Hossam el-Hamalawy
Tan pronto como se conocía la noticia de que Mohamed Morsi había sido declarado oficialmente primer presidente civil electo de Egipto, escuché aplausos y fuertes gritos de felicidad y alegría en mi calle. Los conserjes en mi barrio salieron a la esquina a reunirse vistiendo sus galabiyas, saltando para aquí y para allá de la misma manera que los veo hacerlo cuando la selección nacional egipcia marca un gol en algún partido. Sus hijos, descalzos, corrían a lo largo de la calle, persiguiendo a coches pijos a su paso, cantando “¡Morsi! ¡Morsi!”. Mientras tanto, muchos vecinos de los “distritos de clase trabajadora de El Cairo celebraban… con fuegos artificiales, marchas, bailes y dulces, compartidos en medio de deseos y esperanzas de un futuro mejor”, informó mi amiga Lina el-Wardani de Ahram Online.
Para muchos, incluyendo aquellos que boicotearon las elecciones o votaron nulo, fue sin duda una sensación de alivio. Yo, al igual que otros millones de egipcios, estaba convencido de que la junta militar al mando amañaría los votos a favor del general Ahmad Shafiq, quien iba a ser coronado como el próximo presidente de Egipto. Estoy feliz de que resultáramos estar equivocados.
A pesar de que la SCAF (Supreme Council of the Armed Forces – Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas) movilizara la red del Partido Democrático Nacional de Mubarak a favor de Shafiq e intentara intervenir directamente para amañar el conteo final, sus esfuerzos fracasaron. Algunos activistas están haciendo circular teorías conspirativas que señalan que Morsi sería el “verdadero candidato de la SCAF”, o que él ganó en realidad por un pacto, con lo que no estoy de acuerdo. El hecho es que, a pesar de que la SCAF todavía esté al mando, es posible que ya no tengan tanta seguridad y poder como muchos revolucionarios piensan. La mayoría de quienes celebran los resultados electorales no están necesariamente felices con la victoria de Morsi, pero sí sienten un profundo alivio de que Shafiq, el representante de la contrarrevolución respaldada por la SCAF, no llegue a la presidencia.
La victoria de Shafiq podría haber significado un profundo nivel de desmoralización entre la gente al ver al candidato leal al régimen volver al poder, con toda la fuerza y con deseos de venganza. Por ejemplo, un camarada en Assuit me explicaba con detalle antes de la segunda vuelta electoral cómo oficiales en funciones de la Seguridad del Estado en su ciudad habían estado enviando mensajes a activistas: “Esperad a que Shafiq sea nombrado presidente hijos de X#$%, desapareceréis al día siguiente”. Amenazas similares recibieron activistas en otras provincias. Los vestigios del viejo régimen se han sentido con confianza para reaparecer una vez más. La derrota de Shafiq ha generado una desmoralización masiva y desorden entre sus filas.
Hermanos Musulmanes: ¿fascistas?
Los Hermanos Musulmanes (HHMM) se han colocado en una posición clave. Existen posiciones desde la izquierda y en los círculos liberales que encuentran oportuno etiquetar a la Hermandad como una organización “fascista” y únicamente como “otra cara del régimen de Mubarak”. Este análisis social del movimiento es incorrecto y supondrá, en mi opinión, asumir posiciones políticas equivocadas en relación a los islamistas.
Los HHMM no son un bloque unificado. Si bien la organización está siendo dirigida y controlada por multimillonarios como Khairat el-Shatter, que buscan compromisos y reconciliación con el régimen, sus cuadros de base provenientes de clases medias, medias-bajas y un sector de la clase trabajadora son una historia totalmente distinta. A lo largo de su historia, y con cada vaivén, la Hermandad se ha visto sujeta a fracturas.
Para el-Shatter, el sharía islámico significa contrarreformas neoliberales y un programa económico que podría estar incluso más a la derecha que el de Mubarak, pero el sharía para el trabajador de los HHMM significa alcanzar la justicia social. Renacimiento para Morsi podría bien incluir medidas antisindicales, pero para los trabajadores de los HHMM que conozco, el proyecto de Renacimiento no significa otra cosa que más libertades sindicales, salarios más altos, y justicia social. Estas interpretaciones dispares de lo que los HHMM representan están directamente influenciadas por las diferencias de clase (y en ocasiones generacionales) que hay de fondo. Sería totalmente absurdo afirmar que desde que Shatter y su liderazgo son pro-neoliberalismo, sus seguidores en las provincias han estado en pie de guerra defendiendo privatizaciones o que pudiera estar en su discurso incitar a apalear sindicalistas. Así es como se comportaría una organización fascista.
