Xoán Vázquez

El candidato presidencial de extrema derecha Jair Bolsonaro, que ganó con un impactante 46% de los votos en la primera ronda de las elecciones en Brasil, continúa liderando las encuestas con el 59% de las preferencias para la segunda vuelta que tendrá lugar el 28 de octubre.

Tras las elecciones presidenciales y legislativas, Jair Bolsonaro y su Partido Social Liberal (PSL) pasaron de ser una fuerza política residual a la política de primer nivel. El PSL se catapultó desde el extremo del espectro político de Brasil, pasando de sólo un escaño en la legislatura nacional a 52 escaños como resultado de las elecciones del 7 de octubre. Es el segundo partido en número de diputados, justo detrás del PT con 55 asientos.

El ascenso meteórico de Bolsonaro, al que ya se conoce como “el Le Pen tropical”, representa una dramática sacudida hacia la extrema derecha en la política brasileña. Obtuvo casi el doble de votos de los que las encuestas de opinión le asignaban hace apenas dos meses.

Al igual que Donald Trump, Bolsonaro es un provocador racista, machista, homófobo y antidemocrático cuya victoria envalentonará a los elementos más reaccionarios de la sociedad brasileña.

Abiertamente opuesto a la igualdad de salarios para las mujeres, durante sus años en el Congreso se enorgulleció de su letanía de repugnantes y despreciables ataques contra otros diputados, especialmente contra las diputadas del PT. Una vez osó decir a una diputada federal del PT, Maria do Rosário, que “no era digna de ser violada”.

En un país donde la policía mató el año pasado a 5.000 personas, Bolsonaro dijo, durante una entrevista exclusiva concedida a la cadena TV Globo que “Si un policía mata a diez, quince o veinte [delincuentes], con diez o treinta tiros a cada uno, tiene que ser condecorado y no procesado”. Días después en una entrevista en el Jornal Nacional, programa líder de audiencia en Brasil, Bolsonaro propuso una ley que impida juzgar a los policías por presuntos excesos.

El PSL ha comenzado a acumular partidarios en el ejército y la policía, así como en las milicias de extrema derecha que a menudo incluyen a policías y soldados en servicio activo y actúan con total impunidad. Se cree que estos grupos están involucrados en el asesinato de la concejala de la ciudad de Río de Janeiro, Marielle Franco, del anticapitalista Partido Socialismo y Libertad (PSOL) en marzo de 2018. Hasta el día de hoy nadie ha sido responsabilizado por este crimen.

Dictadura militar

Bolsonaro, ex capitán de las reservas militares, ha elogiado en repetidas ocasiones la implacable dictadura militar que gobernó Brasil durante dos décadas hasta 1985. Incluso dedicó su voto a favor de destituir a la ex presidenta del PT Dilma Rousseff al infame coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, quien encabezó la unidad de tortura militar que maltrató a decenas de miles de activistas de izquierda, Rousseff incluida.

“Estoy a favor de la tortura y tú sabes que lo estoy”, dijo en un reportaje en 1999 para que no quedaran dudas sobre el tema. Y, en 2016, declaró en una entrevista de radio que “el error de la dictadura fue torturar y no matar”.

El racismo ha jugado también un papel clave en la campaña de Bolsonaro. Llamó a las personas negras “animales” que deberían “volver al zoológico” y dijo que sus hijos nunca se casarían con mujeres negras. En esta ocasión se aprovechó del profundo racismo que existe en Brasil, donde hay una clara jerarquía basada en el color de la piel.

En respuesta a su racismo y su base de apoyo, el PSOL presentó a varias mujeres negras en las elecciones al Congreso. Ahora hay diez diputados/as de este partido anticapitalista como resultado del 3 por ciento de votos obtenidos en la elección a la Cámara de Diputados.

Pero el racismo de Bolsonaro no es nada nuevo. De hecho, a finales de 2017 fue condenado a pagar una multa de algo más de 16.000 dólares por los comentarios de índole racista que el político realizó sobre afrodescendientes durante un evento en el club Hebraica de Río de Janeiro. En aquella ocasión afirmó, ante una audiencia repleta de empresarios, tras haber visitado una reserva de descendientes de esclavos (que en Brasil se llaman “quilombos”) que “los afrodescendientes no hacen nada, creo que ni como reproductores sirven más”, entre otros comentarios despectivos.

No es de extrañar que el historiador David Duke, la cara pública del Ku Klux Klan (KKK) se deshaga en elogios a Bolsonaro por ser “uno de los nuestros”.

Ola de ataques violentos

Para el historiador marxista brasileño y militante del PSOL Valerio Arcary: “Los sectores más reaccionarios vieron la votación como una oportunidad para contraatacar al movimiento de mujeres, al movimiento antirracista, etc.” Estas fuerzas están envalentonadas por su victoria.

“Hemos visto una ola de ataques violentos en los últimos días. Ha habido al menos 50 ataques en varias ciudades, tres de los cuales fueron particularmente graves”, dijo Valerio.

