Tony Cliff

  1. La conciencia desigual en la clase trabajadora
  2. Contra el oportunismo y el sectarismo
  3. El partido revolucionario: la universidad de la clase trabajadora
  4. Tres tipos de partido de los trabajadores
  5. El revolucionario enseña y aprende de la clase trabajadora
  6. El carácter de los partidos reformistas: pasividad y adaptación
  7. Centralismo democrático
  8. La necesidad de un partido revolucionario de masas

 

1. La conciencia desigual en la clase trabajadora

¿Por qué necesitamos un partido revolucionario? La razón principal para esto se encuentra en dos afirmaciones de Marx. Él decía que la emancipación de la clase trabajadora debía ser un acto de la propia clase trabajadora. Al mismo tiempo afirmaba que las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes de cada época. Ambas afirmaciones contienen una contradicción. Pero esta contradicción no existe exclusivamente en la mente de Marx sino en la realidad.

Si sólo una de las afirmaciones fuera correcta no habría necesidad de un partido revolucionario. Si fuera así de fácil, que la emancipación debe venir exclusivamente de la clase trabajadora, no tendríamos por qué luchar por el socialismo. Podríamos simplemente cruzarnos de brazos con una sonrisa en el rostro y esperar. Los trabajadores ya se liberarían solos. Por otro lado, si fuera únicamente correcto que las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes, o sea que los trabajadores siempre consentirán las ideas de la clase dominante, entonces también podríamos cruzarnos de brazos. Pero en este caso tendríamos que romper a llorar ya que no podríamos cambiar nada.

Efectivamente ambas afirmaciones de Marx son correctas. La lucha de clases no sólo se manifiesta en el conflicto entre trabajadores y jefes, sino también en las luchas dentro de la clase trabajadora. Cuando los trabajadores forman piquetes no están tratando de impedir a los capitalistas que trabajen. Los capitalistas de por sí no trabajan, por lo que tampoco lo harían cuando hay una huelga. En un piquete se trata de que una parte de los trabajadores impida la irrupción de la otra parte a favor de la patronal.

Sobre la cuestión de la fuerza de los trabajadores, lo que Marx llamaba la dictadura del proletariado, si toda la clase se mantuviera unida y sólo hubiera un pequeño grupo de capitalistas contra los trabajadores, ¿para qué necesitaríamos una dictadura del proletariado? Si la clase trabajadora estuviera siempre unida podríamos simplemente enviar a los empresarios a su casa. Si la clase trabajadora estuviera siempre de acuerdo entre sí podríamos escupir a los empresarios, ahogándolos y tirarlos al Atlántico.

En la realidad es así, de un lado tenemos a trabajadores con ideas progresistas y del otro a trabajadores con ideas reaccionarias. Ya que las ideas de la clase dominante son las que predominan, los trabajadores se dividen en distintos niveles de desarrollo de conciencia. Y no sólo esto: también la conciencia de cada trabajador se encuentra dividida. Él o ella puede ser combativo cuando se trata de subir los salarios y puede odiar al patrón. Sin embargo no quiere decir que él o ella esté necesariamente contra el racismo.

Una vez compartimos casa con un trabajador de imprenta altamente calificado. Él quería hacer vacaciones y yo le pregunté: “¿comenzarás mañana tus vacaciones?”, a lo que él me respondió: “No, mañana no puedo viajar, es viernes 13. Tengo que esperar hasta el sábado”. Este es un buen ejemplo de lo que decíamos, un hombre del siglo XX con ideas en la cabeza que hace mil años.

2. Contra el oportunismo y el sectarismo

Imagina estar parado en un piquete y al lado tuyo hay un trabajador que hace comentarios racistas. En ese momento puedes tener tres acciones. Le puedes decir: “Yo no me voy a parar al lado de un racista en un piquete. Me voy a la casa, por lo menos ahí nadie hace comentarios racistas”. Esto es sectarismo. Si la emancipación de la clase trabajadora es el acto de la propia clase trabajador, entonces tengo que quedarme junto a ese trabajador en el piquete.

La otra opción sería, simplemente ignorar el comentario racista. Alguien dice un comentario racista y uno simplemente hace oídos sordos y piensa: “¡Qué bonito está el día hoy!” Esto es oportunismo.

