En català

Es innegable que la xenofobia está creciendo, como se vio con la victoria electoral de Donald Trump. Peor aún: Norbert Hofer, candidato presidencial en Austria, es fascista. No ganó pero alrededor de dos millones de personas, más del 46%, lo votaron.

Y existe otro peligro aún mayor en Francia; el avance electoral de la fascista, Marine Le Pen, candidata del Frente Nacional para las presidenciales en la primavera de 2017.

Unidad

No hay excusas; la construcción de un movimiento unitario contra la extrema derecha es una tarea urgente en toda Europa.

Su efectividad se ha demostrado varias veces en Gran Bretaña, donde casi nadie se acuerda ya del Frente Nacional británico, derrotado en 1981, y donde hace poco el BNP perdió su último concejal, gracias al trabajo incesante de Unite Against Fascism, UAF. En Catalunya, las movilizaciones unitarias de UCFR han contribuido a la estrepitosa caída del partido fascista disfrazado, Plataforma per Catalunya. En Grecia, el partido neonazi Amanecer Dorado es peligroso, pero el movimiento unitario antifascista KEERFA ha frenado su crecimiento.

Pero incluso dentro de la izquierda y los movimientos sociales, mucha gente ve el auge del fascismo como algo inevitable. Quizá acepten la idea de que la clase trabajadora ya no existe, que en los barrios obreros habitan “canis” y “chonis” ignorantes.

“Euroescepticismo”

Muchas reacciones ante los referéndums y los resultados electorales reflejan este prejuicio. Tanto en los medios como en algunos sectores de la izquierda se tilda la oposición a la UE de populismo xenófobo y de “euroescepticismo”. Es un grave error.

En el referéndum del “Brexit” hubo mucho racismo; de ambas campañas oficiales, tanto la del No como la del Sí. La única voz realmente antirracista fue la pequeña campaña de izquierdas que exigía el no a la UE neoliberal, no a la fortaleza Europa, no a los miles de muertos en el Mediterráneo… y sí a la acogida de gente refugiada. Millones de personas pobres y trabajadoras en Gran Bretaña votaron contra la UE por buenos motivos.

Tampoco se puede presentar el no en el referéndum de Italia del pasado domingo como algo reaccionario; la gente rechazó las medidas del primer ministro italiano por querer centralizar más poder en sus manos.

Alternativa

La gran pregunta es ¿dónde está la izquierda? ¿Por qué no plantea una alternativa?

Existe una nueva izquierda, bajo la forma de Podemos, Jeremy Corbyn, Bernie Sanders… pero tiene graves limitaciones. La gran esperanza hasta hace poco fue Syriza; su aceptación del austericidio deja en entredicho todo el proyecto del nuevo reformismo. Las únicas opciones reales son gestionar el sistema bajo sus reglas; o romper con el capitalismo, y esta ruptura no se puede llevar a cabo desde las instituciones, es imprescindible la lucha social.

El reto, entonces, es construir una izquierda capaz de unir fuerzas en las luchas inmediatas y urgentes —como la lucha contra el fascismo— a la vez que plantea una alternativa radical y coherente al sistema.

Marx21 es poco más de una propuesta, pero su orientación es ésta; trabajo amplio en los movimientos, combinado con una voz independiente a favor de un cambio radical desde abajo.