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El 12 de agosto del pasado año durante la celebración en Charlottesville, Virginia del “Unite the right”, una convocatoria de los supremacistas blancos, era asesinada por un neonazi Heather Heyer. Un año después, los organizadores de la extrema derecha culpables de la violencia de Charlottesville tienen permiso para reunirse en Washington, DC, el 12 de agosto.

Como principal organizador de la convocatoria “Unite the Right 2” (UTR2) de este año figura Jason Kessler quien en los días posteriores a Charlottesville, escribió en Twitter: “Heather Heyer era una comunista gorda y desagradable”.

En la cuenta de Facebook destinada a preparar el evento UTR2, Kessler habla de un equipo de seguridad para el acto compuesto por Vanguard America, neonazis Hammerskins, “FOAK” y la “Orden Fraternal de los Alt-Knights”. Lo más selecto entre los matones de extrema derecha.

Supremacistas

En un artículo titulado “Quieren gobernar las calles. No podemos dejarles”, el activista Alpana Mehta nos recuerda: “Los supremacistas blancos como Kessler han existido durante años, pero la victoria de Donald Trump en 2016 y las políticas racistas y reaccionarias implementadas por su administración han creado un ambiente fértil para que los fascistas tengan una audiencia con un público más amplio y comiencen a organizarla.

(…) Y ya sabemos que el fortalecimiento de la extrema derecha significa más ataques físicos contra inmigrantes, musulmanes, mujeres, personas LGBT, etc. Su crecimiento no es sólo una amenaza para las ideas. El crecimiento de la extrema derecha va de la mano con un aumento en los ataques físicos a las personas, incluidas las organizaciones de izquierda.”

Ya se denominen supremacistas blancos, “alt-right”, Proud boys, Patriot prayer, lo cierto es que en EEUU hay 917 grupos de odio, según datos del Southern Poverty Law Center (SPLC), lo que representa un peligroso resurgimiento de la extrema derecha. En lugar de individuos dispersos, descontentos que tienen ideas fanáticas, estamos viendo un crecimiento peligroso de un movimiento organizado de extrema derecha a gran escala.

Esvásticas nazis en los baños de la universidad, locales “solo para blancos”, cánticos de “construyamos el muro” (en referencia al muro entre México y EEUU) en el comedor del colegio y mensajes en el buzón pidiendo a una pareja de lesbianas que “se vayan del vecindario”, son un ejemplo de los casi 900 ataques registrados por el SPLC, organización especializada en documentar crímenes de odio en Estados Unidos, en los diez días siguientes a la victoria de Donald Trump en las elecciones.

El informe Diez días después, presentado el 29/11/2016 por el SPLC, documenta 867 incidentes ocurridos inmediatamente después de la victoria de Trump y en los que varios escolares obligaron a compañeros afroamericanos a sentarse al final del autobús —como se hacía durante los años de segregación racial—, aparecieron pintadas de “solo blancos” o “Nación Trump” en una iglesia frecuentada por inmigrantes y un hombre homosexual fue atacado tras ser arrastrado fuera de su vehículo mientras el asaltante le gritaba “el presidente dice que ahora podemos matar a todos los maricones”.

Violencia

Sólo los crímenes de odio antimusulmán se incrementaron en casi un 17% y en ciudades como Boston se produjeron ataques a latinos sin techo en los que los atacantes proferían insultos antiinmigrantes.

Pero esta violencia no se ha frenado. El pasado domingo era asesinada en Oakland Nia Wilson. El asesinato de Nia ha tenido una gran repercusión mediática cuando la actriz Anne Hathaway escribió en su cuenta de Instagram: “Era una mujer negra y fue asesinada a sangre fría por un hombre blanco” (…) “La gente blanca, incluyéndome a mí, incluido usted, debe tener claro, hasta la médula de nuestros huesos privilegiados, la verdad de que TODOS los negros temen por sus vidas DIARIAMENTE en América y lo han hecho por GENERACIONES”.

El día anterior, en Pensilvania, Ched Merrill había sido asesinado en otro incidente racista.

