Socialistas iraníes explican qué ha prendido la mecha de las protestas y por qué importa
Nick Clark
A finales de diciembre, las protestas estallaron en las calles de Irán. Miles de personas de los sectores más pobres de la sociedad han protestado contra la pobreza, el desempleo y la corrupción.
Nick Clark ha hablado con dos socialistas iraníes, Nima Soltanzadeh y Massoud (no es su nombre real), sobre lo que se oculta tras las protestas y lo que significan para la lucha iraní.
¿Cómo empezaron las protestas y qué las alimenta?
Nima: Las primeras protestas empezaron en Mashhad, la segunda ciudad más grande de Irán y, además, un centro religioso. Aquello lo inició la línea dura de los conservadores con el objetivo de socavar el gobierno del presidente Hasán Rouhaní. Los motivos que dieron, con la retórica populista habitual en la República Islámica, eran las políticas económicas del gobierno, las cuales no habían sido capaces de beneficiar a los pobres.
Las manifestaciones crecieron y el líder supremo Alí Jameneí y Rouhani se convirtieron en el objetivo de los lemas. Desde entonces, las protestan se han extendido a cerca de 70 ciudades, principalmente en las pequeñas.
Massoud: tras las protestas subyace un descontento general con la situación económica, como la subida de precios o la bancarrota de algunas instituciones financieras. Entre los jóvenes hay un sentimiento de desilusión y pesimismo sobre su futuro.
Los estudiantes de la universidad de Teherán coreaban “Pan, trabajo y libertad”. Los jóvenes sienten incertidumbre, incluso los estudiantes de secundaria son conscientes de que ni sus hermanos mayores ni sus padres tienen trabajos. Antes de estas grandes protestas, casi cada semana, teníamos manifestaciones de aquellos que habían perdido su dinero con la bancarrota de las instituciones financieras o se habían quedado sin casa. No es completamente nuevo, pero sí que es una nueva fase con sus nuevas consignas.
¿Quién protesta?
Nima: Durante el Movimiento Verde de 2009, las clases medias protagonizaron las protestas, aunque participaron otros grupos. Ahora, en cambio, son las clases bajas quienes se han echado a la calle. Son las protestas de los olvidados, principalmente desempleados. Por eso las protestas en Teherán han sido pequeñas en comparación con aquella de las pequeñas ciudades.
El grueso de las protestas es de jóvenes veinteañeros porque el paro juvenil ronda el 30%, e incluso supera el 50% en las pequeñas ciudades. El problema se agrava en estas ciudades debido a que no hay las mismas oportunidades que en Teherán de encontrar trabajos informales. Además, el cambio climático ha provocado sequías que han afectado a la agricultura. Todo esto junto ha sido rápidamente politizado y tanto el gobierno como el líder supremo se han convertido en responsables.
En los presupuestos de hace dos semanas, una gran parte del dinero fue a parar a instituciones cercanas a los conservadores y los clérigos. Por ello, ahora la gente proclama: “¿por qué se les da dinero si no pagan impuestos?” También se preguntan por qué el dinero se destina a Sira y la guerra, lo cual no es un mal eslogan. Es casi un eslogan antiguerra e internacionalista. No obstante, gritos como “Ni Gaza ni Líbano, damos nuestras vidas por Irán” muestran la contraparte antiárabe y nacionalista. Otros, en cambio, alzan su voz con gritos como “Tanto Gaza como Irán; muerte a los opresores en todas partes”.
Massoud: esto es completamente distinto al Movimiento Verde. Este movimiento es para romper con el régimen y sus facciones. Hasta ahora, las protestas eran dirigidas por una de las facciones del régimen, a los que llaman reformistas, que nunca permitieron que se radicalizara la situación.
Los nuevos eslóganes muestran la radicalización: “Abajo con la República Islámica. Muerte a Jameneí. Muerte a Rouhaní”. Por eso no debe sorprendernos que los reformistas se hayan opuesto al movimiento. Algunos, sin reparos, llaman a reprimir el movimiento.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, han apoyado las protestas para sus propios intereses. ¿Cuál debería ser la posición de la izquierda?