“En Salvador de Bahía fue asesinado el maestro de capoeira de 63 años, Romualdo Rosario da Costa, conocido por su seudónimo ‘Moa do Katendé’, por haber dicho públicamente en un bar: ‘Voté por el PT [el Partido de los Trabajadores]’.”

“Una joven fue atacada y marcada con una esvástica.”

“Y en una universidad en el sur de São Paulo, un joven estudiante fue atacado y golpeado seriamente porque llevaba una gorra roja. También hemos visto movilizaciones de la extrema derecha en varias localidades.”

En los últimos días la extrema derecha ha radicalizado su discurso de odio que asume niveles cada vez mayores de irracionalidad. Así varias ciudades brasileñas han visto en sus calles a seguidores de Bolsonaro luciendo camisetas con la imagen de la cabeza decapitada de Lula.

El camino al poder

El camino de Bolsonaro al poder fue pavimentado por una ofensiva coordinada de derechas, respaldada por la burguesía brasileña, la burocracia estatal, las iglesias evangélicas y el ejército.

Comenzó con el juicio político de Rousseff en 2016, ganó fuerza con una serie de asesinatos de activistas de izquierdas y culminó con el encarcelamiento del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Su campaña recibió un impulso tras ser apuñalado en septiembre, lo que le permitió presentarse como un mártir. Pero el apuñalamiento no explica el resultado: el éxito de Bolsonaro no proviene de un solo evento, sino de una larga historia de desilusión con la política general.

Como señala Valerio Arcany: “La elección muestra la fuerte división entre los más ricos y los más pobres de Brasil. Entre aquellos con un salario mensual por encima de 400 euros, ganó Bolsonaro. Bajo este umbral salarial perdió. El salario mínimo en Brasil es el equivalente a 240 euros por mes.”

“Hay otros indicadores, más indirectos, de la composición de clase del voto de Bolsonaro.”

“La educación es un ejemplo clave de esto. Hay tres niveles principales de educación en Brasil: fundamental, secundaria y superior. Bolsonaro ganó entre personas con educación secundaria y superior. Las nuevas clases medias educadas fueron una parte clave del cambio.”

“También estaba el componente geográfico. La gente en el noreste del país generalmente votó en contra de él.”

“La gente en los distritos más ricos del sur de São Paulo y Río de Janeiro votaron abrumadoramente por Bolsonaro.”

Reestructuración neoliberal

Esta división entre ricos y pobres se ha ampliado durante los casi diez años de reestructuración neoliberal de la economía y ataques a la clase trabajadora.

El ex presidente de Brasil y líder del Partido de los Trabajadores (PT), Lula, introdujo reformas a favor de los trabajadores después de que el partido asumiera el poder en 2002. Pero también consiguió mantener contentos a los empresarios gracias a los altos precios de las materias primas para la exportación.

El índice de aprobación de Lula en el momento en que se retiró en 2012 era del 90 por ciento pero no pudo presentarse a las recientes elecciones porque permanece en la cárcel bajo acusaciones de soborno. El PT presentó en su lugar a Fernando Haddad.

La crisis financiera internacional de 2008 y un colapso posterior del precio de las materias primas crearon la base económica para el desmantelamiento del apoyo del PT.

Valerio explica: “Entre 2004 y 2012, la economía brasileña se benefició del auge de las materias primas. Fue una de las tres veces en la historia que las condiciones del comercio mundial favorecieron a los países con economías de exportación como Brasil. El creciente mercado internacional de productos básicos fue impulsado por China. Pasó de ser un socio comercial marginal para Brasil a ser su principal socio comercial en el espacio de poco más de una década. Anteriormente, Estados Unidos había sido el principal socio comercial de Brasil, China ocupó su lugar. Estos enormes cambios globales tuvieron lugar en un corto período.”

Bolsonaro no es imbatible

Como señala Valerio Arcary en un artículo publicado en la web Esquerda online: “Nada está perdido. La segunda vuelta es una nueva elección y los cambios de rumbo son posibles si pensamos que las abstenciones, votos nulos y blancos sumaron un 29%.”

“No obstante, la defensa de una línea de clase es la clave para mantener los votos que el PT obtuvo en la primera vuelta y hacerlos crecer. Llegó la hora de movilizar a la clase trabajadora. Llegó la hora de los sindicatos, de los movimientos populares y también del movimiento estudiantil. Los movimientos feministas que construyeron el #EleNão son y serán el embrión del movimiento antifascista.”

El día 28 de octubre, para derrotar al fascismo y afirmar nuestra opción por la civilización y contra la barbarie, hay que votar a Haddad para Presidente, pero sin olvidar que resistir y luchar significa sobre todo ir a las calles.

Hay que estar en las calles y dar una prueba de fuerza en las calles de forma organizada para derrotar el discurso de odio y miedo. Significa derrotar la opresión, el racismo, la xenofobia, así como las ideas fascistas de la candidatura de Jair Bolsonaro.

Es imposible dar la vuelta a esto sin el activismo de millones.


Xoán Vázquez es militante de Marx21.