Marina Morante
Gelem, gelem, anduve por los caminos. El himno del pueblo romaní habla de la resiliencia de un pueblo ante siglos de discriminación y persecución. Podemos mencionar la Gran Redada o el genocidio nazi, Porraimos, en el cuál, según los historiadores, el régimen nazi asesinó entre 220.000 y 500.000 gitanos.
Hoy, a pesar de algunas victorias, la discriminación y la opresión sigue siendo un eje estructural de nuestras sociedades. La rromafobia afecta a todos los ámbitos de la vida: en el acceso a la vivienda, la calidad del servicio de la educación o las oportunidades y derechos laborales.
Y si fuera poco, no solo persisten los ejes estructurales de opresión, sino que, ante un sistema europeo identitario y explotador, la rromafobia se encuentra en auge. Son visibles los discursos del odio en aparatos electorales y en las redes sociales. La impunidad de estos discursos e ideales otorgan margen de actuación a acciones violentas contra la población romaní. Ejemplos son la respuesta contra la llegada de familias gitanas a un barrio periférico de Roma, o en los suburbios parisinos ante rumores falsos.
Es preciso organizar una resistencia amplia contra la discriminación a las personas racializadas, con métodos de lucha colectivos, y denunciar el uso y perpetuación del antigitanismo en las calles y las instituciones.
Es necesario tejer un nuevo modelo de organización y producción, lejos de la explotación, que garantice la dignidad y el acceso a los derechos a la población rromaní. Paralelamente, es tarea de todos y todas trabajar para erradicar el antigitanismo en el seno de los movimientos, de los barrios, las escuelas y los centros de trabajo.
Opre Roma,
¡No pasarán!