Massoud: El régimen intenta atribuirle el movimiento a Estados Unidos, el Mossad, Arabia Saudí y los monárquicos iraníes. Por supuesto que el imperialismo americano, Arabia Saudí y los rivales de Irán están intentando sacar provecho de la situación pero es un disparate decir que la controlan. Ha sido completamente espontáneo.
Es cierto que el régimen iraní se ha opuesto al imperialismo de Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí, pero esto no debe ser una traba para que nuestra clase obrera luche por sus demandas. Que la izquierda no apoye las protestas es una desfachatez. Esto solo sirve para que la derecha hegemonice el movimiento. Estamos hablando de trabajadores de verdad luchando.
Cuando no te pronuncias o dices que te parece sospechoso, ponen sus esperanzas en la oposición burguesa y los imperialistas. Cuando la gente no ve ninguna organización o partido de izquierda en el mundo apoyándoles buscarán apoyo en la derecha. Esto ya ha pasado en Oriente Medio y ha sido un desastre para estos movimientos.
Nima: la izquierda tiene la tarea de posicionarse con aquellos que están en las calles y a la vez advertirles del imperialismo. Por supuesto que tienen todo el derecho a sentirse asqueados por el apoyo de Trump a las protestas; nunca ha sido amigo de los iraníes. Tampoco Netanyahu ni los autócratas de Arabia Saudí tienen la catadura moral suficiente para alinearse con quienes piden democracia, derechos para las mujeres, etc.
Estados Unidos ha endurecido las condiciones de viaje para los iraníes. Las restricciones afectan incluso a gente de Irán que quiera ir a estudiar o recibir tratamiento médico. Dentro de Irán el precio de las medicinas se ha disparado por culpa de las sanciones económicas impuestas por EEUU. Estas sanciones han sido devastadoras tanto para la economía iraní como para la mayoría de personas. Los precios suben junto con el desempleo. Muchas industrias han entrado en bancarrota.
No obstante, el apoyo declarado de Estados Unidos sería el pretexto perfecto para respaldar las acusaciones de los conservadores sobre la injerencia externa en las protestas. La mayoría de los iraníes tienen un gran respeto a su independencia nacional. La Revolución Iraní era para ganar la independencia de Irán. Aquello lo consiguieron; ahora quieren justicia social y democracia.
Hubo un gran descontento en Irán hacia EEUU cuando Trump anunció las restricciones migratorias, igual que hacia Arabia Saudí o Israel. Por supuesto que intentarán manipular las protestas, pero eso no significa que tengan el control de lo que pasa sobre el terreno
¿Qué futuro veis para el movimiento?
Nima: La cuestión más importante es si sectores más amplios de la clase obrera se unirán. En los últimos seis meses ha habido protestas de conductores de buses, profesores, jubilados que no han recibido su dinero o de gente que se han quedado sin él por la bancarrota de los bancos. Estas protestas se han construido sobre el enfado.
El problema es que la mayoría de iraníes aún no se han sumado a las protestas. Por tanto, tendremos que estar pendientes de qué pasará después.
Massoud: Las protestas han sido un serio problema para el régimen. Pero también somos conscientes de que esto ha sido totalmente espontáneo y sin organización. El régimen ha movilizado una enorme maquinaria de represión, por lo que es posible que las protestas no duren mucho tiempo.
El régimen podrá reprimir temporalmente el movimiento, las fuerzas podrán flaquear brevemente, pero la crisis económica seguirá existiendo. Incluso cuando este movimiento se detenga seguirá habiendo campañas por los desempleados y contra la bancarrota de las instituciones financieras. Este movimiento ha dado nuevas fuerzas a la gente para que se levante ante el régimen.
