Heinz Willemsen

Nunca antes un país había rechazado la invitación de la OTAN a unirse a la coalición militar. Pero ahora la población de Macedonia les ha mostrado a Trump y Merkel la tarjeta roja.

¿Está usted a favor de la incorporación a la OTAN y a la Unión Europea mediante la aprobación del acuerdo entre la República de Macedonia y la República de Grecia? Ésta fue la pregunta con la que se convocó a las urnas a la población de Macedonia en el referéndum del 30 de septiembre. La votación se organizó para obtener el beneplácito de los macedonios y las macedonias al Acuerdo Prespa con Grecia.

También Tsipras se dedica a la extorsión

Durante 27 años, tras la independencia de Macedonia, Grecia, miembro de la OTAN y la Unión Europea, ha presionado y extorsionado a su vecino pobre del norte. Macedonia debía cambiar artículos de su constitución y cambiar su bandera por otra nueva, lo que finalmente hizo en 1992 y 1995. Pero lo que deseaba Grecia sobre todo era que Macedonia cambiase su nombre. Debido a la historia antigua y porque las provincias norteñas de Grecia están divididas en tres regiones administrativas desde mediados de los 80, llamadas Macedonia Oriental, Central y Occidental, ese país reivindica el derecho al monopolio del nombre.

A causa de las presiones griegas, Macedonia se ha visto forzada a figurar ante todos los gremios y organizaciones internacionales con el rebuscado nombre de Antigua República Yugoslava de Macedonia (FYROM, en sus siglas en inglés). Grecia se ha opuesto sistemáticamente a que los dos países utilicen el nombre, del mismo modo que lo hacen el Gran Ducado de Luxemburgo y la provincia belga Luxemburgo. En el tratado firmado a orillas del lago Prespa entre el primer ministro griego Alexis Tsipras y el presidente socialdemócrata del gobierno macedonio Zoran Zaev, este último ha cedido a las presiones del primero y ha aceptado el cambio de nombre de su país a “República de Macedonia del Norte”.

El imperialismo griego

Macedonia es uno de los estados más pobres de Europa. Incluso pasada la crisis el producto interior bruto de Grecia está en 180 mil millones de euros, el de Macedonia en nueve mil millones. Grecia gasta el dos por ciento de su PIB en su ejército, cerca de cuatro mil millones de euros. El gobierno de Skopje dispone para ese gasto tan solo de 90 millones de euros. El ejército macedonio cuenta con 16.000 soldados, el griego con 147.000, es decir nueve veces más soldados que los macedonios. Grecia posee una de las aviaciones más modernas. El ejército macedonio no tiene ni un solo avión. Además Grecia ha utilizado su poder para dominar la economía macedonia como medio de presión. El 20% del sector bancario se halla en manos griegas. Grecia no tiene con ningún otro país un comercio exterior tan grande.

El partido macedonio de izquierda Levica (Izquierda) se opone al Tratado Prespa. Ven la pelea por el nombre únicamente como una expresión del imperialismo griego y contraria al derecho de autodeterminación de los pueblos. Si dentro de la UE Grecia es un enano, en los Balcanes es el país más poderoso económica y políticamente. Grecia pretende asegurarse, a través de la imposición de sus intereses políticos sobre sus vecinos, la hegemonía económica en los Balcanes. Levica ha rechazado desde el principio que el objetivo del acuerdo entre Alexis Tsipras y Zoran Zaev fuera la lucha contra el nacionalismo en ambos países. Al contrario: el ya hace tiempo relegado conflicto ha ganado nuevo impulso a causa del tratado, con movilizaciones nacionalistas a ambos lados de la frontera.

La presión de la OTAN

El motivo real por el que se ha firmado el acuerdo en un tiempo récord, tras un cuarto de siglo, es la presión de la OTAN. Debido a la pelea por el nombre del país, Grecia siempre ha impuesto un veto contra la entrada de Macedonia a la coalición militar. Este obstáculo tenía que ser superado de una vez. En Prespa, Alexis Tsipras y Zoan Zaev se han comportado como fieles peones de Trump y Merkel. Desde el punto de vista de Washington y Bruselas, los Balcanes se están convirtiendo en una región en la que se dirimen los conflictos con Rusia. Después de Albania (2009) y Montenegro (2017), ahora le toca a Macedonia entrar en la OTAN. De ese modo se allana el camino para la entrada de Serbia, el último gran país balcánico que todavía no es miembro de la coalición.

