Simon Basketter
El crecimiento es fundamental para el capitalismo, pero la expansión de la producción puede organizarse para proteger a las personas y el planeta si se combina con un cambio radical.
Ante el desastre ambiental que se avecina, muchas personas concluyen que el crecimiento económico y el desarrollo en sí mismos son el problema.
El desarrollo capitalista, impulsado por la competencia, tiene un coste enorme en términos de sufrimiento para las personas y el planeta. En respuesta, algunos incluso terminan diciendo que los más pobres del mundo deben seguir siendo pobres, porque cualquier desarrollo adicional será malo para el planeta. Más a menudo la gente simplemente argumenta que el planeta no puede permitirse que todos tengan los niveles de vida que “disfrutamos” en occidente.
Pero el problema no es la gente común que quiere teléfonos móviles. Es un sistema adicto a producir más teléfonos móviles de los que cualquiera podría necesitar, pero también para limitar el acceso de la gente común a ellos.
El desarrollo de la tecnología nos ha dado miles de nuevas formas de influir en el mundo que nos rodea. Nos ayuda a dejar de estar indefensos ante la naturaleza. Y también nos brinda más formas potenciales de proteger el planeta y enfrentar el cambio climático.
El problema no es el desarrollo. Es la forma que toma el desarrollo bajo el capitalismo, en el que existe una gran contradicción. Por un lado, ha habido enormes aumentos en la productividad que tienen el potencial de hacer que la vida de las personas comunes sea mucho mejor. Por otro lado, ha habido un inmenso crecimiento en las fuerzas de destrucción que amenazan a la humanidad y el planeta.
El aumento de la productividad y el desarrollo tecnológico significa que ahora tenemos la capacidad de producir todo lo que todos los habitantes del planeta necesitan: comida, refugio, calefacción, medicamentos y mucho más. Y tenemos el potencial para hacerlo de manera sostenible.

Renovable

El desarrollo industrial y las nuevas tecnologías también nos brindan los medios para enfrentar el calentamiento global. Por ejemplo, hemos visto el desarrollo de energías renovables y un transporte más eficiente.
Pero este potencial se desperdicia debido a la forma en que se organiza el sistema. El capitalismo se ejecuta sobre la base de lo que beneficia a unos pocos, no de lo que es bueno para todos.
El ánimo de lucro y la división de clase, claves para el sistema, ahogan nuestro potencial y son completamente destructivos. Los revolucionarios y los socialistas han visto durante mucho tiempo el gran potencial que el capitalismo produjo, y entendieron a la vez por qué bloqueará ese potencial.
El revolucionario ruso León Trotsky dijo en 1926: “Recuerdo la época en que se escribía que el desarrollo de la aviación pondría fin a la guerra… De hecho, la invención de un ingenio volante, más pesado que el aire, ha abierto un nuevo y más cruel capítulo de la historia del militarismo. No hay duda alguna de que actualmente también estamos a punto de iniciar un capítulo más sangriento y más espantoso todavía. La técnica y la ciencia tienen su propia lógica… [Pero la] técnica en sí misma no puede ser calificada de militarista o de pacifista. En una sociedad en que la clase dirigente es militarista, la técnica está al servicio del militarismo.”
El capitalismo es un sistema brutal, que explota despiadadamente todo lo que puede para ganar dinero, desde la clase trabajadora hasta el planeta mismo.
Como lo expresó el revolucionario Karl Marx en Capital: “todo progreso de la agricultura capitalista no es sólo un progreso en el arte de esquilmar al trabajador, sino también en el arte de esquilmar la tierra: y cada paso que se da en el incremento de su fertilidad dentro de un período determinado, supone a la vez un avance en la ruina de las fuentes permanentes de esa fertilidad”.
Bajo el capitalismo, las empresas se resisten a los cambios en los métodos de producción que reducen sus ganancias. Y al mismo tiempo el sistema genera grandes desperdicios.
Es más rentable sobreproducir comida basura y desecharla, que producir alimentos de buena calidad a la velocidad que necesitamos. Tenemos más que suficiente comida. Pero las personas se mueren de hambre y nosotros producimos alimentos de una manera que destruye el medio ambiente y hace que los alimentos sean poco saludables.

