Artículo publicado en Socialist Worker, publicación de nuestra organización hermana en GB

Charlie Kimber

¿Cómo ha podido ganar la presidencia de Estados Unidos Donald Trump, un matón racista multimillonario que se jactaba de agresiones sexuales contra las mujeres? Es un resultado que ha provocado una gran conmoción en todo el mundo y ante el que hace falta una respuesta basada en la resistencia.

El resultado fue la confirmación de Trump por millones de votantes, pero también fue un claro rechazo de Hillary Clinton y el establishment. En una serie de encuestas a pie de urna, alrededor del 20 por ciento de las personas que dijeron que no les gustaba Trump también dijeron que lo habían votado. Principalmente porque veían a Clinton aún más desfavorablemente.

Clinton fue la elección de los banqueros, las grandes empresas y de la mayor parte del establishment militar. Su campaña se vio muy dañada por las revelaciones sobre sus conferencias generosamente recompensadas (ha ganado más de 5 millones de dólares desde finales de 2013) ante audiencias cerradas de empresarios y banqueros donde vendía sus cínicas opiniones acerca de la política.

Cuando, en vísperas de las elecciones, el FBI anunció que no presentaría cargos criminales contra Hillary Clinton en la investigación sobre el uso de su servidor personal para el envío de correos electrónicos cuando era secretaria de Estado, el principal índice bursátil se disparó. Cuando anoche hubo indicios de que Trump había ganado, los mercados financieros se desplomaron.

Clinton, con su mensaje de que Estados Unidos ya era “grande”, fue el peor candidato en una época en la que decenas de millones de personas están amargadas, furiosas y asustadas por décadas de desigualdad desenfrenada, caída del nivel de vida y guerras interminables en el extranjero.

La era del 1 por ciento más rico que llena sus bolsillos ha dejado su marca. Las encuestas mostraron que el 53 por ciento de las personas residentes en zonas urbanas, el 63 por ciento en suburbios y el 71 por ciento en el ámbito rural, dijeron que creían que la política económica iba por un camino equivocado.

Una encuesta a pie de urna realizada por ABC News preguntó a las personas qué cualidades buscaban en un candidato. El porcentaje mayor de encuestados (38 por ciento) contestó que alguien que pudiera “producir el cambio necesario”. Entre los partidarios de Trump, las respuestas eran casi todas sobre el cambio.

Es perfectamente posible que si Bernie Sanders hubiera sido candidato demócrata, entonces habría derrotado a Trump. Sanders, que concurrió en las primarias como un “socialista democrático” y pidió una “revolución política” podría ofrecer un cambio. Clinton no podía.

Según los datos que se han ido anticipando, Clinton ni siquiera consiguió movilizar a los votantes negros y latinos. Una encuesta mostró que Trump ganó más votantes latinos que los captados en las anteriores elecciones por los republicanos.

La CNN comentó que millones de votantes que antes habían apoyado a Obama votaron por Trump esta vez.

Ricos

Trump es el enemigo de la clase obrera. Su principal compromiso económico ha sido un recorte fiscal masivo para las personas más ricas de la sociedad y las corporaciones. Su chivo expiatorio —la gente musulmana y migrantes de México— anima a los racistas y divide a la clase trabajadora cuando más necesita unirse.

El racismo, que ha sido un mensaje común de los dos partidos principales, ha sido un poderoso factor que ha alimentado el voto hacia Trump. Pero su victoria no significa que el racismo haya arrasado Estados Unidos.

Crucial para la victoria de Trump fueron sus victorias en Ohio e Iowa. Barack Obama ganó en estos estados las dos veces, lo que sugiere que los votantes no son racistas duros. Los republicanos no han ganado en Michigan desde 1988. Trump ganó allí anoche.

Los y las trabajadoras estadounidenses tendrán que movilizarse y organizarse contra el racismo, los ataques contra su nivel de vida y la guerra. Tendrán que basarse en la esperanza de las recientes huelgas, las campañas contra los oleoductos, el movimiento Black Lives Matter y la lucha por un salario mínimo de 15 dólares la hora.

Éste es un momento de crisis económica y política global. La corriente principal de la política pro-capitalista crea un espacio que puede ser llenado por falsos outsiders (forasteros) como Trump.

Defender el statu quo no es el camino a seguir. La izquierda tiene que ofrecer su propio programa de cambio, esperanza e ira contra el establishment.

Los demócratas no ofrecieron -y aún no ofrecen- ninguna alternativa efectiva a Trump. Sólo la lucha lo detendrá, y esas luchas también deben producir una alternativa política socialista a los partidos capitalistas.