Dani Romero
Parece que la elección del nuevo secretario general del PSOE va a ser un factor importante en la política del Estado español al menos a medio plazo. O quizás no tanto.
Lo que sí que queda claro viendo la movilización del «viejo aparato» del partido, y de todos los medios burgueses a favor de Susana Díaz, es que ha ganado, una vez más, la opción «equivocada». Como sutilmente se deduce de un editorial de El País, «hay que tener cuidado con tantas votaciones, que al final la gente puede votar lo que no queremos». A la clase dirigente le preocupa tener un PSOE dividido, con una parte importante de sus bases rebelándose contra las imposiciones del aparato y exigiendo políticas de izquierda y de regeneración. Unas bases que se han rebelado contra lo que representa gente como Susana Díaz, Felipe González y el grupo PRISA.
Esto demuestra que no hay que subestimar el apoyo que sigue teniendo el PSOE de una parte importante de la clase trabajadora que se considera de izquierdas. Habrá quien se sorprenda de lo mucho que ha utilizado Pedro Sánchez durante la campaña las palabras «izquierda» y «socialismo». A pesar de que en absoluto el PSOE pueda representar esos valores, se demuestra que siguen siendo conceptos válidos y aceptados y que no todo es forzar nuevos significantes.
En cualquier caso, Pedro Sánchez en sí mismo no representa ningún avance. Lo interesante de su elección es que pone en una situación delicada a un partido muy importante para la clase dirigente. La derecha del PSOE queda muy debilitada y el gobierno de Rajoy pierde gran parte de su estabilidad.
Esto no quiere decir que vayan a cambiar las cosas a corto plazo. De hecho, parece que los presupuestos saldrán adelante y que el PSOE tampoco apoyará la moción de censura de Podemos. Y realmente, la situación del PP —inundado de casos de corrupción al máximo nivel y al ritmo de un escándalo por día— debería ponerle las cosas fáciles si realmente el PSOE quisiera forzar un cambio de gobierno. La legitimidad del PP podría hundirse de una estocada. Pero la clase dirigente, a la que en el fondo se debe el PSOE de Pedro Sánchez, exige estabilidad para seguir aprobando políticas de austeridad y neoliberales. Esto tensará muchísimo la cuerda con los sectores más de izquierda del PSOE que, basándonos en los resultados de las elecciones, son mayoría.
El PSOE aún tiene aparato para evitar que pueda haber ningún cambio significativo, pero las posibilidades están ahí. La izquierda más rupturista y combativa debe tener presente a toda la clase trabajadora que exige cambios al PSOE, buscando crear movimientos amplios sin sectarismos, que inicien un ciclo de movilizaciones para echar a un gobierno podrido de corrupción y combatir la austeridad.