David Karvala
En la segunda ronda de las elecciones presidenciales francesas, la clave no es ni pedir el voto para el neoliberal Macron, ni promover la abstención, sino movilizarse contra el partido fascista, el Front National.
[En català]
El domingo 23 de abril se celebró la primera ronda de las elecciones presidenciales francesas.
El ganador —con 8.657.326 votos, el 24,01%— fue Emmanuel Macron. Se presentó como un candidato innovador, alguien de “fuera del sistema partidista”. En realidad fue ministro de economía en el Gobierno de Manuel Valls y el responsable de un programa de políticas neoliberales.
Pero el choque de la noche electoral (por mucho que fuera previsible) fue el segundo lugar para Marine Le Pen. La candidata del fascista Front National (FN) obtuvo 7.679.493 votos, el 21,30%.
François Fillon, el conservador implicado en casos de corrupción, se llevó el 20,01%, y Mélenchon, el candidato de la izquierda reformista, el 19,58%.
El 1,09% de Philippe Poutou, candidato del Nuevo Partido Anticapitalista,
sería en otras circunstancias un resultado digno para la izquierda revolucionaria, pero es una fuerte caída para el NPA respecto a comicios anteriores. Su antecesora, la LCR, obtuvo el 4,25% en las presidenciales de 2002, por ejemplo. Dicho esto, si bien el resultado no cuenta mucho en términos electorales, en términos de lucha social las casi 400.000 personas que le votaron sí podrían ser un activo muy pero que muy importante. A esto volveremos.
¿El mal menor?
El domingo 7 de mayo se celebrará la segunda ronda, entre el neoliberal Macron y la fascista Le Pen. Plantea un grave dilema para la izquierda, y parece que no hay una solución fácil.
Algunas personas (correctamente) toman en serio el peligro del fascismo, pero concluyen que hay que pedir el voto para la derecha neoliberal de Macron.
Frente a esta opción, existe el precedente de las elecciones de 2002. Fue entonces cuando el fascista Jean Marie Le Pen pasó a la segunda ronda y gran parte de la izquierda votó a Jacques Chirac (“tapándose la nariz”); éste consiguió una victoria aplastante. También hubo una explosión de protestas contra Le Pen, pero no se creó ningún movimiento duradero contra la extrema derecha. En lo que se refería a Chirac, algunos tenían esperanzas de que éste respetaría la naturaleza especial de su victoria en vez de aprovecharla para aplicar políticas de derechas. No fue así.
Con esta experiencia, y con el argumento de que es la austeridad la que crea el caldo de cultivo para el fascismo, otras personas de izquierdas se niegan a pedir el voto para Macron. El problema es que a veces esta posición va acompañada de una minimización del peligro que existe. Todo fascismo surge del contexto del capitalismo, pero no por ello debemos olvidarnos del fascismo para sólo combatir el capitalismo; lo que sería como decir “espera a la revolución”. La lucha antifascista es necesaria porque el fascismo representa una amenaza específica, más allá del capitalismo “normal”.
F de fascista; N de neonazi
El Front National no es sólo un partido más. Tiene su ala paramilitar, grupos de matones que atacan, incluso asesinan, a los enemigos de la “raza superior”. Por toda Europa se recortan derechos civiles, pero los años 30 —cuando también se iban minando los derechos— demuestran que el fascismo representa un salto cualitativo; la supresión total de la democracia —limitada, cierto— que tenemos hoy.
Ignorar la diferencia entre un Hollande o un Valls, un Sarkozy o un Macron, y el fascismo del FN, es repetir el desastroso error del Partido Comunista Alemán ante Hitler; a él también lo vieron como “más de lo mismo”, hasta que fue demasiado tarde. También cabe preguntarse si las relaciones cordiales entre la Rusia de Putin y los fascistas del FN juegan un papel en la actitud despreocupada de parte de la izquierda.
Unidad contra el fascismo
Toda la experiencia reciente en Europa demuestra que la mejor respuesta al fascismo es un movimiento unitario que se movilice en su contra, que lo denuncie y lo señale claramente como lo que es.
Ésta es la experiencia de Gran Bretaña desde finales de los años 70, cuando la Anti Nazi League (ANL, Liga Anti Nazi) derrotó al Frente Nacional británico. Ahora nadie recuerda a este partido, que entonces era mucho más fuerte que la copia francesa, porque la lucha unitaria de la ANL lo derrotó en 1981. Más recientemente, el sucesor de la ANL, Unite Against Fascism, ha derrotado al British National Party. Antes tenía medio centenar de concejales y dos eurodiputados; ahora no tiene presencia institucional.