La misma situación amenazadora existe en Europa con organizaciones de extrema derecha que buscan coordinarse aprovechando el manto de legalidad que les brindan los 631 parlamentarios de extrema derecha electos en distintos parlamentos nacionales y a los que Steve Bannon, ex consejero de Trump, se ha ofrecido asesorar y coordinar a través de su proyecto El Movimiento.

¿Qué hacer ante el ascenso de la extrema derecha? ¿Qué tácticas y estrategias son las efectivas para pararlos?

Muchas personas creen que enfrentarse a la extrema derecha significa frenar la libertad de expresión. Para ellas el objetivo de la izquierda debería ser la expansión de la libertad de expresión y la democracia.

A estas personas hay que decirles que, de hecho, nos oponemos a la extrema derecha porque restringiría esa libertad de expresión tan pronto como obtuviera el poder.

Muchas organizaciones de extrema derecha convocan los sus actos bajo la bandera de la “libertad de expresión” pero su discurso es un discurso de odio.

Tenemos que utilizar nuestro derecho a la libertad de expresión para oponernos a la extrema derecha, incluida la reivindicación de nuestros espacios públicos como zonas libres de fascistas. Nuestros objetivos deberían ser exponer a los fascistas por lo que son; movilizar a la mayor cantidad de personas posible para ahogar su mensaje, y desmoralizarlos, y finalmente recuperar nuestras calles y expulsar a los nazis.

Movilizaciones unitarias

Después del asesinato de Heather Heyer hizo su aparición el grupo AntiFa con la finalidad de neutralizar algunas marchas o actos convocados por sectores racistas. Su uso de la violencia como fórmula para defenderse de la ultraderecha en las calles con toda la parafernalia que eso conlleva (uso de pasamontañas, palos y gas pimienta) abrió un debate en la izquierda estadounidense.

Noam Chomsky criticó al movimiento en The Washington Examiner, que tituló su entrevista: “El AntiFa es un gran regalo para la derecha”. Mark Bray, un joven historiador y ex portavoz de Occupy Wall Street, los defendió en el libro AntiFa: el manual del antifascismo.

Lo cierto es que son las movilizaciones unitarias las que han demostrado ser la forma más efectiva de disminuir la capacidad organizativa y la fuerza de la extrema derecha. El pasado año, después del brutal asesinato de Heather Heyer, convocatorias unitarias consiguieron suspender varios actos ultraderechistas en Boston, San Francisco y Berkeley y cancelar otras 60 manifestaciones convocadas bajo el lema de defender la “libertad de expresión” para un empleado ultraderechista de Google. Estas protestas y muchas más a raíz de Charlottesville el año pasado ayudaron a reducir el crecimiento de la extrema derecha.

A los nazis descarados, dado que actúan principalmente en la calle, hay que hacerles frente ahí. Pero esto no implica volver a las tácticas antifascistas clásicas del enfrentamiento físico por parte de una minoría radical. La lucha contra el fascismo en la calle sigue siendo una lucha política; es necesario construir un movimiento amplio y popular, un “frente único”.

Diversas

Implica convencer a fuerzas progresistas muy diversas, tanto mediante debate como a través de experiencias concretas de colaboración, de la necesidad de parar a los nuevos nazis antes de que sea tarde. Implica unir —en esta lucha específica, sin olvidar nuestras diferencias en otros temas— a la izquierda radical, diferentes movimientos sociales, los partidos de la izquierda institucional, el conjunto de los sindicatos… Así, los nazis quedan expuestos como la pequeña minoría que son.

Como señala el activista Alpana Mehta: “Las Marchas de las Mujeres, contra el veto migratorio a los musulmanes, para abolir ICE, por Black Lives Matter, #MeToo, todas estas demostraciones también han tenido un impacto al hacer que el fanatismo sea cada vez más inaceptable para un número cada vez mayor de personas. Hay una gran esperanza en esta solidaridad. Muestra que hay millones de personas que están en el lado correcto de la historia y que pueden ayudar a repeler la amenaza fascista.”