Marx21
Los dos artículos anteriores tratan aspectos teóricos alrededor del tema del partido. En este texto se planteará la cuestión de otra manera, respondiendo a algunos de los comentarios típicos que surgen cuando se plantea la idea de construir una organización política. Así que son notas políticas pero con la intención de dar respuestas bastante concretas.
“Hay demasiados grupos de izquierdas ideologizados: sólo fomentan el sectarismo, como en La Vida de Brian”
Es verdad que la izquierda sufre mucho sectarismo y que la imagen de ella que da la película La Vida de Brian es demasiado real.
Pero a menudo el sectarismo no es fruto de diferentes visiones ideológicas, sino de todo lo contrario. Existen grupos enfrentados que realmente no representan opciones políticas diferentes. En este sentido no tienen un motivo político para existir como grupos separados; chocan con otros grupos y activistas más bien por cuestiones de siglas, personalismos y cuotas de poder.
En cambio, otras divisiones dentro de la izquierda están muy fundamentadas.
A finales del s.XIX y principios del s.XX, casi toda la izquierda socialista se encontraba en los partidos socialdemócratas (en esa época, incluso Lenin se llamaba socialdemócrata). Pero ante los retos del colonialismo, imperialismo y finalmente la Primera Guerra Mundial, gran parte de esa izquierda olvidó sus principios y apoyó a su propia clase dirigente. Ante esta traición, e impulsados por la experiencia del período revolucionario de 1917-23, los partidos comunistas se separaron de la socialdemocracia.
En la década de 1930 —tras la contrarrevolución estalinista en Rusia y la burocratización de los partidos comunistas— llegó otra separación: la división entre el grueso de los partidos comunistas, que siguieron fielmente la línea dictada por Stalin en Moscú, y una pequeña minoría internacionalista y revolucionaria que apoyó a Trotsky. (Para más sobre todo este proceso, ver Karvala, 2012.)
Tras la Segunda Guerra Mundial, el movimiento inspirado en las ideas de Trotsky sufrió un proceso de fragmentación, que acabaría dando lugar a una miríada de grupos bastante reducidos.
La corriente socialismo internacional de la que Marx21 forma parte, la IST, fue una de las primeras escisiones del movimiento trotskista. Salió por motivos que podrían parecer nimios pero que realmente son muy importantes.
La “ortodoxia” trotskista insistía en que la URSS y su bloque eran “estados obreros” de algún tipo. El trotskista judío palestino, Tony Cliff, tras un estudio de la realidad de la URSS y sus satélites, concluyó que lo que regía allá era en realidad capitalismo de Estado. La URSS y su bloque formaban parte de un mundo imperialista de bloques de capital y estados en competencia tanto económica como militar. Sobre todo, sin control democrático y desde abajo por parte de la gente trabajadora, no se podía hablar de un “estado obrero”.
Otra cuestión importante fue que Cliff, mirando la realidad de la Gran Bretaña de la postguerra, insistió en que había un boom económico. Los defensores de la ortodoxia —habiendo consultado debidamente los textos del ahora muerto Trotsky— mantenían que eso era imposible; sólo podía haber una recesión como en los años 30.
Estos debates parecen abstractos, pero tienen su importancia. Se dio una separación entre dos maneras de proceder.
El debate sobre “estados obreros” o capitalismo de Estado no afecta sólo la interpretación histórica de la ahora difunta URSS, sino que influye en toda la forma de actuar políticamente. Se trata de, por un lado, buscar cambios mediante la acción y los programas “progresistas” de unos líderes; por otro, de insistir en la lucha y el poder desde abajo… también en las luchas sociales de hoy.
Del mismo modo, la izquierda que proviene del estalinismo mantiene la herencia ideológica del “socialismo real” de la URSS y sus aliados, lo que la lleva a defender a regímenes como el de Al-Assad y a negar la legítima sublevación popular de 2011.
En este debate y en el de la economía de la posguerra, hubo otra dicotomía. Por un lado se priorizaban los textos sagrados de Trotsky; por otro, se reconocía la importancia de la teoría pero se insistía en siempre basarse en la realidad tal cual, no en lo que dictaban los libros. Si tocaba actualizar la teoría para responder a nuevas realidades, pues se tenía que hacer. Así lo hizo Cliff, y como resultado su pequeño grupo fue expulsado del resto del trotskismo; la corriente IST que Cliff acabó construyendo es resultado de esta expulsión.