La ingerencia masiva de las potencias occidentales, así como la hipocresía con la que la clase dominante macedonia presenta el acuerdo ante la población como una expresión de buena vecindad con Grecia —cuando en realidad se trata de la pertenencia a una agresiva alianza militar— convierten la democracia de Macedonia en una farsa. Incluso defensores acérrimos del tratado como el periódico suizo Neue Zürcher Zeitung reconocen ahora que la pregunta del referéndum era “bastante manipulativa”. El tema sobre el cual la población debía pronunciarse en las urnas, el cambio del nombre del Estado, no era mencionado en la pregunta. El partido socialdemócrata en el gobierno (SDSM) afirmaba en su propaganda que Macedonia, en caso de ganar el Sí, tenía asegurada su entrada en la Unión Europea.

Que la crítica de Levica es absolutamente certera se demostró en Bruselas el pasado julio. En la cumbre de la OTAN, Jens Stoltenberg invitó a Macedonia a unirse a la Alianza. A lo largo de su discurso final se dirigió directamente a la población macedonia con la inequívoca amenaza de que esa era la última oportunidad para el país de entrar en la OTAN. También el comisario de la UE, Johannes Hahn, dio una de cal y una de arena, afirmando que si la población macedonia no aprovechaba ahora la ocasión, su entrada en la Unión Europea se bloquearía durante décadas.

Cita en Skopje

En las últimas semanas casi todos los políticos occidentales de relevancia se han dado cita en Skopje, la capital macedonia. El ministro de Defensa de Trump, James Mattis; Angela Merkel y su ministro de Exteriores, Heiko Maas; el canciller austríaco, Sebastian Kurz; el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg; el comisario europeo de ampliación, Johannes Han; la Alta Representante de la Unión Europea, Federica Mogherini… todos fueron a Macedonia en septiembre para presionar a la población del pequeño estado balcánico hacia un voto afirmativo. También Theresa May, la primera ministra británica, encontró tiempo a pesar de las turbulencias entorno al Brexit para realizar una visita a Macedonia.

Donald Trump alabó el acuerdo, que “traerá a toda la región seguridad, estabilidad y bienestar”. Emmanuel Macron, cuya popularidad está cayendo en picado, se dirigió la víspera del referéndum por videoconferencia a los macedonios. El embajador francés, Christian Thimonier, explicó a los perplejos macedonios de qué trataba ese referéndum en realidad: ¡la elección entre Macedonia del Norte o Corea del Norte! Incluso el anterior presidente estadounidense George W. Bush escribió una carta abierta a la población del país balcánico. Heiko Maas ya había bromeado diciendo que la mejor manera de reunirse con sus colegas era visitar Skopje. Angela Merkel declaró, en su visita a Macedonia el 8 de septiembre: “creo que va a haber un resultado positivo”.

Intelectuales de izquierda por mal camino

Pero no sólo los políticos de la OTAN hicieron campaña por el acuerdo. A iniciativa del diputado de Syriza, Costas Douzinas, una serie de intelectuales de izquierdas, entre ellos Étienne Balibar, Judith Butler, Toni Negri, Frieder Otto y Luciana Castellina, publicaron una carta que apareció en el periódico liberal británico The Guardian. No sólo ponían por las nubes el acuerdo, sino que incluso encontraban digno de alabanza que, mediante el mismo, Macedonia pudiera obtener la posibilidad de entrar en la OTAN y en la UE.

