en concentraciones masivas y grandes eventos públicos abiertos a todos. En cambio, se trató de implementar un enfoque más “profesional”, centrado en los sondeos.
Corbyn debería haber tenido un mayor enfrentamiento con Johnson en los dos debates televisados, señalando su responsabilidad directa y personal por la tragedia de la Torre Grenfell (el bloque de pisos que se incendió matando a 71 personas, tras recortes en el servicio de bomberos), por las 130.000 muertes por austeridad y por sus declaraciones racistas y homofóbicas.
El repliegue laborista ante las denuncias de antisemitismo también fue completamente catastrófico. En lugar de decir que no es ser antisemita estar en contra de Israel y el sionismo, el partido reculó y traicionó a los palestinos.
Pero las elecciones generalmente no se ganan ni se pierden en seis semanas de campaña.
Tenemos que mirar más profundamente lo sucedido.
Brexit
El Brexit fue un tema central. Ha dividido brutalmente a la clase trabajadora, permitiendo un asqueroso fraude como es el de hacer aparecer a Johnson como el amigo de la gente común contra la élite.
En los últimos dos años, los laboristas se han acercado cada vez más a una posición de Remain (permanecer en la UE) y han pedido un segundo referéndum. Ha sido desastroso que la derecha laborista se haya salido con la suya, consiguiendo que el partido aparezca como un adalid del proyecto Remain. Esto ha intensificado entre la clase trabajadora la idea de que los votos de las personas no importan.
Fue un cambio importante con respecto a su política de 2017 de “El laborismo acepta el resultado del referéndum y buscaremos unir al país en torno a un acuerdo Brexit que funcione para todas las comunidades en Gran Bretaña”.
Este nuevo enfoque pro-UE ha sido desastroso. Indignó a franjas de los que votaron Brexit. La idea de Lexit —“left exit”, un Brexit de izquierdas que favorezca a la gente trabajadora— fue ridiculizada por muchos en el laborismo, pero era la posición correcta.
Y aquellos que dicen que los laboristas deberían haber defendido a ultranza la permanencia en la UE, deben mirar el destino de los demócratas liberales. Sus terribles resultados, que los sitúan con el mismo número de escaños que en 2017 y eso que su líder Jo Swinson comenzó la campaña alegando que podría llegar a ser primera ministra.
Actuar
Pero un problema fundamental es el bajo nivel de lucha social. Cuando las personas participan en huelgas, protestas y manifestaciones, obtienen un sentido de unidad colectiva. Están más abiertos a ideas radicales. Pero no hemos visto ese tipo de resistencia.
Corbyn generó confianza y ha sido un referente para miles de nuevos activistas como lo demuestra los más de 100.000 nuevos militantes del partido.
Pero en el laborismo, la idea de que el parlamento es lo primero y debe disciplinar todo lo demás, es al final el problema. Estar atrapado en una visión del mundo limitada por el Partido Laborista y sus batallas internas es catastrófico.
En un mal momento como este, tenemos que repetir que lo que sucede en las calles y en los centros de trabajo es más importante que lo que acontece en el Parlamento. Por eso la izquierda no puede seguir de la misma manera. Ahora necesitamos acciones concretas, no excusas.
Stand Up To Racism ha convocado manifestaciones bajo el lema “No es mi primer ministro, resista al racista Johnson”. Es un buen lugar para comenzar la lucha.
Todos aquellos que trabajaron por una victoria laborista o la esperaban, deben mantener su energía para continuar la lucha por un mundo y un socialismo mejores.
Una victoria para la derecha en una elección no significa que no puedan ser vencidos.
No es hora de rendirse sino de luchar contra los conservadores y su sistema, porque está demostrado que la acción puede derribar a la derecha.
Xoán Vázquez es militante de Marx21 en Aranjuez