Paradójicamente, esta separación —y la consecuente insistencia en basarse en la realidad y la clase trabajadora de carne y hueso— comportó un alejamiento del sectarismo. Permitió ver que lo más importante en el mundo no son las disputas entre el Frente Popular de Judea y el Frente Judaico Popular que aparecen en La Vida de Brian. Nada impide que grupos alejados políticamente en algunos aspectos puedan participar conjuntamente en luchas concretas a favor de la clase trabajadora.
“Marx no estaba a favor de construir partidos, eso viene de Lenin”
Podría parecer cierto. En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels escribieron: “Los comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partidos obreros. No tienen intereses que los separen del conjunto del proletariado. No proclaman principios sectarios a los que quisieran amoldar el movimiento proletario.” Estas palabras son muy importantes. Son una crítica muy clara a quienes presentan a su grupo o partido como si fuera el centro del universo. No se plantearon la organización política como una excusa para separarse del resto de la clase trabajadora (y tengamos claro que hoy en día la clase trabajadora forma quizá el 90% de la población de Europa; no se trata de una minoría de hombres con monos azules).
Pero añadieron algo muy importante: “Los comunistas sólo se distinguen de los demás partidos proletarios en que, por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y por otra parte, en que, en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía, representa siempre los intereses del movimiento en su conjunto…” Y más en este sentido.
Estas palabras “sólo se distinguen” no son un mero detalle. Desde que escribieron a mediados del siglo XIX, hemos pasado por toda la experiencia de partidos reformistas que no defienden para nada “los intereses comunes a todo el proletariado”. Durante el s.XX se vio cómo los partidos comunistas también traicionaron la visión internacionalista de Marx y Engels. Y en lo poco que llevamos del s. XXI ya hemos visto el auge y la decepción con los partidos “nuevos”. Syriza, Podemos y formaciones parecidas abandonaron sus principios incluso más rápidamente que sus antecesores socialdemócratas y estalinistas.
Así que “sólo distinguirse” de este lastre no es una tarea fácil: requiere de una organización política. La forma que debe tomar esta organización depende de las circunstancias concretas. Lenin y los bolcheviques descubrieron —por necesidad y según las circunstancias— varias posibles formas de organización revolucionaria. En este sentido, sí que añadieron elementos importantes a lo que heredaron de Marx. Pero la necesidad de algún tipo de organización política está presente desde los inicios de la tradición marxista. No fue para nada Marx y Engels dedicasen tanto tiempo a intentar construir organizaciones, como se ve en la película El joven Karl Marx.
“Estoy de acuerdo con lo que decís pero no se puede hacer mucho con un grupo pequeño”
La respuesta obvia es que si realmente estás de acuerdo con lo que dice el grupo, y el único inconveniente es su tamaño, la mejor manera de hacer que sea un poco menos pequeño es afiliándote. Más vale un grupo pequeño que va en la dirección que quieres, que una organización grande que te lleva en la dirección contraria.
Es que los partidos más grandes de izquierdas suelen incluir a sectores que defienden visiones bastante alejadas del socialismo desde abajo. Esto no es necesariamente un motivo para no participar, eso depende de la situación concreta. Pero sí supone que si participas en un partido así, o bien te resignas a políticas que no te gustan, o bien tendrás que luchar dentro del partido por posiciones más consecuentes. Ser miembro de un espacio revolucionario anticapitalista no tiene porqué ser incompatible con participar en un partido más amplio de izquierdas; puede ayudar a hacer que este partido sea más consecuente.
Finalmente, no hay que subestimar a los grupos pequeños.
Por poner un ejemplo, la red de grupos de la que Marx21 forma parte, la corriente socialismo internacional (IST en sus siglas en inglés), incluye a organizaciones de tamaños muy diferentes, desde miles de militantes hasta sólo decenas de personas. Pero incluso algunos grupos reducidos han demostrado la capacidad de impulsar luchas más amplias.
A partir del ataque a las torres gemelas en Nueva York el 11-S de 2001, la IST se planteó como tarea prioritaria la construcción de amplios movimientos antiguerra. En la histórica jornada de manifestaciones contra la guerra de Irak, el 15 de febrero de 2003, se manifestaron unos 30 millones de personas. Muchos factores contribuyeron al éxito de la movilización en diferentes lugares ese día, pero uno de ellos fue el papel de incluso grupos pequeños de la IST en hacer llegar la llamada a sus ciudades. (Karvala, 2013; El Periódico, 10/02/2013).