Como motivo de su iniciativa adujeron el auge del nacionalismo y racismo populistas de derechas. Así que ante el peligro de nacionalismos exacerbados, se trataría de apoyar a todos aquellos que asumen el riesgo de buscar una resolución justa al conflicto entre Grecia y Macedonia. Sin embargo en la práctica, en este caso concreto, no hay nada más fuera de lugar que escoger entre el centro liberal (Merkel y Macron) y el nacionalismo de derechas (Trump y Kurz). En la cuestión de la pertenencia a la OTAN de Macedonia ambas partes reman en la misma dirección. El periódico The Guardian no publicó sin embargo una réplica de más de 80 científicos y científicas, entre ellos también Milan Kundera, mayoritariamente macedonios.

Derrota estrepitosa para Trump y Merkel

Para Trump, Merkel, Kurz y Stoltenberg, la tarde del 30 de septiembre se convirtió en un día de caras largas. Por primera vez, la población de un país ha sido invitada a la OTAN y no lo ha aceptado. Según la comisión electoral estatal, tan solo el 36,9 por ciento de los votantes participó en el referéndum. Por lo tanto, el quórum del 50 por ciento fue más que claramente socavado y la votación fracasó. Aunque el 91,4 por ciento votó a favor de ser miembro de la OTAN y de la UE, la gran mayoría ni siquiera acudió a las urnas.

En el período previo al referéndum, el sector pro-OTAN afirmó que las listas de votantes estatales no eran correctas. Debido a la gran emigración, habría solo 1.500.000, en lugar de 1.800.000, potenciales votantes. Incluso si esta afirmación fuera cierta, aun así se perdió el quórum: los 666.743 votos emitidos en este caso no representarían más del 41 por ciento.

No importa cómo se vea, el referéndum fue una derrota flagrante para la OTAN y la UE, y a la vez una buena señal para toda la gente corriente en los Balcanes. El pueblo de Macedonia ha resistido con éxito simplemente rechazando una decisión que se presentó como una alternativa.

Noticias falsas de Washington y Bruselas

En la tarde del 30 de septiembre, la política en Macedonia adquirió tonos surrealistas. Incluso antes del final del recuento de votos, Zoran Zaev se presentó ante la prensa y habló de una gran victoria. Una “gran mayoría” había votado por la entrada del país a la OTAN y a la UE, dijo Zaev a los medios. Ahora, “este deseo debe traducirse en actividad política en el Parlamento”. Sin embargo, Zaev necesita ahí una mayoría de dos tercios, 80 de los 120 diputados. Hasta ahora, solo 69 se han pronunciado a favor del acuerdo con Grecia y, por lo tanto, de la adhesión a la OTAN. Si el parlamento no le sigue, entonces Zaev quiere que haya nuevas elecciones.

La negación de la realidad de Zaev está impulsada por los anuncios de la OTAN y la UE. La portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, Heather Nauert, dijo que el resultado permitía a Macedonia “tomar su lugar en la OTAN y en la UE, contribuyendo a la estabilidad, la seguridad y la prosperidad en la región”. El secretario general de la OTAN, Stoltenberg, también felicitó a los macedonios el domingo por la noche: “Acojo con satisfacción la votación a favor del referendo de Macedonia. Pido a todos los líderes políticos y partidos que se comprometan de manera constructiva y responsable a aprovechar esta oportunidad histórica”. En una declaración conjunta con el presidente del Consejo de Europa, Donald Tusk, el 1 de octubre, Stoltenberg habló de una mayoría abrumadora de los que votaron que sí, y de que se había progresado en el camino de la integración euroatlántica.

La UE y la OTAN ignoran los resultados de las votaciones

Se pidió abiertamente a los políticos macedonios que ignoraran la opinión de la población. En la conferencia de prensa de la OTAN el 2 de octubre, Stoltenberg perdió visiblemente los nervios. Insistió en que la adhesión a la OTAN sólo sería posible con la ratificación del Acuerdo de Prespa. Karin Kneisel, ministra de Asuntos Exteriores de Austria —independiente pero nominada por el Partido de la Libertad de Austria, el fascista FPÖ— también tuiteó el 1 de octubre: “El referéndum de Macedonia es una clara señal de apoyo a la resolución sobre el tema del nombre, incluso si la participación es menor de lo esperado; ahora les corresponde a las instituciones dar los próximos pasos en el camino hacia las negociaciones de adhesión a la UE”.

