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Santi Amador

Asistimos en las últimas horas al principio del fin del gobierno de Gadafi. A través de los medios de comunicación se difunde como las fuerzas rebeldes toman Trípoli, la capital de Libia, e incluso uno de los muchos palacios con los que contaba el presidente libio de los últimos 40 años. Asimismo, insisten de manera frívola en la personalidad del ahora vilipendiado Gadafi, el mismo con quien han tenido acuerdos económicos y represivos (cárceles para inmigrantes en Libia) las autoridades y empresas de la UE y de los Estados Unidos el día antes e incluso cuando gran parte del pueblo libio se levantó contra el tirano.

En el presente artículo haré un primer lugar un breve análisis del régimen de Gadafi, pasando sucesivamente a describir el carácter del alzamiento de las masas libias. A continuación me acercaré a las características del conflicto, que nos lleva inevitablemente a un nuevo escenario en el país norteafricano.

El régimen de Gadafi

No voy a describir exhaustivamente las características socio-económicos y políticas de la dictadura encabezada por Muamar el Gadafi y su familia. De manera superficial podemos describir el régimen libio, resultado de un golpe de estado ejecutado en 1969 por un sector del ejército inspirados en Nasser y el nacionalismo árabe, como un régimen capitalista. Una élite luchó en nombre del pueblo libio contra el régimen colonial del rey Idris, como resultado esas mismas élites coparon el poder con la jefatura de Gadafi a la cabeza. Desde una óptica revolucionaria, sólo la gente puede liberarse a si misma, no a través ni de la OTAN ni de caudillos iluminados.

En un principio el régimen libio mantuvo un régimen de capitalismo de estado, oprimiendo a su propio pueblo y atacando a países vecinos para arrebatarle sus recursos naturales, como el caso de la agresión a Chad por su uranio. Pero los intereses de este régimen capitalista entraron en conflicto con los de Estados Unidos y otros países occidentales, de la misma manera (aunque no de manera tan cruda)que aparecen disputas y competencias entre países capitalistas emergentes como Brasil y Sudáfrica con los países occidentales en el dominio de los mercados del Tercer Mundo. Ya a principios del presente siglo, el régimen de Gadafi optó por seguir un régimen capitalista con una fuerte intervención estatal, pero donde multinacionales como Repsol o Abengoa han obtenido millonarios beneficios. No es que Gadafi cambiará el régimen de la noche a la mañana, la misma oligarquía que se ha enriquecido a costa del pueblo libio ha seguido manteniendo los mismos privilegios. Algo parecido a lo que pasó, salvando las distancias, con los antiguos países capitalistas, autodenominados socialistas de Europa del Este, dónde los burócratas del estado fueron los nuevos gobernantes y amos de las empresas privatizadas.

Por lo tanto resultan sorprendentes, si no chocantes, las palabras de líderes como Chávez o Daniel Ortega, que no dejan de apoyar a Gadafi como si éste fuera un líder revolucionario. Al igual que los anteriores, parte de la izquierda estatal y mundial ve en la revuelta libia un invento de la CIA y por tanto una mera conspiración, no el levantamiento de un pueblo harto de la precarización de sus condiciones de vida y la falta de libertades democráticas.

Carácter del levantamiento

Las teorías conspiranoicas que ven el brazo de la CIA o de occidente en cualquier levantamiento popular, encajan más con la visión del mundo que tiene la derecha que con la que debería tener la izquierda. Es reaccionario pensar que la gente no puede levantarse simplemente porque está harta, de que mientras ellos son condenados a una vida cada vez más precaria y a la represión, sus líderes se enriquecen cada vez más. Inspirada en los levantamientos en Túnez y Egipto, la gente libia ha visto que la acción colectiva puede cambiar su realidad, al igual que la población de otras dictaduras norteafricanas o de Oriente Medio como la de Argelia o la de Bahréin. Salvando las distancias comparten las características de ser regímenes capitalistas con una mayor o menor intervención estatal en sus economías y dónde una élite, un grupo de poder, sea la familia Gadafi en Libia, la familia real saudí en Arabia Saudí o el régimen hereditario de los Assad en Siria, se enriquece a costa de la carestía de la vida de la mayoría de sus ciudadanos.