Ahora y desde hace bastantes años, la IST se plantea como imprescindible la construcción de movimientos unitarios contra el fascismo y el racismo, con la lucha contra la islamofobia como un eje destacado. Por supuesto, estos movimientos sólo existen gracias a la participación y dedicación de gente mucho más diversa. Pero de nuevo, los grupos de la IST son un factor importante en su creación.
Incluso un grupo pequeño, si tiene buenas propuestas y sabe explicarlas bien, puede jugar un papel muy significativo, catalizando movimientos mucho más amplios. No se trata de imponerse sobre el resto de la gente, sino todo lo contrario; animar a más gente a tomar la iniciativa e impulsar las luchas que hacen falta.
“Me gustan vuestras ideas pero no quiero someterme a un partido: prefiero ser activista independiente”
Esta actitud es bastante típica y se basa en malentender qué es un grupo revolucionario. Tristemente, el malentendido refleja algunas malas experiencias muy reales.
Es un hecho que algunos grupos revolucionarios actúan como organizaciones burocráticas, con estructuras poco democráticas y totalmente desproporcionadas para lo que a veces no pasan de ser un puñado de personas.
Una organización revolucionaria debería ser capaz de reunir las experiencias e ideas de las personas que la conforman, debatir democráticamente en base a ellas, y tomar una decisión colectiva. Lo ideal sería que durante el debate surgiera el consenso, una propuesta que convenza a todo el mundo. Pero incluso si sigue habiendo discrepancias, se toma una decisión mayoritaria y se actúa colectivamente en base a esta decisión. Tras intentar aplicar la política acordada, se puede evaluar la experiencia y mirar si se acertó o no. Puede resultar que la propuesta que quedó en minoría hubiera sido más acertada. En todo caso, siempre habrá cosas que mejorar. De lo que se trata es de intentar aplicar la visión compartida a una situación concreta, y evaluar los resultados, en un proceso colectivo de lucha y aprendizaje.
Una persona en solitario tiene incluso muchos menos recursos, para analizar una situación, que un grupo pequeño, y un individuo aislado no tiene suficientes fuerzas para implementar estrategias y ponerlas a prueba.
Este argumento refleja otra idea muy extendida, y problemática. En diferentes ámbitos se tratan espacios sociales —productos de seres humanos— como si fueran entidades independientes de sus participantes. Por poner un ejemplo, en los movimientos sociales, a veces se oyen quejas como “¿Por qué este movimiento no ha hecho tal cosa?” En realidad, un movimiento es simplemente la suma de las acciones de sus integrantes; si algo no se ha hecho, es porque ninguna persona lo ha hecho… incluyendo a la persona que se queja.
Con los partidos también se da este proceso de “reificación” (el término utilizado por Marx para explicar el proceso por el cual unas personas erigen a otra persona como Rey y luego le atribuyen poderes casi mágicos). Se dice que “El partido ha decidido/hecho/…” cuando en realidad (algunas) personas del partido lo han hecho o decidido.
Mirando el lado más positivo, las posiciones políticas de un partido, o de un grupo revolucionario, no bajan del cielo ni de los escritos de Marx, Lenin o Trotsky. Son producto de los debates y decisiones de la militancia de la organización. Estas posiciones serán más fundamentadas y estarán más desarrolladas en la medida que más personas que compartan la visión general del grupo participen en su elaboración, aportando sus diferentes ideas y experiencias.
Una persona que realmente comparte esta visión global debería participar en esta tarea colectiva, y esto significa militar en el grupo. Si no se milita, entonces sí que se está sometiendo a decisiones en las que no se ha participado.
“No tengo tiempo para militar además de estar en los movimientos sociales”
La idea de un grupo revolucionario no es añadir aún más trabajo al que ya hacemos, sino hacer este trabajo más efectivo. Militar en un grupo debería dar como resultado más efectividad en las luchas con menos esfuerzo. Como activista individual, si te interesan muchos ámbitos de lucha, como es normal, tienes que intentar participar en todos los diferentes movimientos.
Digamos que hay una lucha importante antirracista, otra por un tema del barrio, otra contra la opresión de las mujeres, otra de solidaridad internacional… si intentas participar plena y directamente en todas, el único resultado será un colapso. Como individuo, te quedarías con las opciones de aparecer brevemente en cada asamblea, pero sin poder contribuir a ninguna de estas luchas, o bien sólo participar en una sin saber qué pasa en las otras.