El comisionado de la UE, Johannes Hahn, felicitó a los ciudadanos que participaron en la votación y habló de un amplio apoyo al cambio de nombre. Al mismo tiempo, pidió a los políticos del país que ratifiquen el acuerdo en el parlamento. Gerald Knaus, presidente del grupo de expertos de Berlín “Iniciativa de Estabilidad Europea” (ESI), dijo en Facebook: “Lo que los macedonios realmente piensan es completamente incierto”. Knaus se describe a sí mismo como un “imperialista liberal”. Él es el jefe conceptual detrás del acuerdo de refugiados de Merkel con Turquía. Las muchas ONG occidentales presentes en los Balcanes consideran que el referéndum es puro populismo, y por tanto creen que pueden ignorarlo.

En vista de las declaraciones hechas tras el referéndum, los miembros de Levica temen, y con razón, que la OTAN y, a su vez, los políticos macedonios simplemente ignoren el voto de la población.

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Solidaridad interétnica en Macedonia

Después de Bosnia, Macedonia es el país más multiétnico de los Balcanes; más de un tercio de la población pertenece a minorías nacionales; más de un cuarto de la población son albaneses. Debido a la opresión de los albaneses en la ex Yugoslavia, a la guerra de Kosovo y a que los albanos fueron discriminados en Macedonia durante décadas, son el grupo de población más pro estadounidense de los Balcanes. En Washington y Bruselas, se pensó que sería difícil movilizar a una mayoría para el acuerdo entre la población eslava-macedonia. Pero calcularon que un 80% de los albaneses votarían a favor del acuerdo y de ese modo obtendrían la mayoría. Después de todo, a diferencia de los eslavos, los macedonios albaneses no tienen un vínculo emocional con el nombre del estado.

Mejorar las relaciones interétnicas es una de las razones por las cuales las potencias occidentales justifican su injerencia masiva en la política balcánica. En la década de 1990, muchas personas con ideas de izquierdas llegaron a la misma opinión. Dados los violentos excesos del nacionalismo, la OTAN y la UE fueron consideradas un mal menor. Sin embargo, si se aceptase un acuerdo con Grecia en base a un voto minoritario, esto empeoraría las relaciones interétnicas. La OTAN estaba dispuesta a aceptar esto para conseguir sus objetivos.

El resultado del referéndum también significa un golpe contra la OTAN y a la UE. Incluso entre la población albanesa de Macedonia y las minorías más pequeñas, como serbios, turcos y romaníes, el referéndum perdió el quórum. Es cierto que un porcentaje algo mayor de albaneses han ido a las urnas en comparación con el resto de la población. Pero incluso en las comunidades donde la población albanesa es la mayoría absoluta, hubo resultados —como en Tetovo un 41,5%, en Gostivar un 33,1% y en Debar un 38,5%— no significativamente diferentes al promedio nacional. Aquí, también, los resultados estuvieron muy por debajo del 80 por ciento esperado por los “expertos de los Balcanes” liberales. En lo que respecta a las sensibles relaciones interétnicas, el rechazo al acuerdo con Grecia no promovió el nacionalismo. Por otro lado, el resultado ha demostrado una vez más hasta qué punto las élites en los Balcanes —ya sea en sus facciones pro atlánticas o las que se orientan hacia Orban, Putin y Erdogan— han perdido contacto con sus sociedades.

Una pequeña revolución cultural

El nacionalismo en la ex Yugoslavia tiene sus orígenes en la incapacidad de las clases dirigentes para hacer frente al empeoramiento de la crisis económica desde finales de los años sesenta. Originariamente muy pro-yugoslava, la Liga de Comunistas gobernante se derrumbó en cada vez más facciones políticas y nacionales. El nacionalismo fue visto como un medio probado para distraer a la población de la crisis económica. En la década de 1980, el gobierno de Macedonia fue bastante duro contra la población albanesa. Rompió violentamente los muros que rodeaban las casas tradicionales albanesas e introdujo una política de prestaciones infantiles que discriminaba a los albaneses. Diez años después de la independencia, el conflicto interétnico finalmente llevó a una guerra civil de seis meses entre el estado macedonio y el KLA albanés en 2001. Durante más de una generación, los albaneses y macedonios vivieron en esferas completamente separadas, casi sin contactos sociales normales entre ellos. Un rechazo severo, a menudo racista, hacia los albaneses fue casi normal en muchas partes de la sociedad macedonia.

