Xoán Vázquez

Las elecciones de mitad de periodo celebradas el pasado 6 de noviembre en Estados Unidos deberían haber sido un rechazo rotundo de Donald Trump y el Partido Republicano.

Cierto que las predicciones apuntan a que los demócratas terminarán ganando el voto popular por una diferencia mayor que la lograda por Barack Obama en las elecciones presidenciales de 2008, que se recuerda como un “tsunami” electoral.

Pero la realidad es que los resultados de estas elecciones no parecen mostrar ningún tsunami demócrata porque los dos partidos del capitalismo estadounidense han salido, de alguna manera, victoriosos.

Donald Trump sigue siendo imparable en las zonas rurales del país y en el sur conservador de Estados Unidos. También, de modo importante, varios candidatos que le dieron su apoyo, ganaron en la zona del “Midwest”, el corazón industrial del país, la misma zona que le dio la presidencia en el 2016.

Lo que lleva a predecir, una vez más, que el fenómeno de Trump goza de bastante buena salud.

Los demócratas ganaron la mayoría en la Cámara de Representantes por primera vez en ocho años pero los republicanos aumentaron su mayoría en el Senado.

Esto se debe en parte al sistema electoral absurdo e injusto que asigna a cada estado, independientemente de su población, dos escaños en el Senado otorgando un poder desproporcionado a los estados rurales menos poblados.

Un buen ejemplo es el caso de la senadora demócrata Dianne Feinstein que logró su escaño por California con más de 3 millones de votos. En Dakota del Norte, el republicano Kevin Cramer logró el suyo con menos de 200.000.

De hecho los republicanos tienen su mayoría en el Senado habiendo obtenido en el conjunto del país casi 12 millones de votos menos que los demócratas.

La mayoría demócrata en la Cámara de Representantes hará más difícil que Trump apruebe las leyes, aunque continuará intentando hacerlo a través de disposiciones ejecutivas que se pasan por alto la aprobación del Congreso. Por otra parte servirá para iniciar investigaciones sobre los múltiples aspectos de sus sombríos asuntos comerciales y los supuestos vínculos con Rusia.

Al ser preguntado sobre esa posibilidad Trump respondió: “Si los demócratas creen que van a desperdiciar el dinero de los contribuyentes investigándonos a través de la Cámara, entonces también nos veremos obligados a considerar la posibilidad de investigarlos en el Senado por todas las filtraciones de información clasificada.”

Alternativa

Una mayor participación de votantes en muchas áreas y algunos avances para los demócratas son señales positivas de que hay un rechazo de la gente a Trump.

Otro aspecto novedoso el día de las elecciones fue el del aumento repentino de la participación de los jóvenes, aspecto que ya había sido anunciado días antes por una encuesta de la Universidad de Harvard.

Los resultados de la encuesta ponían de manifiesto que un número sin precedentes de estudiantes pensaban votar y que solo el 26 por ciento de los encuestados apoyaba a Donald Trump, ¡mientras que el 39 por ciento apoyaba el socialismo democrático!

Destacar por su impacto y originalidad la campaña de ACRONYM, una organización que lanza campañas digitales para movilizar el voto por candidatos progresistas. Su creación para estas elecciones Knock the vote, llamaba a los jóvenes a “no votar”. Lo que puede parecer una mala estrategia se convirtió en el mejor de los incentivos gracias a su vídeo de Youtube.

En él aparecen varias personas mayores, que se reconocen de clase alta, pidiendo a los jóvenes que no voten, ya que a ellos les va bien que no lo hagan. “Trump es nuesto hombre”, “los tiroteos en colegios estan mal, pero no voy al colegio desde hace más de 50 años”, “El cambio climático es un problema tuyo, yo estaré muerta pronto”, “todo está bien tal y como está” o “¿Recortes de impuestos para los ricos? ¡Diablos, claro que sí, estoy forrado!” eran n algunos de los mensajes que lanzan para, a través de la psicología inversa, pedir a los jóvenes que reaccionen a una situación que ellos deberían considerar desfavorable.