Un grupo revolucionario bien organizado y arraigado (lo que no es fácil lograr, hay que reconocerlo) debería ser capaz de conseguir que diferentes militantes participen en diferentes luchas clave (tampoco en todas, eso sería imposible), compartiendo información y debates importantes. El día de una movilización, se debería poder contar con una presencia más amplia de activistas del grupo, y ya estarán bastante al día con el tema en cuestión, gracias a su colega que ha ido informando… sin que tengan que asistir a 10 asambleas cada semana.
Si se trabaja bien en este sentido (lo que, repitámoslo, no es fácil) simplifica el trabajo de cada individuo, porque no tiene que intentar estar por todas partes. Pero en cierta manera sí que está por todas partes, mediante sus colegas. Esto ayuda a tejer complicidades entre movimientos, evitando que diferentes convocatorias choquen, permitiendo que se vean los puntos en común entre diferentes luchas, etc.
Es otro ejemplo de cómo un grupo revolucionario puede ser un activo para los movimientos sociales, no una amenaza.
¿Por qué vendéis publicaciones, no sería mejor repartirlas gratuitamente como hacen muchos grupos?
Hay diversos motivos para (intentar) vender las publicaciones.
Primero, recordemos la expresión en inglés “there’s no such thing as a free lunch”, traducida como “nada es gratis”. Resulta que el economista de derechas Milton Friedman lo utilizó, aunque en realidad es una visión muy marxista; todo producto es el resultado del trabajo humano. Este trabajo puede ser voluntario, y en los movimientos y los grupos de izquierdas hay mucho trabajo voluntario, pero hay cosas que no se pueden cubrir con la pura voluntad, como gastos de impresión. Las publicaciones que se distribuyen gratis, en realidad las ha pagado alguien, más típicamente con subvenciones. Un grupo que no vive de subvenciones no puede regalar sus publicaciones.
Segundo, que las publicaciones revolucionarias no se diseñan para ser repartidas al azar, como si fueran la publicidad de una cadena de supermercados. Un periódico marxista, por ejemplo, debe aportar análisis e información sobre diferentes luchas, diferentes problemas en el mundo. No debería utilizar lenguaje accesible sólo para una élite cerrada, pero en la sociedad actual es inevitable que mucha gente no tendrá interés en cómo una huelga puede ganarse, en por qué hay que abrir las fronteras, en las interrelaciones entre el racismo y el machismo… El hecho de cobrar un precio razonable por la publicación supone que las personas que sí tienen interés podrán y querrán comprarla.
La producción y la venta del periódico tienen una función política esencial. Hace más de un siglo Lenin explicó que:
“El periódico no es sólo un propagandístico colectivo y un agitador colectivo, sino también un organizador colectivo. En este último sentido se le puede comparar con los andamios que se levantan alrededor de un edificio en construcción, que señalan sus contornos, facilitan las relaciones entre los distintos sectores, les ayudan a distribuir el trabajo y observar los resultados generales alcanzados por el trabajo organizado. Mediante el periódico y en relación con éste, se irá formando por sí misma una organización permanente” (Lenin, 1901)
Si el periódico se distribuye de manera gratuita y anónima —en la calle, dejando ejemplares en los centros sociales, etc.— no se establece esta relación entre activistas. No contribuye a construir una organización capaz de intervenir de manera política y activa.
“Los partidos siempre se burocratizan”
A principios del s.XX el sociólogo y politólogo alemán, Robert Michels (1876-1936), elaboró en su obra Los partidos políticos la “ley de hierro de la oligarquía”. Según esta visión, siempre gobernará una minoría; toda organización inevitablemente se vuelve oligárquica. Se resume así:
“La organización es lo que da origen a la dominación de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice organización dice oligarquía.”
En una introducción a este libro, Seymour Martin Lipset escribió en 1961:
“el objetivo de la élite con base en la masa es reemplazar el poder de una minoría por el de otra: ellos mismos. Cuando enfrenten una amenaza a su autoridad o cargo, desde dentro de la organización, los líderes se pondrán sumamente agresivos y no vacilarán en socavar muchos derechos democráticos. Perder el gobierno de su organización es perder lo que los hace personas importantes, y por eso tienen buenos motivos para preservar sus puestos, aun cuando ello los lleve a adoptar métodos represivos.” (Lipset en Michels, pág. 17)
Algunos relatos que han surgido recientemente de Podemos, de purgas, expulsiones, etc., parecen confirmar este argumento plenamente. Sin embargo, no se puede tomar como la comprobación de la teoría, sino como una muestra del tipo de organización que es Podemos.