La tercera posibilidad sería establecer una conversación con la persona sobre racismo y sobre las ideas que dominan la sociedad. Se discute y discute. Si se le convence ¡muy bien! Pero si no se logra convencerlo y el bus con los esquiroles está llegando, se enlazan los brazos de todas maneras para parar a los esquiroles. Esto es porque la emancipación de la clase trabajadora es el acto de la propia clase. Esto es política revolucionaria.

3. El partido revolucionario: la universidad de la clase trabajadora

Veinte años antes de la revolución, la burguesía francesa no tenía un partido. Los jacobinos ni siquiera existían antes del año 1789. ¿Por qué nosotros insistimos en construir 20, 30 o 50 años antes de una revolución un partido revolucionario? Tenemos que hablar sobre la necesidad del partido revolucionario mucho tiempo antes para que éste pueda ser el guía de la clase trabajadora en la lucha, en la revolución.

Los jacobinos pudieron emerger solos durante la revolución. ¿Por qué? Porque la relación entre los capitalistas y la nobleza era diferente a la relación de hoy entre los capitalistas y los trabajadores.

Es cierto que los capitalistas debían derrocar en aquella época a la nobleza y que los trabajadores hoy deben derrocar a los capitalistas. Sin embargo entre ambos eventos hay una inmensa diferencia. No es cierto que la nobleza poseyese toda la riqueza y que los capitalistas fuesen pobres. Los capitalistas ya eran inmensamente ricos antes de la revolución. Ellos podían fácilmente decirle a la nobleza: “A ustedes les pertenece la tierra pero nosotros somos dueños del dinero, de los bancos. Si ustedes quiebran, tratarán de salvarse casándose con nuestras hijas, para así mezclar vuestra sangre azul con nuestro dinero”. Cuando se trataba de las ideas, los capitalistas decían: “Está bien, ustedes tienen a los sacerdotes pero nosotros tenemos a los profesores. Ustedes tienen la Biblia y nosotros la enciclopedia. Vamos, ¡retírense!”

Los capitalistas eran independientes intelectualmente de las ideas de la nobleza. Sus pensamientos influenciaban a la nobleza mucho más que a la inversa. La Revolución Francesa se inició con el encuentro entre les Etats généraux (los tres estamentos): la nobleza, el clero y la clase media. Cuando llegaron al momento de la votación la nobleza y el clero votaron con los capitalistas no al revés.

¿Es nuestra posición similar a la de los capitalistas? Por supuesto que no. Nosotros no podemos simplemente dirigirnos a los capitalistas y decir: “Ok, a ustedes les pertenecen Ford, General Motors e ICI, y nosotros poseemos un par de zapatos”. Tampoco ocurrirá, que para no caer en la ruina, los capitalistas casen a sus hijas con los hijos de sus trabajadores. En cuanto a tener influencia sobre las ideas es obvio que millones de trabajadores se verán influenciados por el Sun (prensa amarilla de masas británica). ¿Pero cuántos capitalistas serán influenciados por las ideas escritas en el Socialist Worker (revista del partido socialista británico, SWP)?

El partido revolucionario de la burguesía podía surgir durante el propio acto de la revolución. La burguesía no tenía que prepararse, ella ya poseía una inmensa confianza en sí misma. ¿Qué sucedió el 14 de julio de 1789? Robespierre, el líder de los jacobinos, propuso que se erigiera una estatua de Louis XVI cerca de la Bastille. En ese instante todavía no intuía que tres años más tarde lo decapitaría. ¿De dónde proviene el nombre jacobinos? El nombre provenía del monasterio donde se reunían. De haber sabido que cuatro años más tarde irían a expropiar las tierras de la Iglesia no habrían adoptado el nombre de un monasterio.

La burguesía era independiente y fuerte. Nosotros, en cambio, estamos en una situación completamente diferente. Nosotros pertenecemos a una clase oprimida a la que le falta la experiencia para conducir la sociedad, ya que los capitalistas no son sólo los dueños de los medios materiales de producción sino también de los medios mentales de producción. Por esta razón necesitamos un partido —el partido es la universidad de la clase trabajadora. Lo que Sandhurst (escuela militar de élite) es para la armada británica, el partido lo es para la clase trabajadora.