Desarrollo

Es más rentable quemar el planeta que ser sostenible. Es esta búsqueda de ganancias la que decide qué desarrollo, qué crecimiento tiene lugar.
Muchas empresas fabrican cosas inútiles o tóxicas que sería mejor para la sociedad no producir. Y los residuos están integrados en el sistema porque de esa manera las empresas ganan más dinero. Por ejemplo, los productos están diseñados para desgastarse, por lo que tenemos que seguir comprando más.
Y los jefes están constantemente presionando para que consumamos el “último” modelo de teléfono o automóvil simplemente para obtener más ventas, no porque sean necesarios.
Estamos inundados de cosas que no podemos permitirnos. Este no es un problema consumista; está integrado en la forma en que se organiza el sistema.
Frederick Engels escribió: “En cada una de estas crisis, la sociedad se asfixia, ahogada por la masa de sus propias fuerzas productivas y de sus productos, a los que no puede aprovechar, y se enfrenta, impotente, con la absurda contradicción de que sus productores no tengan qué consumir, por falta precisamente de consumidores.”
Este es uno de los problemas de hablar de crecimiento. A menudo se nos dice que si la economía crece, es bueno para todos nosotros, pero los ricos son los que más se benefician. Los empleos, los salarios y los servicios están siempre bajo ataques, ya se diga que el capitalismo está o no en crisis.
Un mayor crecimiento en la producción de armas químicas o de plástico de un solo uso no es ideal para nadie. Entonces, no es solo cuestión de producir suficientes cosas, sino de qué cosas se producen. ¿De qué manera? ¿Y con qué propósito?
El crecimiento capitalista no significa cosas buenas para las personas que lo producen. El rápido crecimiento en China e India los ha convertido en potencias globales. Sin embargo, detrás de este “éxito”, millones viven en la miseria.
Como lo expresó Marx, el capitalismo produce “palacios, pero para el trabajador, las chozas”.

Explotación

A menudo las personas dividen el mundo en países “desarrollados” y “subdesarrollados”.
Se da la impresión de que los países “subdesarrollados” se han estado moviendo en la misma dirección que los países “desarrollados” durante cientos de años, pero a una velocidad menor. Una razón central por la cual los países occidentales están hoy en una posición económica más fuerte es porque robaron la riqueza del resto y los empujaron hacia atrás.
El desarrollo del capitalismo europeo dependió de la conquista, el genocidio y la esclavitud. El capitalismo es inherentemente expansionista. Ha integrado al mundo entero en un solo sistema económico. La gente común paga el precio con extrema represión, brutal disciplina laboral y una brecha social abrumadora.
El comercio de esclavos, por ejemplo, fue de la mano del saqueo de los recursos naturales. Este proceso de empobrecimiento y explotación de las personas y los recursos del mundo continúa en la actualidad.
A pesar de la visión ofrecida por las tiranías del estalinismo en el siglo XX, el socialismo no es el resultado final de un viaje de progreso económico glorioso. En cambio, es una ruptura histórica de un sistema que avanza hacia la catástrofe.
Sólo entonces, como escribió Marx, “el progreso humano dejará de parecerse a ese ídolo horrible y pagano, que no bebería el néctar sino de los cráneos de los muertos”.
En contraste con el estereotipo de socialistas que creen en una marcha a costa de la naturaleza hacia el socialismo, Engels escribió (en Dialéctica de la naturaleza): “No debemos, sin embargo, lisonjearnos demasiado de nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Esta se venga de nosotros por cada una de las derrotas que le inferimos. Es cierto que todas ellas se traducen principalmente en los resultados previstos y calculados, pero acarrean, además, otros imprevistos, con los que no contábamos y que, no pocas veces, contrarrestan los primeros.”
Él creía que nuestra única ventaja era que podíamos aprender y que para que se produjera un verdadero desarrollo productivo y equitativo, debemos derrocar a la clase dominante.
La solución no es evitar el desarrollo. Es evitar el caos del capitalismo y luchar por un mundo sostenible. Necesitamos orientar la producción para satisfacer las necesidades humanas.
Podríamos fácilmente acabar con la pobreza mundial con el dinero que se gasta en armas y guerras cada año. Eliminar el motivo de lucro significa que podríamos pasar de lo que Marx llamó el reino de la necesidad al reino de la libertad.
Los desastres climáticos golpean más a las personas más pobres. Combatir el cambio climático no significa que la gente común deba sacrificarse, sino que podemos tener una mejor calidad de vida.
Por supuesto, podemos conseguir algunas reformas de nuestros gobernantes. Pero hay poderosos intereses que se movilizan contra la salvación del planeta. Y no tenemos tiempo para esperar la reforma. Podríamos detener la catástrofe climática si viviéramos en un mundo que controlásemos democráticamente.
Necesitamos reemplazar el capitalismo, un sistema impulsado por la competencia por las ganancias, con el socialismo, un sistema organizado colectivamente para satisfacer las necesidades de todos. Y pronto.


  • Este artículo apareció en Socialist Worker, periódico del Socialist Workers Party, organización hermana en Gran Bretaña de Marx21.
  • Traducido por Dani Romero, militante de Marx21