Este artículo apareció por primera vez en el periódico mensual En lucha No 56, noviembre de 2000
Paty Gómez
El PP intenta, con su mayoría absoluta, desandar lo que se avanzó al aprobar el último texto de la ley de extranjería, que expiró el 31 de julio pasado.
No quiere, ni de lejos, llevar a cabo una ley de extranjería en la que la persona migrante sea realmente el centro, en la que se le reconozcan los derechos intrínsecos a todo ser humano.
Lo más penoso de todo es que hay un sector de la población que lo apoya. Se han creído, a pies juntillas, toda la información que vomitan los medios de comunicación, lo de las “avalanchas de migrantes”, el “que nos van a desbordar”, sin tan siquiera analizar su entorno más inmediato.
El caso reciente más preocupante ha tenido lugar en las Islas Canarias, donde se ha realizado una manifestación contra las personas migrantes, que contaba con unas 1.000 personas. Afortunadamente la respuesta no se hizo esperar, también se realizó una manifestación antirracista, aunque ésta tan solo contaba con unas 300 personas.
Esta gente debería hacer un esfuerzo para recordar que, en una época muy cercana, más explícitamente durante el franquismo, en el Estado español más de 2 millones de personas migraron a Europa, como fruto de la penosa situación económica que la que se vivía. Esta ola migratoria, quizás, es la más destacable, pero no ha sido la única.
No todos estas personas migrantes han regresado; según un reciente estudio de La Caixa, quedan todavía 2,2 millones de personas del Estado español residiendo en el extranjero, frente a las 800.000 personas extranjeras que residen aquí, de los cuales 4 de cada 10 proceden del “primer” mundo.
Estos son unos datos relevantes que deberían darnos que pensar, para decidir, realmente, de qué lado nos posicionamos.
Incomunicación
Otro dato relevante es que la migración, en el Estado español, está desprovista de mecanismos de integración en la sociedad. El tiempo que debería dedicarse al ocio se utiliza en la búsqueda de otros trabajos o bien en realizarlos, para poder conseguir una mínima calidad de vida, con lo cual se favorece la incomunicación con el resto de la sociedad.
A la barrera del lenguaje se suman, en muchos casos, los bajos niveles de formación, lo que a su vez, dificulta la promoción en el trabajo. Esto tampoco excluye a las personas migrantes que llegan aquí con estudios y acaban realizando los trabajos más denigrantes y mal remunerados.
Ninguno de estos problemas humanos desaparecerá con el endurecimiento de la ley de extranjería.
A la vez, se tiene que mirar hacia el entorno político, los diferentes partidos y sus diferentes respuestas pueden hacer que la balanza se decante a uno u otro lado. Nos encontramos con que hay partidos que han presentado una enmienda a la totalidad de la ley.
Por otro lado, tanto el PSOE como CiU han renunciado definitivamente a presentar una enmienda a la totalidad de la reforma de la ley de extranjería, en un intento de conseguir un texto pactado con el PP.
Esta decisión, por lo que respecta al PSOE, parece no haber sido tomada de forma unánime, ya que una parte de la ejecutiva socialista, y entre ellos Almunia, ha levantado su voz para defender que los derechos de las personas migrantes son innegociables. Asimismo, no se explica la postura del PSOE de última hora, ya que se había acordado en una previa ejecutiva federal el presentar la mencionada enmienda a la totalidad.
Esclavitud
Paralelamente a todo esto, ha saltado a los medios de comunicación “la noticia”, la forma de transporte ofertada por el Gobierno español para la obligada repatriación de las personas migrantes ilegales detenidas, en las bodegas de los barcos, como en una de las peores épocas de la humanidad, la esclavitud. Siendo este método ilegal y estando además prohibido por la autoridad marina, ya que contraviene la legislación marítima en vigor.
El gobierno, ante esto, ha pedido una comisión investigadora; dice no saber nada al respecto y espera que el tiempo lo cure todo.
Ante este panorama nos toca a nosotros, la gente de a pie, dar una respuesta. La elección es sencilla, o criminalizamos a las personas migrantes, nos creemos que nos robarán los puestos de trabajo… o, realmente abrimos los ojos y vemos que hay lugar para todos, que ellas no son más que personas que huyen de una terrible realidad y que el hecho de que se pongan fronteras a la libertad incuestionable de movilidad geográfica es, sencillamente, inadmisible.
Para conseguir esto la única vía factible es hacer escuchar nuestras voces, cuanto más alto y claro gritemos, más posibilidades tendremos.
Leer también La ley de extranjería, por Paty Gómez, de enero de 2000.