Dir: Alfonso Cuarón
Ainhoa Kaiero
¿Qué sucede con una civilización que ya no cree en el “nosotros” y nos obliga a considerar únicamente el pequeño universo de lo individual y particular, el “sálvese quien pueda” que impera en la jungla? En otras palabras, ¿qué será de los huérfanos que carecen de un proyecto futuro y colectivo?
Creo que más o menos lo que viene a reflejar esta película. Hace ya tiempo Susan Sontag señalaba que muchas de las películas de ciencia-ficción eran incapaces de imaginar un futuro y tan sólo podían recrear el fin de los días. Lo cierto es que esta película nos sitúa en este mismo escenario, porque lo que refleja es un mundo aquejado de infertilidad donde ya no nacen niños. Un mundo sin mañana colectivo, poblado de individuos cada vez más viejos que están abocados a desaparecer.
Claro que la ciencia-ficción es también un reflejo del presente, de ciertas tendencias actuales que provocan nuestro temor.
El poder de esta película reside precisamente en situarnos en un hipotético próximo sin-futuro (hacia el 2027) que refleja a la perfección ciertas actitudes nihilistas de la actualidad. Porque los escenarios resultan cercanos, como los de hoy en día, tal vez teñidos de una amargura y desesperación más profunda.
La película describe un planeta del que se ha evadido toda esperanza de un “mundo” (palabra que siempre implica un sentido colectivo) futuro, los últimos vestigios de una humanidad decadente que ve como su civilización se derrumba debido a la imposibilidad de “concebir” un mañana para todos.
Tras conocer el problema de infertilidad, el mundo se desgarra en múltiples guerras y conflictos y tan sólo la isla de Inglaterra logra mantener aún cierta “estabilidad”. Cuando la barbarie sobreviene, Inglaterra cierra defensivamente las fronteras en un alarde de “sálvense quien pueda” y persigue terroríficamente a todos los inmigrantes llegados a su isla para llevarlos a campos de refugiados semejantes a guetos judíos (hay una breve escena en la que se intuye tal vez incluso algo peor, ¿el exterminio?).
Este mundo viejo e incrédulo se encuentra atizado por la violencia gubernamental y de grupos terroristas. Casi nadie cree en el rumor que proclama la existencia de un “Proyecto humano” donde sabios de todo el mundo buscan la manera de salvar a la humanidad a bordo de un barco que lleva por nombre “El mañana”.
El gobierno no ofrece otra respuesta que aislar a la población, proporcionando a los individuos legales la posibilidad de una muerte científica e indolora (entre otros anti-depresivos) y otra más indignante y dolorosa para los “fugis” (los refugiados ilegales), además de rapiñar todas las ruinas que encuentra de la antigua civilización para su propio deleite decadente y estéril (el primer ministro y su hijo autista almuerzan en una sala repleta de obras maestras como el Guernica o el David de Miguel Ángel). Y los grupos terroristas parecen no salir del cortocircuito de una violencia particular y absurda que ha perdido el norte de un proyecto colectivo. ¿A alguien le recuerda a algo toda esta historia?
Pero, al igual que sucede hoy en día, pese al “incordio” de incrédulos y moribundos, aún persiste la esperanza de un futuro para la humanidad en el que el mundo sea posible: un hombre, que en su pasado se debatió entre la fe en la posibilidad de cambiar la sociedad (militante anti-Bush “allá por” los inicios del siglo XXI) y el sin-sentido y la imposibilidad de un mundo caótico y mezquino, recobra fuerzas al encontrar una fugi embarazada, a la que debe ayudar. ¿Lo consigue? Ve la película.
Artículo publicado en la revista, La Hiedra, marzo de 2008