Cuando el imperialismo estadounidense fue derrotado

Simon Andrewes
El año 1968 se recuerda por varios acontecimientos que hicieron temblar los fundamentos del sistema capitalista mundial: sobre todo la rebelión de estudiantes en París en el mes de mayo, seguida por las huelgas obreras francesas en todo el país; el movimiento masivo de derechos civiles en EEUU y el asesinato de Martin Luther King; los saludos estilo panteras negras por dos atletas norteamericanos en los Juegos Olímpicos de la Ciudad de Méjico, éstos precedidos por un masacre por parte del gobierno para acabar con la inconveniencia de protestas estudiantiles; la Primavera de Praga en Checoslovaquia y su supresión por las tropas de la Unión Soviética; y la creciendo oposición en EEUU contra la guerra en Vietnam y contra la reclutamiento obligatorio al servicio militar, captada por una canción subversiva de Arlo Guthrie, hijo de Woody, Alice’s Restaurant.

El primero de los tumultuosos acontecimientos que ocurría en ese año fue sin duda la ofensiva de Tet en la guerra estadounidense en Vietnam. En la noche de la fiesta de Tet, el año nuevo vietnamita, que ese año cayó en el 31 de enero, lanzó el Viet Cong (el Frente Nacional de Liberación), junto con el Ejército del Norte, ataques simultáneos sobre 100 ciudades en el sur del país, que se encontraba bajo el dominio de EEUU: 36 de 44 capitales provinciales fueron atacadas, más varias instalaciones militares del enemigo.


EEUU esperaba un cese de hostilidades por la ocasión de las fiestas del Tet y fueron pillados completamente por sorpresa, ya que no creían Vietnam del Norte capaz logísticamente de mover tantos efectivos militares tan rápidamente. Pero los vietnamitas ya habían acumulado bastante experiencia de lucha, primero contra ocupación japonesa y francesa y luego contra EEUU. Y, durante las semanas previas al Tet, mucho miles de tropas habían cruzado la frontera entre el Norte y el Sur del país. Antes de los ataques los soldados liberadores se vistieron como civiles, —paisanos, campesinos, obreros, funcionarios—, y se mezclaron entre la población local. El soldado Le Van Cho recuerda: “a menudo nos vestimos como mujeres y escondimos nuestras armas debajo de nuestras faldas”.

La lucha contra Francia

Ya en 1955 los vietnamitas habían derrotado y expulsado a las fuerzas militares francesas que intentaban desesperadamente mantener sus colonias en Indochina. Ho Chi Minh, que sería el primer presidente de un independiente Vietnam del Norte, había advertido al gobierno francés en 1946, «Podéis matar a diez de mis hombres por cada uno que matemos de los vuestros, pero, sin embargo, nosotros venceremos y vosotros perderéis.»

Así fue, últimamente. En Dien Bien Phu, una zona selvática, montañosa, de difícil acceso y aún más difícil abastecimiento, el ejército francés sufrió una derrota definitiva a manos del ejército vietnamita bajo el mando del General Vo Nguyen Giap, que consiguió traer armamento pesado a la escena de la batalla, ejecutada principalmente con métodos convencionales. En esta ocasión fueron los soldados franceses los sorprendidos. No pudieron imaginar que en esa zona remota fuera posible un ataque tan masivo de artillería, que a través de una operación de logística inconcebible había sido trasladada pieza a pieza por la selva y montañas impenetrables del Norte de Vietnam.

Después de la derrota de Francia le tocó a EEUU seguir con la opresión del movimiento por la liberación del país asiático. Consiguieron dividir el país tras la muestra de las dos Coreas en 1953 y mantuvieron un régimen subordinado y prooccidental bajo su tutelaje al sur de una frontera interna y artificial.

La ocupación de EEUU

La ocupación de EEUU fue de una brutalidad terrible: incendiaron pueblos y cosechas, aterrorizaron a la población, mataron campesinos, mujeres y niños, y, entre 1962 y 1971, las fuerzas estadounidenses cometieron su mayor crimen de guerra, vertiendo unos 44 millones de litros del defoliante Agente Naranja sobre la selva en el intento de privar al Viet Cong de cubierta y de su apoyo entre la población rural. El defoliante era altamente tóxico. Según fuentes vietnamitas nacieron 500.000 niños con malformaciones congénitas como resultado de su uso. La Cruz Roja calcula que hasta 1 millón de personas resultaron discapacitadas o tienen problemas de salud. Mientras una acción judicial en EEUU resultó en indemnizaciones de 93 millones de dólares para los soldados norteamericanos afectados, no se ha hecho caso a las demandas de las víctimas vietnamitas.