Volviendo a la revuelta libia, al igual que en Egipto o Túnez, diversos sectores heterogéneos de la sociedad participaron en las revueltas que se iniciaron en febrero, creando comités de base que organizaban la sociedad a nivel local, como la seguridad o la distribución de alimentos. Desde religiosos a laicos, pasando por ex miembros antiguo régimen, la composición social de la revuelta no dista mucha de las acontecidas en otros países de la zona. Si es cierto y al igual que han hecho en otros países de la zona como Egipto, que Estados Unidos y la UE han apoyado a un sector de los contrarios a Gadafi, el Consejo Nacional de Transición (CNT), que desde el principio ha asegurado ser el garante de los intereses económicos y geopolíticos de Occidente. Esto no significa que los rebeldes sean todos unos mercenarios ni nada por estilo, de hecho existen milicias que no reconocen la autoridad del CNT o incluso han asesinado a miembros del mismo por ser antiguos colaboradores de Gadafi.

La mayor diferencia con Egipto o Túnez, es que Gadafi al ver lo que les ocurrió a Mubarak o Ben Alí (a los que ofreció ayuda en las revueltas de sus respectivos países) aumentó la maquinaria de represión de su régimen, reconociendo cientos de asesinados. Por otra parte, Estados Unidos y la UE, han sabido reaccionar como no hicieron en los casos anteriores, no dejando que la gente se movilice y gane cuotas de poder y cambiando a Gadafi por otro sátrapa que mantenga intactos sus intereses y les sirva como avanzadilla para coaptar los procesos egipcio y tunecino.

Enfrentamientos y apoyo de Occidente

Como ya se ha comentado, desde el principio Gadafi masacró a la población que se rebeló en contra de las escaseces en su vida cotidiana y la falta de libertades. Obama o Cameron en un principio dudaron sobre a quién había que apoyar, si a su antiguo aliado o subirse al carro y tratar de manipular el movimiento contestario, y no dudaron de que tenían que preservar sus intereses con o sin Gadafi. De esta manera, la OTAN ha bombardeado Libia, asesinando a miles de personas, incluidos no sólo gente que apoya al gobierno de Gadafi, sino a los propios rebeldes libios.

Como revolucionarios, no podemos dejar de condenar en ningún caso las agresiones de los países imperialistas de Occidente, con su brazo armado, la OTAN contra cualquier país, como ya hemos hecho rechazando las agresiones a Afganistán o Iraq. Como en el caso libio, no apoyamos al régimen fundamentalista y misógino de los Talibanes o a la brutal dictadura de Sadam; aunque sean los enemigos de mi enemigo, no son mis amigos; como los casos de Mugabe en Zimbabue o Bashar Al Assad en Siria. Pero a diferencia de los casos de Iraq o Afganistán, en Libia ha existido un movimiento popular desde la base para derrocar al régimen, de ahí la insistencia de denunciar doblemente la represión de Gadafi y la de los países occidentales. Nuestro único aliado en cualquiera de los escenarios son las clases populares en lucha por sus intereses.

Un nuevo escenario

La más que inminente caída del régimen y la posterior captura de Gadafi nos sitúa en un nuevo escenario. No han sido las clases populares libias masacradas por Gadafi las que han tumbado su gobierno, esto probablemente no habría ocurrido sin la ayuda interesada de la OTAN. En consecuencia, el nuevo régimen apoyado por Occidente, no es más que un garante de los intereses europeos y norteamericanos en la zona, al igual que lo fue el del ahora llamado dictador Gadafi, el amigo de Aznar, Zapatero o el rey Juan Carlos.

Pero como se ha expresado en líneas anteriores, nuestro apoyo sigue siendo inquebrantable para el pueblo libio, para los sectores que no aceptan la autoridad del CNT, gendarme de Occidente. La mejor forma de apoyarles es por un lado solidarizándonos y animándolos a la lucha de la forma que vean conveniente contra los invasores occidentales y contra las nuevas autoridades. Debemos de exigir a nuestros gobiernos la retirada de las tropas de ocupación del país y el cese de las agresiones, que podemos conectar con los enormes recursos estatales que absorbe esta agresión imperialista en detrimento de los millones de parados y paradas del Estado español, a los que se les niegue una mínima dignidad en sus condiciones de vida. Pero sin duda, de la mejor manera que podemos ayudar a los demás pueblos del mundo a liberarse, es liberándonos nosotros aquí, de la dictadura neoliberal que nos machaca. Arriba los y las que luchan.


Este artículo se publicó originalmente en el periódico En lucha, septiembre de 2011