Una organización fascista se dedica exclusivamente a la destrucción de las organizaciones de la clase trabajadora. Los HHMM son una organización reformista, cuyo liderazgo es tan reaccionario y oportunista como cualquiera de sus contrapartes en otras corrientes. El liderazgo de los HHMM, que se abstuvo de un año completo de movilizaciones en las calles, colaboró con la junta para repartirse el pastel, y solo se vio forzado a volver a las calles recientemente tras hacerse evidente que estaban siendo dejados de lado. La junta disolvió el parlamento liderado por los HHMM en un día y la gente no salió a las calles a defender el “Parlamento de la Revolución”. ¿Por qué iban a hacerlo? ¿Qué vio la gente de ese parlamento, a excepción de leyes que prohibían los sitios web de pornografía, escándalos personales que parecen telenovelas y que involucran a diputados salafistas, el fracaso a todos los niveles para hacer responsable a la SCAF o al gabinete de gobierno de la situación en la que el país se encontraba? Nubes de guerra ya habían empezado a acercarse. El liderazgo de los HHMM entendió que, si Shafiq ganaba, ellos también serían sujetos de opresión y ataques aún peores de los que nunca fueron testigos bajo el reinado de Mubarak. El escenario de 1954 ha sido invocado en casi todas las conversaciones acerca de los HHMM.
Contradicciones
Pero no hay movilización de los Hermanos Musulmanes que no los lleve a una crisis, debido a sus propias contradicciones internas. Para hacer frente a Shafiq, la cúpula de los HHMM tuvo que sacar a relucir la retórica revolucionaria, presentando a Morsi como la única posible salvación para la revolución y como el único que podía conseguir sus demandas. Como se puso de manifiesto, la SCAF estaba organizando su golpe con la declaración del Constitucional, que despojaba de poder real sobre el ejército o la seguridad nacional al que fuera elegido presidente, además de con la disolución del parlamento, el despliegue de tanques dentro y en los alrededores de El Cairo y las provincias, con su campaña ultra-sensacionalista en los medios calumniando a los HHMM; estos llevaron a cabo movilizaciones de masas en Tahrir bajo el eslogan: “¡Fuera los militares del poder!” —un eslogan coreado por cientos de miles de sus miembros de base y repetido por sus adeptos en las ruedas de prensa de la campaña de Morsi.
¿Fue sincera la dirección de los HHMM cuando movilizó esta última oleada de protestas? ¿Está dispuesta la dirección a llegar hasta el final para sacar a la junta militar del poder? Por supuesto que no. Estos oportunistas estaban movilizando en Tahrir con personas conocidas por ser cercanas a las fuerzas revolucionarias, como el carismático Mohamed el-Beltagi, haciendo declaraciones incendiarias sobre continuar con las ocupaciones hasta que fuesen anulados tanto la declaración del Constitucional como los decretos del Ministro de Justicia que permitían a la policía militar y a inteligencia arrestar a civiles (una victoria que fue conseguida tras la victoria de Morsi), al tiempo que Saad el-Katatni (portavoz del congreso) y el-Shatter mantenían negociaciones y conversaciones a puerta cerrada con la SCAF.
Los dirigentes de los HHMM han estado y están atrapados entre las presiones que vienen desde arriba (de la SCAF) y las que vienen desde abajo de las calles y de sus propias bases, quienes han visto aumentadas sus expectativas de forma exponencial. Son las mismas personas que lucharon a muerte en la Batalla del Camello, y que en ocasiones han roto filas con los HHMM para unirse a las confrontaciones con el ejército o la policía, como ocurrió el año pasado en la calle Mohamed Mahmoud y en la ocupación del ministerio. Cualquier compromiso que hagan los líderes de los HHMM será el resultado de las presiones provenientes de estas dos posiciones, y les va a costar una nueva capa de adeptos desilusionados.
Expectativas e ilusiones
El discurso del viernes de Morsi, aún siendo ridiculizado en las redes sociales por activistas seculares, tuvo eco entre los ciudadanos de a pie, quienes siguieron la intervención a través de la televisión, impresionados de que “su presidente” fuese un “simple hombre”, que no viste chaleco antibalas, haciendo promesas optimistas para la audiencia, aún cuando en efecto eludió mencionar a la SCAF. Morsi sigue aumentando las expectativas de todo el mundo, incluyendo a los miembros jóvenes y pobres de su grupo; promesas que fracasará completamente en cumplir, ya sea porque ha sido despojado de toda autoridad tras la declaración del Constitucional, o bien por el enfoque económico neoliberal concebido por Shatter. Algunos revolucionarios, incluyendo a progresistas, han sido rápidos al llamar a un frente unido con Morsi, y a apoyarlo en su lucha contra la SCAF. Para ellos, un frente liderado por Morsi contra la SCAF es una máxima en este momento para confrontar el golpe militar. Yo me opongo a este planteamiento. El resultado final de las reuniones con Morsi hasta ahora han sido únicamente la foto, trucos diplomáticos en los que Morsi lava su imagen para parecer que tiene el apoyo de todas las fuerzas políticas.
