El plan Tsipras y el acuerdo con el eurogrupo. ¿Una traición de Syriza?

Dani Romero

Grecia es el mayor ejemplo de resistencia a los planes de austeridad que la Troika y los gobiernos afines vienen imponiendo en toda Europa. Las continuas y masivas movilizaciones desde el inicio de la crisis, incluyendo 30 huelgas generales, pusieron contra las cuerdas a los gobiernos del PASOK y Nueva Democracia, forzaron dimisiones en varios gobiernos y finalmente, auspiciaron la victoria de Syriza. Es importante recalcar que sin estas movilizaciones nunca se habría conseguido tener un gobierno contra la austeridad. No solo porque en esas etapas de movilizaciones masivas mucha gente se acerca a ideas más rupturistas, sino porque también es la movilización en las calles la que da la confianza suficiente para vencer las intensas campañas de miedo maquinadas por la clase dirigente.

Tras ganar las elecciones Syriza, seguimos en la misma situación.

La campaña del miedo se ha intensificado, vaticinando una situación aun más grave para el pueblo griego si Syriza no da su brazo a torcer. Y esta amenaza no es sólo verbal: la retención de ayudas, el boicot económico y sobre todo, crear la sensación de que Grecia empezaba a ver la luz justo cuando ha ganado Syriza, y entonces todo ha vuelto a empeorar. Ésta es una situación que se repetirá en cualquier país en que gane una oposición, ya sea radical o muy moderada, a los planes de la Troika.

Pese a la ilusión que despertaron y que a día de hoy mantienen en su mayor parte, Syriza ha ido dando una de cal y otra de arena. Su apuesta por ser un gobierno “responsable”, que luchará por mantener a Grecia dentro del euro y que rechazaba decisiones unilaterales le ha llevado a continuar con políticas antisociales como la privatización del puerto de Piraeus, recortes en el gasto público, pero sobre todo, la firma del acuerdo con la Troika el pasado mes de febrero en el que se comprometía a mantener la agenda de los anteriores gobiernos.

El acuerdo firmado estos días es mucho peor. Tanto, que ha recibido críticas desde sectores de la clase dirigente europea, que ven un acuerdo imposible de cumplir para Grecia y que podría acabar con una salida forzada del euro. Una vez más, el “rescate” está destinado únicamente a inyectar liquidez a los bancos griegos y a pagar a los acreedores. Nada del mal llamado rescate irá a parar a políticas sociales o de creación de empleo. Se habla de una “posibilidad de reestructuración” pero no de una quita. Realmente, los negociadores de Syriza han perdido. Les han acosado y han terminado doblegándose. El mismo Tsipras clamaba “No nos pueden pedir estos sacrificios” en el europarlamento.

Pero el presidente griego, y Syriza en su conjunto, han entrado ya en el juego. La cuestión de la UE y del euro es determinante. No se puede pretender aplicar un programa de reformas sociales, contra la austeridad, y que permitan un crecimiento de la economía basado en la redistribución de la riqueza sin romper con la Troika de los especuladores, de los Goldman Sachs y del 1% cuyos intereses están enfrentados a los de la mayoría de la población. La idea de una Europa social y de los pueblos sólo puede ir unida a la destrucción de las instituciones actuales: la eurozona y la UE.

Syriza aceptó negociar, ha continuado con algunas privatizaciones, aceptó la dimisión de Varufakis para facilitar los acuerdos… Y los acuerdos son lo mismo que lleva asfixiando a Grecia todos estos años. No es una cuestión de honestidad, ni de traiciones: Syriza ha decepcionado y no podrá aplicar el programa que le llevó a ganar las elecciones porque nunca se ha planteado una ruptura con el euro y la UE.

En cualquier caso, no hay salida fácil. De hecho, tampoco sería lo mismo una salida de Grecia del euro planificada por su gobierno, junto a otras medidas como la nacionalización de los bancos, que una “expulsión” sin más, permitiendo a los capitalistas terminar de saquear el estado. Pero el caso es que la tendencia actual no es siquiera una salida: es continuar la espiral de destrucción de la economía griega, el empobrecimiento y la pérdida de derechos. Como decía en su comunicado el SEK, sólo la implementación desde debajo de un programa de izquierdas junto a la salida del euro, la nacionalización de los bancos y sectores clave de la economía, y en un contexto de solidaridad de la clase trabajadora de toda Europa, pueden traer una solución favorable para los intereses de la mayoría de la población. El OXI! en el referéndum supuso un ejemplo de cómo la movilización en las calles y el apoyo popular desconciertan (y asustan) a la clase dirigente. Ahí reside nuestra fuerza y es donde debemos construir.