En unas declaraciones el día de las elecciones Daphne Frías, impulsora de la iniciativa Walk Out to Vote dejó claro que la politización de una nueva generación no se limita a las urnas: “Para esta generación ha sido difícil no desilusionarse con el estado de nuestro país y su política. La mayoría de nosotros estamos llegando a la mayoría de edad en un momento de sobrecarga política sensorial, pero eso no nos impide darnos cuenta de que no estamos contentos con la forma en que nuestro país está yendo. Nos hemos manifestado y nos hemos reunido y eso ha hecho que la gente haya aprendido a escuchar.”

Pero los demócratas no ofrecen una alternativa real. Sirva como ejemplo la dirigente demócrata en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, que usó su discurso de la noche electoral para pedir un “mercado bipartidista de ideas que fortalezca nuestra democracia” y que para lograrlo buscará puntos de acuerdo con el presidente Donald Trump porque “Todos hemos tenido suficiente con la división”.

Para Pelosi este es un momento crucial, pues podría ser un regreso triunfal como la primera mujer presidenta de la Cámara de Representantes. Trump expresó el miércoles su respaldo a Pelosi en el cargo. En un tuit, Trump dijo que Pelosi “se ha ganado ese gran honor” e insinuó que el partido republicano pudiera ayudarla a asegurarse el puesto. “Si ellos (los demócratas) le ponen obstáculos, quizás nosotros añadiremos algunos votos republicanos”, escribió Trump en Twitter.

Trabajar con Trump y los republicanos es lo último que se necesita. Debe haber un asalto implacable a su régimen misógino, racista, y antiobrero.

El verdadero “tsunami” de estas elecciones

“Alexandría, Ilhan, Ayanna. ¡Me encantan estos nombres!” comentó en un acto celebrado el pasado mes de septiembre la candidata socialista Rashida Tlaib ,y añadió dirigiéndose al público “Sí, vais a tener que aprender a decir nuestros nombres”.

Y los pronósticos de Tlaib se confirmaron. Por primera vez habrá más de 100 mujeres en el Congreso y son hispanas, negras, musulmanas y también las primeras mujeres nativas americanas elegidas al Congreso.

Según un informe publicado días antes de las elecciones por Reflective Democracy Campaign (RDC) hay un aumento del 75 por ciento de mujeres de color entre los nominados para el Congreso en 2018 en comparación con 2012.

Según el informe, de 2012 a 2016, no había cambiado mucho la composición racial y de género de los candidatos. En las oficinas locales, estatales y federales, los hombres blancos, que representan alrededor de un tercio de la población de EEUU, eran casi dos tercios de los candidatos. Sin embargo, en 2018 se observó una disminución significativa en los candidatos masculinos blancos y un fuerte aumento en las mujeres, particularmente en las mujeres de color.

Para Brenda Choresi Carter, directora de RDC “Movimientos recientes como #BlackLivesMatter y #MeToo han cristalizado la necesidad de que quienes toman las decisiones provengan de las comunidades que representan (…) Está cada vez más claro que no podemos confiar en los funcionarios electos que representan a una sola porción estrecha del pueblo estadounidense”.

Pero aún queda mucho por hacer para tener una lista de candidatos que refleje la población de los EEUU. Las mujeres de color son aproximadamente el 20 por ciento de la población de EEUU. Pero solo el 7 por ciento de los nominados para el Congreso en 2018 (un aumento del 4 por ciento en 2012 y 2016). Y las mujeres en general son aproximadamente la mitad de la población de los Estados Unidos, pero solo una cuarta parte de los nominados al Congreso en 2018.

Guerreras de clase detrás de las líneas enemigas

Y entre esas nuevas congresistas estarán dos militantes de los Socialistas Democráticos de América (DSA): Alexandria Ocasio-Cortez de Nueva York y Rashida Tlaib de Michigan que si las previsiones de DSA se cumplen podrían estar acompañadas de otros seis legisladores estatales a nivel nacional.

El éxito de las candidatas socialistas este año ha sido uno de los grandes temas de debate en los medios de comunicación con una amplia cobertura en las noticias. La victoria de Ocasio-Cortez en junio derrotando en las primarias a uno de los demócratas más poderosos de la Cámara sirvió de inspiración a personas en todo el país.