John Molyneux hace un análisis interesante del planteamiento de Michels (Molyneux 2009). Argumenta que la “ley de hierro” se basa en la experiencia de los partidos socialdemócratas, en los que una minoría sí actúa en nombre de la mayoría. Esto es inherente al modelo de partido en el que la mayoría de la militancia es pasiva, y quien tiene el protagonismo es la dirección, y sobre todo la dirección de su grupo parlamentario. En este sentido, Podemos es un seguidor fiel de las tradiciones centenarias de la socialdemocracia.
Aún así, Molyneux reconoce que estas tendencias pueden darse también en una organización revolucionaria. Éstas se basan, en principio, en una militancia activa y consciente. Si efectivamente esta situación existe, entonces es difícil que unos pocos dirigentes puedan convertirse en oligarquía. (Dejando aparte que hay pocos atractivos en “controlar” una organización relativamente pequeña, sin poder institucional ni riquezas que distribuir.) Sin embargo, se puede producir la situación en la que una parte importante de la militancia deja de participar activamente, deja de tener una visión independiente, fiándose ciegamente de lo que digan “los líderes”, etc. Entonces sí, se podría producir esta situación.
Pero la solución no es dejar de intentar construir una organización revolucionaria. Los problemas del capitalismo, y de las repetidas decepciones a manos de organizaciones en las que sí se aplica esta ley, no desparecerán porque nos abstengamos de organizarnos.
Más bien, supone mantener muy presente lo que se ha comentado arriba, sobre el error de ver al “partido” como a un ente independiente, ajeno a las personas que lo componen.
Si tenemos presente que construir una organización revolucionaria es el trabajo colectivo de las personas que comparten unas ideas; que es un proceso que debe estar sujeto a permanente debate y evaluación colectivos; que en un partido revolucionario sano no puede haber líderes y seguidores, sino que todo el mundo tiene que liderar… entonces la ley de Michels seguirá pesando sobre los partidos reformistas, pero la podremos mantener alejada de nuestras organizaciones.
Conclusión
Se ha publicado este folleto con el objetivo claro de explicar la necesidad de construir una organización revolucionaria, e idealmente para que más gente se sume al grupo de Marx21. No vamos a disculparnos por ello.
Sin embargo, como se ha comentado aquí, sabemos que un grupo no es el centro del universo. La lucha abarca a gente muy diversa, y hace falta todo el mundo. Así que un segundo objetivo del folleto sería explicar a más gente nuestra idea de organización política, para facilitar la colaboración en las luchas como activistas, o quizá animar y ayudar a algunas personas a impulsar proyectos políticos propios.
En todo caso, el grupo Marx21 sigue abierto a la afiliación de personas que compartan nuestras ideas, a la colaboración en luchas concretas con gente con la que compartimos ciertos objetivos.
Si más no, si te ha interesado lo que se explica aquí, ponte en contacto y hablemos.
Bibliografía
El Periódico 10/02/2013. Núria Marrón, “Las lecciones del ‘no a la guerra’.” https://www.elperiodico.com/es/no-a-la-guerra/20130210/las-lecciones-del-no-a-la-guerra-2315749
Karvala, David (2012), “La larga sombra del estalinismo”. http://davidkarvala.blogspot.com/2012/08/la-larga-sombra-del-estalinismo.html
Karvala, David (2013), “Imperialismo: 10 años de la guerra de Irak”, En lucha, marzo de 2013. http://davidkarvala.blogspot.com/2013/03/imperialismo-10-anos-de-la-guerra-de.html
Lenin, V. I. (1901), “¿Por dónde empezar?”. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1901/mayo/001.htm
Michels, Robert (1979), Los partidos políticos: Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna. Amorrortu editores. Buenos Aires. (Publicado originalmente en 1911).
Molyneux, John (2009), “On party democracy”, International Socialism 124, otoño de 2009. http://isj.org.uk/on-party-democracy/
Wikipedia, “15 February 2003 anti-war protests”. https://en.wikipedia.org/wiki/15_February_2003_anti-war_protests