En lo que respecta a las relaciones interétnicas, en los últimos diez años ha tenido lugar una pequeña revolución cultural en Macedonia. En los movimientos de protesta de los últimos diez años —contra los aumentos de precios, contra la violencia policial, por los derechos de los estudiantes, en la colorida revolución contra el gobierno conservador de Nikola Gruevski— la separación entre albaneses y macedonios se ha superado un poco. Esto se hizo más que evidente en 2015: tras un incidente que involucró a una facción del KLA en la ciudad de Kumanovo, en el norte de Macedonia, la policía y los militares de Macedonia atacaron calles enteras durante días. Un incidente similar en 2001 llevó a la guerra civil. Pero en 2015, el resultado fue una manifestación de más de 100.000 personas, con participantes de todos los grupos nacionales, en contra de la política gubernamental. En un video conmovedor que pasó por las redes sociales diez mil veces, un albanés de Kumanovo acusaba los políticos albaneses y macedonios del país. Su mensaje urgente era: no queremos una guerra, nuestros problemas son la pobreza y la falta de empleo.

Durante un cuarto de siglo, los Estados de la OTAN y la UE —y en su estela, un paquete completo de ONG— han interferido masivamente en la política de Macedonia. El objetivo declarado era mejorar las relaciones interétnicas. Su política de arriba hacia abajo se basaba en las políticas de nacionalidades del Titoísmo, las recetas de austromarxismo y la discriminación positiva norteamericana. En el mejor de los casos, esta política se logró en el papel. En realidad, la reducción del conflicto interétnico —que en teoría las élites siempre habían buscado — sólo se logró en las luchas contra la política neoliberal. “Sin la madurez obtenida en las relaciones interétnicas, esta victoria no hubiera sido posible”, escribe Levica. “El establishment ha subestimado completamente esta madurez y, en consecuencia, ha perdido el referéndum.”

El papel central de la izquierda

Estimulado por los impulsos del movimiento global antiglobalización, hace unos quince años en Macedonia, se formó un movimiento de izquierda. En 2015, organizaciones como Lenka y Solidarnost finalmente fundaron el partido Levica. Las mentes estratégicas del movimiento habían tomado una decisión fundamental desde el principio. Tenían la imagen disuasiva de los numerosos movimientos y partidos de izquierda en Europa del Este que coqueteaban con el nacionalismo. Por lo tanto, un partido de izquierda para Macedonia debería, ante todo, tomar la decisión básica de ser antinacionalista. A diferencia del principal partido de la oposición, la conservadora y nacionalista “Organización Revolucionaria Macedónica Interna (VMRO-DPMNE)”, Levica también pudo incluir a las minorías nacionales en la campaña contra el acuerdo con Grecia. Fue el antiimperialismo, no el nacionalismo, como en el caso de VMRO-DPMNE, lo que fue decisivo para Levica.

Además, el partido siempre dejó claro que no estaba en contra de los griegos. Organizó eventos contra el acuerdo junto a organizaciones de la izquierda griega. En el debate, pudo señalar que sus aliados en Grecia no tenían dificultad para pronunciar correctamente el nombre de Macedonia. Los oponentes no son las personas de a pie en Grecia, sino la OTAN y la UE. Lo que Levica necesita ante todo es la solidaridad de la izquierda europea. La lucha contra la OTAN y la UE no terminó el 30 de septiembre. Ahora es cuando empieza realmente.


Fuente: “Mazedonien: ein schuss vor den bug der NATO“, marx21.de, 5/10/18

Damos las gracias a Noemi Argerich e Isaac Salinas por la traducción del alemán