Marina Morante

ES CA

La huelga del 8 de marzo y las correspondientes movilizaciones superaron todas las expectativas. Miles de mujeres trabajadoras movilizaron en más de 170 países de todo el mundo. En el Estado español, se cifraron en 5,6 millones de personas las que siguieron los paros parciales y muchos miles las que secundaron la huelga de 24 horas.

En todo el Estado, se vivieron manifestaciones históricamente multitudinarias en un 8M.

La más grande fue la de Barcelona, con entre 200.000 y 600.000 personas (según la fuente). Las protestas también fueron masivas en Madrid, con entre 170.000 y 500.000, según la fuente; Sevilla: 120.000; Bilbao: 100.000; Alicante: 40.000; Zaragoza: 37.000; Valencia: 30.000; Granada: 15.000… y hubo movilizaciones importantes en innumerables ciudades, entre ellas A Coruña, Bilbao, Burgos, Cáceres, Cádiz, Elche, Gijón, Las Palmas de Gran Canaria, Oviedo, Salamanca, Valladolid… y Murcia, donde la mani llegó hasta el trayecto del AVE, donde la policía la recibió con porras.

Las reivindicaciones se han centrado, principalmente, en el grito de “Ni una más, vivas nos queremos” y la denuncia de la precariedad con rostro de mujer. La crisis capitalista ha profundizado la opresión que vivimos las mujeres trabajadoras día tras día: una de cada tres mujeres hemos sufrido violencia, el 75% de trabajos parciales corresponden a mujeres, cada 10 minutos sucede un feminicidio y la brecha salarial (que se mantiene en un 13%) afecta a nuestra vida laboral y nuestras pensiones. Por otra parte, la participación de mujeres migradas, gitanas, trans y con diversidad funcional en la jornada ha supuesto una contribución programática hacia un prisma más interseccional y transversal.

Paros parciales y huelga general

Gracias a la presión de los movimientos feministas, los sindicatos mayoritarios CCOO y UGT tuvieron que sumarse a la jornada de lucha. A pesar de la rebaja de huelga general en paro parcial de dos horas, la participación de los dos grandes sindicatos contribuyó a ampliar el seguimiento de la jornada.

Es en jornadas de lucha y de huelga cuando queda demostrada más que nunca la necesidad de construir otro modelo sindical; arraigado en la base de la clase trabajadora, de referencia, combativo y democrático.

Todas a la huelga, y nuestros compañeros también

Durante la jornada, sectores feministas se dirigían a sectores de mujeres trabajadoras como “aquellas que no pueden hacer huelga”. La precariedad laboral está a la orden del día de las mujeres trabajadoras, esto es indiscutible. Sin embargo, ante esta situación no podemos caer en la resignación. El movimiento obrero, a raíz de la experiencia, ha diseñado tácticas como las cajas de resistencia para promover un seguimiento del 100% en los centros de trabajo. La huelga hay que construirla desde abajo, centro a centro, y ofreciendo herramientas para que toda la clase trabajadora pueda secundarla.

Otro punto de debate ha sido la participación de los hombres durante la huelga. Es difícil concebir la conquista de las reivindicaciones feministas sin la otra mitad de la clase trabajadora. Si bien entendemos que las mujeres deben estar al frente, el género masculino no puede “esquirolear” la jornada: es su obligación sumarse y construir las movilizaciones.

El único camino, la movilización

Es ahora, sin embargo, cuando se presenta el gran reto. La huelga general convocada por las mujeres trabajadoras no puede quedar en una simple “demostración de fuerzas” puntual. Es hora de construir un plan de luchas contra la feminización de la pobreza y los feminicidios, empezando por recuperar los servicios públicos de atención contra la violencia machista hasta la conquista de derechos laborales en los sectores más precarios, ocupados principalmente por mujeres.

Y no pensamos que haya que empezar de cero. Las trabajadoras de Clece, de servicios SARA y PIAD, las Kellys, las jornaleras… venden marcándonos desde hace tiempo el camino. ¡Ahora toca unificar las luchas, tejer la solidaridad y construir un plan de lucha común desde la base y hacia la victoria!