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[Català]

Venezuela está al borde de un golpe de Estado de derechas, patrocinado por Estados Unidos.

El presidente del país, Nicolás Maduro, ha sido desafiado por el líder opositor Juan Guaidó, que se nombró a sí mismo “presidente interino” durante una concentración el pasado miércoles, 23 de enero.

Guaidó ha llamado a protestas para el fin de semana del 2 y 3 de febrero en un intento de socavar la posición de Maduro. Exigió que Maduro convocara nuevas elecciones dentro de ocho días a partir del sábado pasado, pero Maduro se negó.

Estados Unidos y otras potencias occidentales han dado un firme respaldo a Guaidó. “O te unes a las fuerzas de la libertad, o apoyas a Maduro y su caos”, dijo el sábado pasado a las Naciones Unidas el Secretario de Estado —jefe de política exterior— de Estados Unidos, Mike Pompeo. Canadá, Israel, Gran Bretaña y otros han apoyado la posición de EEUU.

Los gobiernos de Gran Bretaña, Alemania, Francia y el Estado español han respaldado las exigencias de Guaidó de nuevas elecciones. El Parlamento europeo ni siquiera esperó para que acabasen los ocho días, y ya ha votado a favor de reconocer a Guaidó como “presidente interino” en una resolución impulsada por la derecha, los liberales y el grupo social demócrata. Las decisiones de esta institución no tienen mucho peso real, pero esta votación confirma la actitud de los partidos institucionales europeos.

El portavoz del dirigente laborista Jeremy Corbyn declaró que Maduro era “aún presidente. No queremos ninguna interferencia.”

El partido de Guaidó, Voluntad Popular, pertenece a la Internacional Socialista, junto al PSOE, el Partido Laborista y otros partidos socialdemócratas. Pero su compromiso con la democracia es, en el mejor de los casos, frágil. Se pudo ver la naturaleza de los principios políticos de Guaidó tras la elección del presidente brasileño de extrema derecha, Jair Bolsonaro, el octubre del año pasado. Guaidó lo felicitó por su “compromiso con y para la democracia [y] los derechos humanos”. El líder ultra brasileño ha purgado a funcionarios de izquierdas y ha lanzado ataques contra los y las trabajadoras.

Ejército

Guaidó ha buscado el apoyo de las figuras más reaccionarias de la región. Según un informe de Associated Press, “a mediados de diciembre, Guaidó viajó discretamente a Washington, Colombia y Brasil para informar sobre la estrategia de la oposición de realizar manifestaciones masivas”. El informe citó a una fuente estadounidense que afirmó que en la planificación de las manifestaciones contra Maduro se habían marginado a las “facciones moderadas” dentro de la oposición venezolana.

El papel del ejército de Venezuela es clave. Hasta el momento, sigue respaldando a Maduro, en gran parte porque éste ha enriquecido enormemente a los altos mandos militares. Pero hay indicios de que su apoyo podría vacilar. Guaidó se esfuerza para conseguir el apoyo de sectores de las fuerzas armadas y del estado.

La semana pasada anunció una amnistía para los soldados que se pasasen a su bando. También ha sido fotografiado entrando en el mismo edificio que Diosdado Cabello, líder del partido de Maduro, el PSUV.

EEUU ha reconocido a Carlos Alfredo Vecchio, el hombre de Guaidó, como el representante venezolano en Washington. Y un agregado militar de la embajada venezolana en EEUU, el coronel José Luis Silva, ha declarado su apoyo a Guaidó y ha conseguido el reconocimiento de Estados Unidos.

Hay indicios de que el control de Maduro sobre el Estado se está debilitando, pero el respaldo internacional a Guaidó es mucho más fuerte que su apoyo dentro de Venezuela. La resistencia contra EEUU debe intensificarse para poder derrotar sus ataques.


EEUU quiere derribar a Maduro pero su éxito no está garantizado

El intento de deshacerse de Maduro no tuvo el éxito inmediato que esperaban los golpistas.

Las potencias imperialistas compiten por el control de un país decisivo en América Latina y por sus enormes recursos petroleros, los más grandes del mundo. Tres cuartas partes de las exportaciones petroleras venezolanas van a Estados Unidos.

Que EEUU no haya sido capaz de apartar a un Maduro debilitado es un indicio de los límites de su poder. Rusia y China han dado un fuerte respaldo a Maduro, lo que obligó a EEUU a presentar sus intentos de maniobrar un golpe de estado en términos de “la defensa de la democracia”.

En el siglo pasado, aunque se utilizase la retórica de la “libertad”, un ataque directo y sangriento habría sido más probable.