Ocasio-Cortez y Tlaib, como Bernie Sanders antes que ellas, son responsables de ayudar a visibilizar y popularizar la idea de socialismo en la política general después de una ausencia de muchas generaciones. Sin embargo, como socialdemócratas tradicionales piensan que el campo principal de acción es el de la acción legislativa y las elecciones tratando de desplazar el equilibrio de poder dentro del Partido Demócrata hacia la izquierda y reclutar candidatos progresistas.

En general, el éxito de los candidatos progresistas y socialistas en estas elecciones muestra una radicalización incipiente que es producto de un profundo descontento, tanto con el régimen de Trump como con la crisis social y política que lo precede.

Una encuesta de la agencia Gallup publicada hace 3 meses mostraba que el 60% de los demócratas han perdido su confianza en el capitalismo y que la mayoría de ellos la tienen en el socialismo democrático. Prueba de ello es que en las primarias l@s candidat@s del DSA triunfaron cómodamente frente a los candidatos del aparato del Partido Demócrata.

DSA no es un partido político sino un movimiento político que se aprovecha de la flexibilidad que proporciona ser el ala izquierda del Partido Demócrata para articular gran parte de su acción política a través de este partido.

Aunque para el establishment del partido esta relación es motivo de preocupación lo cierto es que los socialistas democráticos suponen en la actualidad un gran impulso desde la izquierda para las aspiraciones de los demócratas.

Pero no debemos olvidar que los líderes del Partido Demócrata son una camarilla corporativa y sigue siendo el segundo partido del capitalismo estadounidense.

Esto plantea una discusión importante sobre el papel de las nuevas congresistas de DSA. Como solo dos socialistas en una Cámara de Representantes con cien veces más demócratas que no lo son, estarán sujetas a una gran presión para adaptarse a las rutinas conservadoras del Congreso, o sino corren el riesgo de ser marginadas.

Pero también hay que pensar que con su presencia habrá nuevas oportunidades importantes para utilizar su posición en el Congreso para proyectar las demandas de los movimientos y luchas sociales, junto con la política del socialismo.

El escritor y miembro de DSA Meagan Day escribió en la revista Jacobin “incluso cuando los candidatos de izquierda explícitamente no ganan el cargo, sus pérdidas no son completas si han dedicado sus campañas a articular y popularizar ideas progresistas y socialdemócratas” (…) “Los socialistas que se postulan para un cargo deben, como Sanders, hacer una campaña para difundir las ideas que podrían transformar la vida de la gente trabajadora.”

Incluso si, como Meyer, queremos que más “guerreros de clase caigan detrás de las líneas enemigas” en el Congreso, los ayuntamientos y en las legislaturas estatales, vale la pena preguntarse qué tipo de energía, tiempo y dinero debe dedicar la izquierda a esta perspectiva.

Frenar a Trump

Trump no va a dar marcha atrás. Después de esta campaña y de los resultados piensa que todavía podría tener opción en las presidenciales de 2020.

Sabe que no cuenta con el apoyo de la mayoría, y se ha dado cuenta de que no lo necesita. El día después de las elecciones en un debate en la televisión nacional con el reportero de la CNN Jim Acosta, reiteró sus afirmaciones de que los inmigrantes centroamericanos que huían de la pobreza y la violencia constituyen una “invasión”.

Ha tomado el control de los mecanismos de poder del Partido Republicano y ha puesto en pie una base cada vez más segura y agresiva.

Toda la prensa coincide en que impulsó el voto republicano en áreas donde hizo mítines, provocando un frenesí racista y aumentando la participación entre algunos sectores de votantes.

De hecho, desde su elección ha intervenido en 65 concentraciones masivas ante cientos de miles de admiradores. Y si bien su base social se concentra en las clases medias, también ha penetrado peligrosamente en sectores de la clase trabajadora blanca.

Trump no será frenado por la acción legislativa y las maniobras políticas de los demócratas en el Congreso. El rechazo hacía su política y hacía lo que representa tiene que expresado por la acción en las calles tomando como referentes la ola de huelgas de profesores, las protestas contra la prohibición musulmana, BlacklivesMatter, #MeToo o las protestas contra la confirmación de Brett Kavanaugh ante la Corte Suprema.