Hace 6 años, varios “expertos” teorizaban acerca de la “excepcionalidad catalana” que había permitido el éxito electoral de Plataforma per Catalunya. Esta versión bonsai del FN francés casi entró en el Parlament catalán con 75.000 votos en noviembre de 2010, y obtuvo 67 concejales en mayo de 2011. Desde entonces, Unitat Contra el Feixisme i el Racisme (UCFR), una plataforma de más de 500 entidades, ha casi eliminado a PxC de los ayuntamientos (sólo mantuvieron 8 concejales en las municipales de 2015, en lugares donde UCFR no tenía mucha fuerza). Los propios fascistas reconocen el papel de UCFR, mediante insultos y amenazas.
En sus campañas, UCFR no pide el voto para ninguna candidatura, ni presenta programa político alguno. Habitualmente, UCFR produce 100.000 o 150.000 octavillas con un lema muy sencillo como “PxC son fascistas, no los votes”, e información sobre la naturaleza real del partido y sus candidatos. Además, los grupos locales de UCFR organizan protestas contra PxC y actos públicos propios. Quizá no sea muy sofisticado pero ha funcionado.
¿Y por qué no en Francia?
Es evidente que no hay consenso entre la izquierda francesa sobre qué hacer en la segunda votación: promover el voto (“crítico”) a Macron o la abstención. Pero las experiencias citadas (y hay cada vez más, como un nuevo movimiento antirracista en Alemania, Aufstehen Gegen Rassismus, que ya está haciendo daño al partido xenófobo, AfD) demuestran que es un debate falso.
La clave no es ni pedir el voto para el neoliberal ni la abstención (como si una baja participación electoral fuese a cambiar nada) sino movilizarse contra el FN.
No hay tiempo, seguramente, para imprimir los millones de octavillas que harían falta (si se aplicase la regla de tres entre las campañas de UCFR y la amenaza existente en Francia).
Pero sí se podrían preparar protestas unitarias, con pancartas hechas de cartón si hace falta, ante los actos electorales del FN. No tiene sentido convocar una protesta con una larga lista de puntos programáticos. Tampoco sirve sacar solamente a la gente muy comprometida, los grupos radicales antifascistas de siempre. El reto para la “gente de siempre” es cambiar el chip; proponer una lucha simplemente para parar a los fascistas. Una lucha donde quepan los seguidores del partido socialista que ahora piensan votar a Macron; las y los votantes de Melenchón que ahora quieren abstenerse; las 400.000 personas que votaron al NPA…
Una movilización de este tipo supondría un fuerte golpe contra el FN; se sabe que gran parte de los votantes de estos partidos no son fascistas. Cuando ven qué representan realmente, dejan de votarlos; ésta es la experiencia de Catalunya, por ejemplo.
Además, con esta lucha se crearían complicidades entre gente diversa de izquierdas, en el sentido más amplio. Esto contribuiría a sentar las bases para futuras movilizaciones; contra el racismo, contra la austeridad…
Una izquierda revolucionaria consecuente
Todo esto tendría que ser obvio. Un movimiento así debería haberse puesto en marcha en Francia hace 35 años. No se hizo, porque quien lo debería haber hecho, la izquierda revolucionaria, no estuvo a la altura.
Es un tópico decir que la izquierda radical es una sopa de letras, con mil facciones que discrepan sobre puntos incomprensibles. La situación actual en Francia demuestra que estas diferencias sí importan.
Marx21 pertenece a una corriente internacional que lleva años trabajando a favor de movimientos unitarios contra el fascismo, y más recientemente, contra la islamofobia. Es una corriente internacional implicada en estos movimientos tanto en Europa (Gran Bretaña, Irlanda, Polonia, Grecia… Catalunya) como en otros países del mundo, desde Canadá hasta Corea del Sur.
La parte dominante en la LCR francesa, y ahora el NPA, representa otra visión, que nunca se ha tomado esto en serio; quizá ni siquiera lo ha entendido. Frente a la islamofobia, se ha escudado en un falso “laicismo”. Y frente al fascismo, se ha dedicado a presentar su propio programa anticapitalista, sin plantearse siquiera la creación de un movimiento realmente amplio y plural.
En Madrid, la reciente iniciativa de Podemos, “Puentes No Muros” reproduce el mismo esquema. Es positivo que Podemos quiera oponerse al fascismo y a la austeridad, pero más de 80 años de experiencia demuestran que no se derrotará el fascismo con el programa de un partido. Dada la gravedad de la situación, es peligroso repetir estrategias que han fracasado tantas veces ya, como en Francia.
El caso francés subraya la importancia de una izquierda revolucionaria consecuente, que defienda posiciones coherentes, y ofrezca propuestas útiles para el movimiento, desde la lucha antifascista en nuestros barrios, hasta una respuesta ante las matanzas en Siria. Con nuestras poquísimas fuerzas, en Marx21 trabajamos en esta dirección.
Si quieres saber más, ponte en contacto con el grupo, con un e-mail a info@marx21.net o mediante el formulario.