Hasta la ofensiva de 1968 los políticos norteamericanos estaban convencidos de que Vietnam del Norte tendría últimamente que aceptar la división del país. Pero Ho Chi Minh tenía otra idea. En 1912 había dejado su país y se viajó a Francia. En 1919 llegó Woodrow Wilson a París para firma el Tratado de Versalles y Ho, suponiendo que el derecho a autodeterminación era realmente un derecho universal, aprovechó la ocasión para presentar sus demandas contra los colonialistas franceses por parte de su país. Rechazado por los poderes occidentales, y animado por el éxito de la revolución en Rusia, se enlistó en el partido comunista francés. Sin embargo, más tarde declararía «fue el patriotismo, y no el comunismo, que me inspiró” y “conozco solo un partido, el partido de Vietnam”.

Ho y su General Giap no consideraron otra solución al conflicto que la victoria absoluta a través de una estrategia militar convencional. Durase la guerra veinte o cien años, seguirían luchando, dijo Giap, cueste lo que cueste. El secretario general del partido comunista vietnamita Le Duan describió como, al principio de la ofensiva de Tet, se infiltraron las fuerzas de liberación las afueras de las ciudades y podrían entrar y salir como querían. Fue un ataque total y Le Duan esperaba una sublevación generalizada de la población, como ocurrió en 1945 contra los japoneses. También esperaba que el ejército sur-vietnamita rompería con EEUU y se juntaría a la ofensiva.
Se equivocó.

Política nacionalista, más que comunista

A pesar de su ira con la ocupación estadounidense, los trabajadores en el Sur, con unas pocas excepciones, no se levantaron contra su opresor. Una cosa era que sabían que tendrían que contar con una represión feroz por parte de las fuerzas de la ocupación y sus aliados. Otra era que los comunistas no habían organizado entre la clase trabajadora del Sur. Al contrario, habían preferido a sacar simpatizantes de las fábricas y talleres de las ciudades importantes para integrarlos en los grupos guerrilleros del Viet Cong. Ya hemos visto que la política de Ho Chi Minh era nacionalista más que comunista e internacionalista.

Por esto motivo eligió Ho una estrategia militar convencional bajo el mando de su general Giap y no daba importancia al papel de la gente trabajadora del Sur. Y hay que reconocer que la población vietnamita pagó un altísimo precio por esa estrategia.

Durante la ofensiva, el logro militar más llamativo fue la conquista de la ciudad de Hué. Pero el coste humano fue espeluznante. En una batalla que duró 26 días, alrededor de 6000 civiles murieron y 110.000 casas de 130.000 fueron destrozadas. En los primeros días llegaban los heridos a centenares, jóvenes, ancianos y mujeres al hospital provincial de Can Tho. Al final de la contienda quedaron unos 26.000 soldados de las fuerzas de liberación de los estimados 84.000 involucrados. Por otra parte, se estima que durante la ofensiva del Tet murieron 37.000 vietnamitas y 4.000 soldados estadounidenses (un ratio de casi 10 por 1).

En Hué y en Ben Tre, una ciudad en el delta del río Mekong cerca de Saigón, el partido comunista sí movilizó apoyo popular para el ofensivo. Pero fueron casos aislados. Ben Tre fue totalmente arrasado. Según decía un general norteamericano: “Tuvimos que destrozar la ciudad para salvarla”.

En Saigón, al contrario, una ciudad entonces de 2 millones de habitantes, la mayoría de ellos trabajadores, la respuesta fue débil; el partido comunista había estado ausente o poco activo.
Se puede decir que las fuerzas del Norte ganó la guerra sin un apoyo masivo en el Sur y con una estrategia militar relativamente convencional. Ganaron efectivamente por su larga experiencia de lucha, su alto grado de motivación, su moral alta y sostenida, y sus conocimientos muy superiores del terreno y del clima que les favorecieron inmensamente.

La resistencia del pueblo

Además, la arrogancia y la ignorancia del enemigo jugaron un papel importante. En la noche de Tet, por ejemplo, mientras se celebró una fiesta en la Embajada de EEUU con un optimismo e ilusión sobre el curso favorable del conflicto, el Viet Cong voló una brecha en las murallas y entró brevemente al recinto. Por otra parte, cuando Sam Oglesby de la Agencia Internacional de Desarrollo intentó a presentar pruebas de la infiltración comunista en el Sur, la Inteligencia estadounidense la ridiculizó y la rechazó como “mancillada y afrancesada” por la influencia negativa de los franceses. De hecho, el mando del Ejército estadounidense no tenía ni idea de las preparaciones meticulosas que se habían hecho por la ofensiva.