Marx describió en el Manifiesto Comunista que los comunistas deben generalizar las experiencias históricas e internacionales de la clase trabajadora. En otras palabras: nosotros no aprendemos sólo de nuestras experiencias personales. Mi tesoro en experiencias personales es ínfimo. Cada uno de nosotros tiene pocas experiencias propias y directas. Por esto debemos estar dispuestos a generalizar y esto lo permite justamente la organización. Yo mismo no tengo ninguna experiencia directa de la Comuna de Paris de 1871. En esa época yo todavía era muy joven. Por lo tanto necesito de alguien que me pueda transmitir aquellas experiencias. “Por esta razón —escribía Trotsky— el partido debe ser la memoria de la clase trabajadora”.

4. Tres tipos de partido de los trabajadores

Existen tres tipos de partido de los trabajadores: el revolucionario, el reformista y el centrista. El Manifiesto Comunista describe el carácter del partido revolucionario de la siguiente forma:

Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto.

Los comunistas son, pues, prácticamente, la parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del mundo; teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas del proletariado su clara visión de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a que ha de abocar el movimiento proletario.

El partido reformista es la segunda forma de partido trabajador. Lenin definió, en un discurso suyo en 1920 frente al segundo congreso de la Internacional Comunista, al partido laborista como un “partido trabajador capitalista”. Él lo definió como capitalista porque el partido no ponía en duda el marco del capitalismo. Pero entonces ¿por qué lo llamaba al mismo tiempo “partido trabajador”? No porque los trabajadores lo votasen. En aquellos tiempos la mayoría de los trabajadores votaban al partido conservador, que era naturalmente un partido capitalista. Lenin entendió al partido laborista como partido trabajador porque manifestaba el deseo de los trabajadores a defenderse contra los males del capitalismo. Si vemos las conferencias del Partido Laborista en la televisión nos damos cuenta de que sus miembros expresan unas necesidades diferentes a las del Partido Conservador.

En los congresos del Partido Conservador los miembros aplauden cuando los oradores atacan a los sindicales y a los negros o cuando alaban a la armada y a la policía.

En los congresos del Partido Laborista las personas aplauden cuando se exigen mejoras en salud, educación y en vivienda.

Entre los partidos revolucionarios y los reformistas existe una tercera forma: los partidos centristas. Su característica principal es que trata de evadir cuestiones esenciales. No es ni lo uno ni lo otro. El partido vacila entre posiciones revolucionarias y reformistas. Un caballo se reproduce como caballo y un burro como burro. Cuando un caballo y un burro se cruzan nace una mula pero las mulas no pueden reproducirse. En un partido revolucionario hay una continuidad histórica. El partido puede crecer o contraerse pero la tradición revolucionaria prevalece. En un partido reformista también se produce cierta continuidad histórica. Esto no es así en los partidos centristas. En 1936 el POUM tenía en el Estado español 40.000 miembros. Hoy en día el POUM está completamente muerto y enterrado. El partido Laborista Independiente de Gran Bretaña tenía tras las elecciones de 1945 cuatro diputados. Hoy en día no hay ningún rastro de ellos. De forma similar se podría hablar del SAP alemán que era una mezcla entre el ala derecha de Brandler de la KPD (partido comunista alemán), los pacifistas de la SPD y muchos otros. En los años 30 la SAP era bastante grande, sin embargo hoy ya no existe más.

5. El revolucionario enseña y aprende de la clase trabajadora

El partido revolucionario tiene que guiar a la clase trabajadora en base a toda la experiencia del pasado. La clase trabajadora aprende del partido, ¿pero entonces de quién aprende el partido? Es necesario entender que el partido debe aprender de la clase trabajadora. Todas las grandes ideas provienen de los propios trabajadores.

En el Manifiesto Comunista Marx habla de la necesidad de un gobierno de los trabajadores, de la dictadura del proletariado. Tras 1871 él escribía que los trabajadores no podían simplemente tomarse al viejo aparato estatal para sí, sino que debían destruir el estado, o sea la burocracia, el ejército y la policía. Todas estas estructuras jerárquicas deben ser destruidas por nosotros. Debemos construir una nueva forma de estado: un estado sin un ejército activo permanente, sin burocracia, donde todos los oficiales puedan ser elegidos y reciban el mismo salario que el de un trabajador normal. ¿Marx se percató de todo esto porque trabajó aplicadamente en el museo británico? No. Él aprendió de los trabajadores parisinos que tomaron el poder en 1871 en la Comuna de París y aplicaron justamente aquellas medidas.

