Reseña del libro de Raul Zelik, La izquierda abertzale acertó, Txalaparta, 2017.
David Karvala
Me gusta este libro. Es una reflexión muy humana, hecha con cariño, sobre Euskal Herria y la izquierda abertzale. Como todo amor real, destaca lo positivo, pero también es consciente de los fallos del objeto de su afección.
Y es que el título «La izquierda abertzale acertó» sólo refleja una parte de lo que se encuentra entre sus páginas. Zelik lo pone más bien para provocar, o como contrapeso frente a las visiones hostiles o demasiado negativas. El texto también incluye unas críticas merecidas a ciertos aspectos y prácticas de la izquierda abertzale (IA).
Antes de entrar en evaluaciones, daré una idea esquemática de este breve libro (126 páginas, nada densas; el diseño lindísimo no justifica el precio de 15 euros a mi entender).
Como él mismo explica en la introducción, Zelik se plantea explicar cómo la izquierda abertzale ha encontrado soluciones a diversos problemas clave de la izquierda internacional. Para cada uno de los cinco temas tratados (contrahegemonía, la comunidad, la combinación de lucha social y actividad institucional, la composición de clase de la izquierda y el modelo económico) da primero un esbozo del problema, con pinceladas teóricas bastante comprensibles, y luego explica cómo la izquierda abertzale ha tratado el tema en la práctica. Ésta de hecho, es una de las tesis básicas de Zelik; que la IA ha avanzado mediante la experiencia real, más que mediante la elaboración de teorías que luego se intentan llevar a la práctica.
Esta estructura hace que sea bastante fácil de leer. (Volviendo a la queja del precio; verás que tus 15 € sólo duran un par de horas… por otro lado, un libro denso e ilegible que no acabas nunca no sería una compra mejor, es cierto…).
Pero no nos quejemos. Zelik quiere presentar unas ideas, y lo hace bien, de manera didáctica. Se lo debemos agradecer. Dicho esto, también debemos responder al desafío y debatir lo que no convence.
La comunidad
Uno de sus argumentos es que la izquierda global debería seguir a la IA en dar más valor a “la comunidad” y a ciertas tradiciones históricas comunitarias, en vez de responder a ellas con sospechas. Mi reacción ante esta propuesta es creérmela hasta cierto punto, pero con cuidado y con matices.
Explica cómo la IA ha logrado convertir elementos de la cultura popular vasca en espacios de resistencia ante el Estado español; cita varias veces el protagonismo de (ciertos) movimientos sociales en las fiestas mayores, entre otros muchos ejemplos. Es verdad. Pero esto surgió de comunidades culturales que tuvieron que luchar por su existencia frente a las imposiciones y represiones de un Estado dominante. La defensa de las tradiciones puede desembocar en una visión cerrada y etnicista pero en este contexto también puede llevar a una visión abierta e internacionalista.
En cambio, la defensa de tradiciones culturales “españolas”, alemanas, inglesas, francesas, etc. tiene una lógica muy diferente. Personajes tan diversos como el cantautor inglés de izquierdas, Billy Bragg, y Pablo Iglesias de Podemos han propuesto una defensa “progresista” de la patria y la cultura nacional —inglesas/británicas y españolas, respectivamente— pero no sirve. Acaba en la defensa del nacionalismo dominante y opresor.
Por tanto, debemos escoger con cuidado cuáles tradiciones culturales podemos defender y cuáles no.
Tampoco hay que olvidar que existe un ejemplo de espacio tradicional regido (en principio) por lazos de solidaridad, no mercantiles, mucho más extendido que las cuadrillas o asociaciones vascas, y es la familia. Lo que dijo Marx de la religión también se aplica a la familia; “es el corazón en un mundo sin corazón”. Pero los muchísimos años de luchas de mujeres también han demostrado claramente que la “solidaridad de la familia” conlleva un coste enorme. Es la base de la opresión de género; tanto de mujeres como de personas LGBTI.
Seguramente debemos aprender a analizar tanto las tradiciones culturales como la familia de forma dialéctica, entendiendo sus contradicciones. (Y esto es muy urgente en el caso de aquella izquierda “laicista” que responde al islam y a la gente musulmana con una hostilidad a veces racista.)
Contrahegemonía, o ¿construyendo islas?
La presentación de este libro en Espai Contrabandos de Barcelona, con una mesa de lujo —el mismo Raul Zelik y el siempre multitasking David Fernández— atrajo un público mucho más reducido de lo que yo habría esperado (fuimos quizá unas 25 personas). Lo positivo es que esto permitió más debate.
En el libro y en la presentación, Zelik insistió en el valor de la creación por parte de la IA de una especie de sociedad paralela, con sus espacios sociales y culturales, mucho más allá de lo estrictamente político. Esto existe, evidentemente. (Me acuerdo de un paseo por el casco antiguo de Bilbao, con un amigo abertzale que nos buscaba un sitio para comer. Yo iba señalando restaurantes aquí y allá con menús que parecían interesantes pero resultó que éstos no servían; el dueño de uno era del partido socialista, otro del PNV…. Se ve que el compañero tiene toda una guía mental de restaurantes buenos y malos, en función de las posiciones políticas del propietario. Caminamos más de la cuenta, pero al final comimos bien, por supuesto.)
Volviendo al tema, como comenté en la presentación, no es la primera vez que un partido establece unas estructuras paralelas de este tipo. El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) fue conocido a finales del s.XIX y principios del s.XX por su mundo paralelo, desde el sindicato hasta el coro obrero o grupo excursionista.
Al estallar la primera guerra mundial, toda esta base tenía que servir como tejido social contra el belicismo imperialista… pero no; el SPD, con contadas excepciones, se sumó al carro militarista.
Zelik no sólo tuvo la honestidad de reconocer este precedente, sino que afirmó que se debía dar más valor a aquellas tradiciones socialdemócratas (a su apoyo a la guerra no, evidentemente).
Además, David Fernández nos recordó que la CNT creó algo parecido durante los años anteriores a 1936. Tristemente, igual que con el SPD, la experiencia le proporcionó una fuerte base social… pero no la claridad política necesaria para tirar adelante con la ruptura revolucionaria cuando se le presentó la oportunidad. Tendremos que ver qué pasa con esta base en Euskal Herria; Zelik reconoce que ha perdido mucha fuerza en los últimos años.
¿Ahora qué?
Sería tentador decir que la IA se encuentra ahora en una encrucijada. Habiendo abandonado la lucha armada (correctamente, como reconoce Zelik), debe optar entre mantenerse en una orientación de lucha contra el sistema (donde la participación institucional tiene una función complementaria, pero donde el papel central lo juega ya no las armas sino la movilización social) y otra orientación de gestión del sistema (donde la movilización social es secundaria a lo institucional).
Lo que me temo es que la encrucijada ya queda atrás y que la dirección de la IA ya ha optado por esta segunda orientación.
Zelik trata esta dilema, y como siempre lo hace desde una visión solidaria. Tendremos que ver cómo van las cosas en los meses y años venideros. La solidaridad con la lucha vasca —obligatoria para cualquier internacionalismo de izquierdas— quizá hace tiempo debió reconocer más la diversidad de voces dentro de esa lucha, o mejor dicho, de esas luchas. Con la encrucijada (actual o reciente) esta diversidad se hará más patente. Pero en todo caso, la solidaridad seguirá siendo necesaria. Este libro, al ayudarnos a pensar en lo que está en juego, es una herramienta valiosa en la tarea de construirla.
Serie de vídeos de la presentación en Barcelona en YouTube