El consejero de seguridad nacional estadounidense, John Bolton, se limitó a advertir que habría represalias si sus diplomáticos eran amenazados con violencia o intimidación. Maduro ha exigido que se vayan del país, pero EEUU se ha negado a retirarlos. Periódicos del establishment  como el New York Times y el Washington Post han advertido contra una intervención militar directa.

Movilizaciones

La movilización de la clase trabajadora y de la gente pobre será decisiva para combatir el golpe derechista. Tales movilizaciones defendieron al anterior presidente, Hugo Chávez, cuando un golpe apoyado por EEUU amenazó con derrocarlo en 2002.

Pero esto es más difícil ahora, debido a los ataques de Maduro contra la gente pobre. Hay una profunda rabia contra éstos, aunque no se traduzca automáticamente en apoyar a la derecha.

Según un informe del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, de las 12.715 manifestaciones antigubernamentales en 2018, “el 89% de las protestas… se caracterizó por la exigencia de derechos económicos, sociales, culturales y ambientales”. Los principales motivos de las protestas diarias fueron “la falta de políticas públicas efectivas que atiendan los problemas urgentes relacionados a la calidad de servicios públicos, respeto a contrataciones colectivas de los trabajadores, salud, alimentación y educación”, muy por encima de los motivos políticos. El Observatorio destacó “que la sociedad civil está empoderada de sus derechos y está dispuesta a salir a las calles para exigirlos de manera espontánea, sin atender el llamado de líderes políticos ni las amenazas del Gobierno a través de la política represiva.”

Ahora, la clase trabajadora y la gente pobre debe movilizarse para defenderse ante la amenaza de un golpe de estado, pero también para luchar por una sociedad mejor.

La gente de a pie tiene que protestar y hacer huelgas para que su voz se oiga y debe ir mucho más allá de lo que se propone Maduro.

Sin esto, el destino de Venezuela se decidirá entre las potencias imperialistas en competencia.


EL CHAVISMO Y LA OPOSICIÓN MARCHAN EN CARACAS A FAVOR Y EN CONTRA DEL SUPREMO

¿Es Venezuela un ejemplo de sociedad socialista?

Durante años, gente de todo el mundo ha visto en Venezuela un ejemplo.

Para la derecha, es un ejemplo de cómo el socialismo produce la tiranía y el caos. Sin embargo, las fuerzas en EEUU que apoyan a la derecha venezolana tienen gran parte de responsabilidad por el caos que vive el país. Un experto de las Naciones Unidas que visitó Venezuela en septiembre del año pasado dijo que las sanciones económicas de EEUU podrían equivaler a “crímenes de lesa humanidad”.

Para mucha gente de izquierdas, Venezuela fue un ejemplo de cómo se puede lograr el progreso social a través del control del estado.

Pero desde una visión socialista revolucionaria, fueron más bien las grandes movilizaciones de la gente de a pie en defensa de Hugo Chávez, en 2002, las que dieron una idea de cómo se puede cambiar el mundo.

Algunas personas argumentan que Chávez había impulsado un proyecto socialista del que Maduro se alejó. Pero Chávez dejó intacto gran parte del patrimonio y el poder de los ricos. Incluso privatizó industrias estatales clave. Las políticas de Chávez no habrían protegido contra la crisis económica que ha azotado Venezuela.

Y la crisis económica no se debe sólo a las sanciones estadounidenses, como Maduro intenta mantener. Durante más de una década, Chávez y Maduro sistemáticamente buscaron desmovilizar la actividad independiente de la clase trabajadora, como parte de su proyecto de crear el socialismo desde arriba.

Sin embargo, la lucha de clases no ha desaparecido. El 22 de enero el profesorado protagonizó una huelga nacional para exigir aumentos salariales.

Las huelgas y las protestas serán el camino para derrotar a EEUU y a Juan Guaidó.


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El diplomático estadounidense que apoya a los sangrientos golpes de estado

Donald Trump ha designado a Elliot Abrams para supervisar la “transición a la democracia” en Venezuela. Abrams ha estado en el centro de la política exterior estadounidense durante décadas.

Tiene la sangre de miles de personas en sus manos.

Como secretario de Estado adjunto de Ronald Reagan para los derechos humanos y asuntos humanitarios, encubrió algunos de los crímenes más horribles de EEUU. Unas 500 personas fueron masacradas en El Mozote en El Salvador por el gobierno salvadoreño respaldado por EEUU en 1982. Posteriormente, Abrams describió la política estadounidense en el país como un “logro fabuloso”.

Jugó un papel central en el esfuerzo internacional para reunir dinero en efectivo para los escuadrones de la muerte derechistas, la Contra, en Nicaragua.

Fue uno de los que “dio el visto bueno” al intento de golpe de 2002 en Venezuela.

Ahora Abrams está a cargo de la política estadounidense en Venezuela.

Con una persona así al mando, no cabe duda de las intenciones antidemocráticas de EEUU.