Marx aprendió de los trabajadores y de su praxis. Los estalinistas sostienen siempre que Lenin inventó la idea de los consejos obreros. ¡Por supuesto que en la literatura estalinista Lenin lo descubrió prácticamente todo! Los estalinistas tenían un concepto de jerarquía que se cristalizaba en una especie de religión. Nosotros conocemos la correspondencia de Lenin y cuando los trabajadores de Petrogrado formaron los primeros consejos obreros (soviets) en 1905 Lenin preguntó cuatro días después de qué serviría aquello.

Los trabajadores necesitaban durante la lucha una nueva forma de organización. Ellos aprendieron por sus propias experiencias que en tiempos revolucionarios un comité de huelga en una sola fábrica no era suficiente. Era necesaria una forma de organización —una especie de comité de huelga— que aglutinara a todas las fábricas. Los soviets eran justamente aquello: delegados de todas las fábricas juntándose para decidir en conjunto. Ellos simplemente lo llevaron a cabo. Lenin finalmente comprendió esto y los siguió. Así como Lenin, el partido siempre debe aprender de la clase.

¿El partido se encuentra siempre más avanzado que la clase? En términos generales sí, de otra manera no sería un partido revolucionario. Cuando observamos los hechos de 1914 y el inicio de la Primera Guerra Mundial nos damos cuenta de que el partido estaba mucho más avanzado que la clase: los bolcheviques eran contrarios a la guerra mientras que gran parte de los trabajadores la apoyaban.

Pero luego vino el año 1917. En 1917 vemos que Lenin decía una vez y otra, durante los meses de agosto y septiembre, que el partido se estaba quedando atrás respecto a la clase. La clase estaba más avanzada que el partido y éste debía esforzarse para mantener el nivel de avance de la clase. El motivo para aquel desarrollo es simple. Durante mucho tiempo a los trabajadores les faltó confianza, así que se encontraban tras el partido revolucionario.. Pero cuando las circunstancias objetivas cambiaron, los trabajadores aprendieron y cambiaron rápidamente.

El problema de los revolucionarios radica en la necesidad de una cierta rutina para sobrevivir. Pero la rutina puede llegar a condicionarnos hasta tal punto que se acaba dando por supuesto que estamos ante la clase trabajadora. ¡Pero cuando los trabajadores empiezan a movilizarse nos damos cuenta cuan atrasados estamos! El partido revolucionario debe en ese momento mantenerse al mismo nivel de desarrollo de la clase. El partido no es simplemente un grupo fijo de personas. “Ellos son los revolucionarios y a partir de ahora siempre serán los líderes”. Esta afirmación es absurda sino se lucha continuamente para liderar. Hay que luchar permanentemente y hay que estar preparado para aprender cosas nuevas y avanzar.

Esto no sólo es válido para tiempos revolucionarios. Podemos encontrar colegas de trabajo miembros del SWP (partido socialista británico) desde hace 20 años, buen compañero, y algunos compañeros nuevos, que se unieron hace unos meses. No obstante, cuando llega el momento de la actividad el compañero nuevo demuestra estar mucho avanzado que aquél que se unió hace 20 años. Esto ocurre una y otra vez.

El liderazgo de una organización revolucionaria no funciona como una cuenta de ahorro del banco. El dinero en el banco te da intereses. Una liderazgo revolucionario es algo completamente distinto —se ha de ganar cada día y cada mes. De esta forma, para los revolucionarios lo que cuenta es aquello que se hizo la semana pasada, lo que se hace esta semana y lo que se hará la próxima. Se pueden tener todas las experiencias de un siglo entero pero lo importante es lo que se hace en la situación actual. Hay que luchar constantemente por el liderazgo.

6. El carácter de los partidos reformistas: pasividad y adaptación

Interesados exclusivamente en la mayor cantidad de votos, los partidos reformistas buscarán siempre al menor denominador común. Ellos se adaptan a las ideas dominantes.

¿Realmente creen que ningún diputado del Partido Laborista conoce la opresión que sufren los homosexuales y las lesbianas? Aún así en 1983 Patricia Hewitt, la secretaria de Neil Kinnocks (del partido laborista), le pasó a la revista Sun un documento confidencial en el cual ella atacaba a los ayuntamientos de izquierdas que apoyaban a gais y lesbianas. ¿Por qué lo hizo? Ella lo hizo porque pensó que era la manera de hacerse popular. Poseo un panfleto que fue escrito por un hombre llamado John Strachey que se denominaba marxista. En 1929 él se presentó como candidato al parlamento y tenía un problema: parecía un judío. Así que publicó un panfleto con el título John Strachey es británico, y amenazó con llevar a juicio a cualquiera que afirmara que era judío. ¿Por qué lo hizo? He de reconocer que soy judío, pero si cualquier militante del SWP fuese llamado judío, este debería decir: “por supuesto que soy judío y estoy orgulloso!”. No se ha de renegar.