Una revolución popular en 1979 y las continuas divisiones de la clase dominante de Irán han abierto paso a las protestas
La crisis iraní tiene sus orígenes en el desenlace de la Revolución de 1979. Aquella revolución fue testigo de cómo la gente común fue capaz de derrocar al Sah de Irán, un dictador y aliado clave de Estados Unidos. En la sociedad del Irán del Sah existía una gran desigualdad; la pobreza más extrema coexistía con la riqueza más desorbitante.
La depresión de 1977 provocó que miles de parias y marginados se levantasen contra el Sah. Con el tiempo, las protestas se extendieron y se convirtieron en una rebelión de masas, incluyendo huelgas, consejos de trabajadores e insurrecciones.
Pero hubo enfrentamientos por el liderazgo de la revolución. El clérigo Ayatolá Jomeini, que representaba a la clase media iraní, se proclamó jefe de estado. Se opuso a los consejos de trabajadores e hizo un llamamiento a la “unidad nacional” entre todas las clases contra Estados Unidos. La gran mayoría de la izquierda iraní lo aceptó; aquellos que no aceptaron, fueron asesinados.
El derrocamiento del Sah fue un golpe para el imperialismo pero a costa de dejar a Irán aislada. Por tanto, la nueva clase dominante necesitó un mayor control de la economía para evitar el colapso. También necesitó financiar una guerra contra el Irak de Saddam Hussein, que se armaba y financiaba a través de Estados Unidos, cuando éste invadió Irán en 1980.
Amplios sectores industriales del país fueron nacionalizados y dirigidos como empresas capitalistas por parte del estado. La economía quedó bajo el dominio de monopolios estatales. Se creó un nuevo estado de bienestar que benefició a millones de personas, se destinó dinero a sanidad y educación, se hizo un control de precios y se subvencionaron los bienes de primera necesidad. A la par, surgió una nueva clase dominante adinerada ligada a las industrias estatales.
La guerra contra Irán fue larga y sangrienta. Cientos de miles de personas de ambos bandos murieron. El gobierno iraní sobrevivió, pero, tras el final de la guerra en 1988, tornó la economía hacia el libre mercado con el objetivo de “abrir” la economía iraní.
Privatizaciones
Esta política conllevó privatización, recortes y la apertura de la economía a inversión extranjera. La clase dominante iraní se dividió en dos facciones: los reformistas que promovían cambios económicos y un acercamiento con Occidente y la línea dura de los conservadores ligados al antiguo sistema económico. Sin embargo, gran parte de las industrias privatizadas fueron adquiridas por personas o instituciones cercanas al estado, incluyendo a militares de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica.
Las privatizaciones se aceleraron durante la presidencia de Mahmoud Ahmadinejad, representante de esta línea dura. Los reformistas ganaron apoyo en base a sus promesas en el crecimiento económico, la subida salarial y la creación de empleos que traerían las reformas. Y aunque la clase dominante cada vez era más rica, la gente corriente se quedó atrás.
Los trabajadores se enfrentaron a recortes y la pérdida de ayudas, mientras que las leyes laborales cada vez se hacían más laxas en detrimento de sus derechos y condiciones.
No obstante, la “normalización” de relaciones con Occidente fracasó. Tras la victoria de Trump, Estados Unidos cambió la estrategia de entablar negociaciones con Irán por las sanciones y la confrontación. Además, los intereses de Irán en Oriente Medio, incluyendo la expansión a Irak y Siria, llevan irremediablemente al conflicto con Occidente. Las promesas del gobierno iraní se han convertido en palabras vacías para la gente hoy en día.
Como ha contado Nima a Socialist Worker, “en los últimos años, hemos tenido pequeñas protestas como sentadas frente al parlamento. También hemos tenido represión.”
“Parte del enfado viene de las altas expectativas de cambio surgidas cuando Rouhani fue elegido en 2013. Su victoria abrió un espacio para las protestas y la gente lo aprovechó.”
Traducido por A.F. Barata