Sin embargo, como anteriormente dicho, el precio pagado por el pueblo vietnamita fue demasiado alto. El aviso de que Ho Chi Minh fue dispuesto a sacrificar diez de sus propios hombres por un muerto enemigo no era una exageración. Dicen que cayeron casi 59.000 soldados norteamericanos en combate durante la contienda entera: un precio inaceptable para ellos. Dicen que al mismo tiempo sufrió Vietnam tal vez 1.3 millones de muertos, la mitad de ellos civiles. Encima de eso, debemos tener en cuenta de que el fin de la guerra fue seguido por la crisis de los refugiados vietnamitas del mar (boat people) entre los cuales se encontraron mucha gente llana, inculcada, por falta de un trabajo propagandístico entre la clase obrera del Sur, con un miedo atroz por los “monstruos comunistas” que le privarían de su “libertad”.

Finalmente, la ofensiva del Tet reveló el heroísmo extraordinario de la resistencia del pueblo vietnamita. Después de la ofensiva de la primavera de ’68 creció la oposición a la Guerra en EEUU hasta que llegó a ser la corriente mayoritaria. Fue el momento en que el poder estadounidense se expuso como vencible. Nadie creía más en las mentiras de la clase dominante, y en la clase dominante ya nadie contaba con una salida digna de la guerra. Se discutió en un momento hasta el uso de armas nucleares. Pero en general, el debate nunca volvió a centrarse en cómo ganar la guerra sino en cómo abandonarla.

La crisis del imperialismo estadounidense

A finales de marzo de 1968, según una encuesta de Gallup, El 63% de norteamericanos rechazaban la política del presidente Lyndon Johnson en la Guerra de Vietnam. Johnson se retiró de su campaña para re-elección, sabiendo que una derrota humillante a medio plazo sería inevitable.

La crisis del imperialismo estadounidense se desarrolló en una escala mundial. Las fuerzas de liberación vietnamitas enseñaron al mundo que el poder militar de EEUU no era todopoderoso, era posible a resistirlo y derrotarlo. Estados Unidos habían sufrido la primera derrota de su historia, lo que tuvo un efecto dramático sobre su política imperialista subsecuente. Lo del Tet supuso el primero de una serie de profundos golpes a su credibilidad como poder militar e imperialista. Dijo Henry Kissinger, secretario de Estado bajo Presidente Nixon: “Nuestra impotencia visible en Asia debilitará el respeto por nuestro compromiso en el resto del mundo.”

Kissinger no se equivocó: los Sandinistas llegaron al poder en Nicaragua en 1979, el mismo año en que la revolución iraní derrocó a la dinastía Pahlaví del Sah. Mientras en África, luchas de liberación nacional tumbaron el colonialismo portugués y actuaron como catalizador por la revolución de claveles en Portugal mismo, año 1974. El fantasma del comunismo había vuelto a la propia Europa.

Los “éxitos” del imperialismo occidental sobre la siguiente década eran de verdad nada más que un cachondeo. En 1983, EEUU invadió Grenada, una isla minúscula del Caribe, para derrocar un presidente popular de izquierdas, después de que en 1982 se había atrevido el Reino Unido a ir a la guerra con Argentina sobre las Islas Malvinas, con una población importante de pingüinos, en el Atlántico Sur. De hecho, la operación militar mayor de EEUU después de Vietnam fue para deshacerse de su dictador panameño Manuel Noriega en 1989.

Mucho más significativa fue la decisión en la Guerra del Golfo de 1991 para evitar la expansión del conflicto con un ataque por tierra a Bagdad, tanto temía el imperialismo yanqui a comprometerse a una contienda bélica “con botas sobre el terreno”, que una década más tarde, bajo el pretexto inventado de armas de destrucción masiva, consiguió el gobierno norteamericano juntar una coalición leal para la invasión terrestre de Irak, con consecuencias bastante desastrosas. Sin embargo, sí alcanzaron su objetivo principal: la eliminación del presidente Saddam Husein. Hoy día, Afganistán está a punto de convertirse en la guerra más larga de EEUU y tampoco allí se ofrece una salida honorable, como ha reconocido el Presidente Trump.

En conclusión, se tardó más de 30 años desde la ofensiva de Tet para que el imperialismo norteamericano encontrara la confianza para una incursión militar terrestre – aunque con una cierta cautela – por tierra, “con botas sobre el terreno” – y eso a pesar del colapso en 1989 de su rival la Unión Soviética. Hasta ahora EEUU han resistido la tentación de arriesgar aventuras en, por ejemplo, Irán, Corea del Norte, Siria, Libia, y sobre todo en su “patio trasero”, América Latina, y sobre todo en Venezuela, donde los agonizantes restos del chavismo persisten bajo sus narices.


Simon Andrewes es miembro de Marx21 en Granada