Pero si se pretende ganar la mayor cantidad de votos, entonces hay que adaptarse a las ideas dominantes. Por lo que los partidos reformistas son bastante grandes pero al mismo tiempo también muy pasivos. Por ejemplo, existe un libro llamado Labour’s Grassroots (La base del partido laborista) donde se pueden leer las estadísticas sobre la edad de los miembros. En 1984 había 573 grupos de los Jóvenes Socialistas y en 1990 quedaban tan sólo 15. Había tres veces más miembros mayores de 66 años que menores de 25 años. A los miembros del partido se les pedía cuánto tiempo le dedicaban al trabajo del partido: el 50% respondió que no hacía nada, el 30% le dedicaba hasta 5 horas al mes y sólo el 10% dijo contribuir entre 5 y 10 horas.

La pasividad extrema es característica del partido laborista. El otro lado de la moneda es el control burocrático. Los burócratas dominan el partido.

Tampoco nos podemos olvidar del sectarismo. Sus miembros simplemente dicen: “Nosotros luchamos sólo junto a personas que tengan la misma opinión que nosotros. Todos los demás no nos interesan.”

Los verdaderos revolucionarios son aquellos que se separan de la mayoría de la clase trabajadora pero que a la vez son parte de la misma clase trabajadora. La cuestión principal para los revolucionarios es cómo relacionarse con los trabajadores no revolucionarios. ¿Cómo relacionarnos con personas que concuerdan en un 60% con nuestras opiniones y cómo logramos que ese 60% se convierta tal vez en un 80% durante la lucha?

Un sectario diría: “Tú no estás de acuerdo conmigo en un 40%, por lo tanto no me interesas”. Como revolucionarios diríamos: “Nosotros estamos de acuerdo, comencemos con esto y ya debatiremos sobre el 40% restante. En el transcurso de la lucha te intentaré convencer.”

7. Centralismo democrático

¿Cómo debería ser la estructura del partido revolucionario? ¿Por qué hablamos de centralismo democrático?

Primero debemos entender por qué necesitamos la democracia. Si se quiere viajar de Londres a Birmingham se necesitan un bus y un conductor. No es necesario tener una gran discusión democrática porque el viaje ya es conocido. El problema radica en el hecho de que nunca hemos experimentado la transición del capitalismo al socialismo. No sabemos como es.

Cuando algo nos es desconocido sólo hay una manera de aprender, estando unidos a la clase y aprendiendo de ella. No es que podamos solucionar cualquier problema con la democracia. No podemos votar, por ejemplo, si queremos saber si Marx tenía razón sobre su teoría de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Esto no nos diría nada —o Marx tenía razón o no la tenía. Piensa sobre ello, lee y decide.

Hay asuntos que deben ser resueltos de forma democrática. Todo lo que tiene que ver con la lucha de clases debe ser sometido a una prueba práctica. Porque simplemente nos es desconocido. Porque si la “emancipación de la clase trabajadora es el acto de la propia clase trabajadora”, entonces la clase trabajadora, mediante su propia experiencia, nos enseñará.

Hay una maravillosa descripción que Lenin da de cuando estaba escondido tras las jornadas de julio de 1917, cuando el partido estaba prohibido y su prensa se encontraba desarticulada. A los bolcheviques se les acusaba de ser agentes alemanes y Lenin no sabía hasta qué punto se había consolidado la fuerza de reacción. Él describe una merienda con un trabajador en un escondite. El trabajador le da un pedazo de pan y le dice: “El pan está bueno. Ellos, los capitalistas, nos tienen miedo.” Lenin le respondió:

En ese momento, al escuchar al trabajador, entendí la relación de las fuerzas de clase. Yo sabía que los capitalistas estaban con miedo aún estando nosotros en la ilegalidad y con el sentimiento de haber fracasado. La victoria de la contrarrevolución todavía no era completa.