Por otro lado, otros siguen pensando que esto es una lucha que tiene lugar en otro planeta. Dado que no hay “ninguna diferencia entre los HHMM y la SCAF”, dicen, no debemos preocuparnos por el resultado de esta confrontación. Pero esta posición es peligrosa y puede traducirse en un apoyo tácito a la SCAF, la parte con más fuerza en esa ecuación.
Mientras la mayoría de activistas de izquierdas boicotearon las protestas en Tahrir hace un par de semanas, los Socialistas Revolucionarios (SSRR) estuvieron presentes cada día, para la consternación de algunos revolucionarios en la izquierda, quienes acusaron a los SSRR de estar siendo “manipulados” por Morsi. Esto no es así. Los SSRR no tienen ninguna ilusión puesta en Morsi.
Los Socialistas Revolucionarios rehusaron participar en reuniones con Morsi cuando fueron invitados. En lugar de eso, han sido parte activa conjuntamente con otras fuerzas en el intento de construir un tercer bloque electoral que acabó votando concretamente por Hamdeen Sabahy, en gran medida proveniente de la base industrial. Pero entendiendo al mismo tiempo las contradicciones en el seno de los HHMM, los SSRR rehusaron tratar Tahrir como una colonia de leprosos a ser evitada, como lo hicieron otras fuerzas de izquierda. Los SSRR estuvieron presentes en las manifestaciones y en la plaza con sus propias banderas rojas, con sus periódicos (con los que han conseguido ventas récord), con su declaración de intenciones que fue distribuida por toda la plaza. Los SSRR no estuvieron ni están interesados en llegar hasta Morsi y a su dirección, pero sí a los organizadores de grados medios y de base, así como a los adeptos al grupo. La presencia de los SSRR en Tahrir ofreció una oportunidad de oro para abrir debates con jóvenes de los HHMM. Los activistas de los SSRR que fueron a la plaza explican que existe en general una respuesta positiva por la juventud de los HHMM respecto a su posición e intenciones. Los revolucionarios, entiendo, deben estar presentes en cualquier movilización que tenga lugar contra la SCAF, aún a sabiendas de que la cúpula de los HHMM es oportunista y no llevará la lucha hasta el final. No tenemos ilusión alguna en cuanto a la dirección de los HHMM, pero sus cuadros de base y algunos sectores de la población sí las tienen. Y tenemos que hacer nuestro mejor esfuerzo para llegar hasta ellos si queremos que esta revolución tenga éxito.
Protesta
La primera vez que la guardia presidencial y la policía militar se presentó en la residencia de Morsi como parte de su equipo de seguridad, sus adeptos reaccionaron de forma inmediata dándoles un baño de piedras. Fue una reacción natural proveniente de los miembros jóvenes y pobres que son, en definitiva, parte de esta revolución y no sienten aprecio alguno por el ejército ni la policía. Otro día, Morsi entró a Tahrir con la guardia presidencial y la policía, pasando por la calle Mohamed Mahmoud —la misma calle que ha presenciado batallas sangrientas con la policía y el ejército en muchas ocasiones. Los SSRR y otros grupos se retiraron de la plaza en señal de protesta. Pero, ¿cuántos otros miembros de los HHMM deben haber estado también enfadados por la presencia del ejército? ¿Cómo se sienten los jóvenes HHMM, que han estado coreando “Muerte a Tantawi” recientemente, acerca de la permanencia de Tantawi en el Ministerio de la Defensa, asistido por el notorio General Hassan el-Reweini del Comando Central del ejército, que supervisó las masacres de Tahrir?
Al finalizar el discurso de Morsi en Tahrir, la plaza se hizo eco de forma contundente con cánticos contra la SCAF, incluyendo uno dirigido a Tantawi, pidiéndole que diera el saludo militar a su presidente Morsi. En realidad, y eso será lo que descubrirán en los próximos días quienes están en la plaza, Morsi no tiene ningún poder directo sobre Tantawi y la SCAF. Y cada compromiso que asuma le costará, tanto a él como a su grupo, adeptos desilusionados y divisiones internas.
La revolución no ha terminado y no se diluirá en la victoria de Morsi. Morsi y los Hermanos Musulmanes han abierto la caja de Pandora, y los próximos días servirán aún más para exacerbar sus contradicciones. Es un proceso del que la izquierda no puede separarse. Al tiempo que construye su base de forma independiente, y construye alianzas con otras fuerzas que buscan una alternativa distinta a las que pueden representar tanto la SCAF como los HHMM, la izquierda revolucionaria debe continuar su intervención táctica en cualquier confrontación que tenga lugar entre la SCAF y los HHMM.
El autor es militante del grupo socialista revolucionario de Egipto. Se publicó en inglés en junio de 2012 en jadaliyya.com. Esta traducción castellana de Aligi Molina se publicó por primera vez el 06/07/2012.