¿Cómo sabremos si los trabajadores se sienten fuertes y con ganas de luchar? No podemos publicar una encuesta en la prensa burguesa. Ellos no te darán la oportunidad. Tampoco se le puede preguntar a cada trabajador.

No se puede llevar a cabo una revolución proletaria sin una amplia y profunda democracia. Finalmente la meta de la revolución es que la clase trabajadora se alce como la clase dirigente. A diferencia del capitalismo donde se elige cada 5 años a alguien para mal representarnos, en este caso la historia es muy diferente. Con el capitalismo se eligen a los diputados del parlamento pero no a los jefes. Con el capitalismo no se vota si una fábrica debería cerrarse o no. No podemos elegir a los oficiales del ejército ni a los jueces. En un estado de los trabajadores todo debe estar bajo el control de los trabajadores. Todo recae en el poder de los trabajadores. Esa es la forma más extrema de democracia.

¿Si todo lo anterior es cierto, para qué necesitamos el centralismo?

En primer lugar, las experiencias de los trabajadores son desiguales y éstas se unir. Incluso dentro del partido revolucionario los miembros viven diferentes formas de presión. Están influenciados por el marco general y por el sector laboral al que pertenecen.

Para superar este sectoralismo, esta experiencia limitada, hay que centralizar toda la experiencia y la división existentes. Además necesitamos el centralismo porque la clase dominante se encuentra en gran medida centralizada. Si no mantenemos una cierta simetría con nuestros enemigos no podremos ganar.

Nunca fui un pacifista, si alguien me ataca con un palo yo voy a necesitar uno más grande. Yo no creo que una cita de Marx de El Capital pueda evitar el ataque de un perro rabioso. Debemos usar armas parecidas a las de nuestros enemigos, hay que crear una simetría. Por eso no entiendo a los anarquistas que dicen que no necesitamos un estado. Los capitalistas tienen un estado. ¿Cómo vamos a destruir su estado sin usar uno propio en el intento?

Los anarquistas siempre rechazan al estado. Pero al mismo tiempo cuando tuvieron suficiente fuerza se unieron al  gobierno burgués. Eso hicieron en el Estado español durante la guerra civil. ¿Por qué? Porque no tiene sentido negar algo a no ser que se destruya, y si se destruye se ha se substituir.  Y ¿con qué podemos substituir al estado capitalista? Con un órgano de trabajadores armados y esto justamente el estado obrero.

8. La necesidad de un partido revolucionario de masas

Cuando nos referimos al liderazgo de la clase trabajadora estamos hablando más allá de las experiencias, el conocimiento teórico y la unión de clase. El liderazgo siempre tiene que hablar el lenguaje de la clase e integrar el espíritu de los trabajadores. Dentro del liderazgo se trata siempre de relacionarse con los trabajadores. Hay que saber hablar pero también escuchar, no sólo predicar y además hablar un lenguaje que los trabajadores puedan entender.

Incluso esto no es suficiente. Necesitamos un partido grande. Para liderar a la clase trabajadora es necesario tener un partido de masas. La SWP (partido socialista británico) es el partido de masas más pequeño del mundo, realmente es minúsculo. Los bolcheviques tenían en 1914 apenas 4.000 miembros. Después de la revolución de febrero en 1917 tenían 23.000 miembros y en agosto 250.000. Con un cuarto de millón se pueden liderar 3 millones de trabajadores industriales.

En 1918 los comunistas alemanes tenían 4.000 miembros. Aunque todos hubiesen sido genios no hubiese podido liderar la revolución. Se necesita un partido considerable ya que para liderar se necesita como mínimo tener una base real en cada fábrica.

Yo mencioné los días de julio. Cuando Lenin fue atacado como un espía alemán, 10.000 de 30.000 trabajadores de la fábrica de Putilov en Petrogrado se pusieron en huelga por un día para manifestar su apoyo a Lenin. ¿Por qué? Porque tenían a 500 bolcheviques en la fábrica.

Si se quiere liderar a millones se necesitan cientos de miles en el partido. Hasta el carnaval de la ANL (Liga Anti Nazi) con 150.000 personas, un gran éxito, en términos de revolución aún fue una cosa muy pequeña. Tan sólo para organizar este evento necesitamos de seis, siete u ocho mil miembros del SWP.

Yo detesto cuando la gente piensa que el marxismo es algún tipo de ejercicio intelectual: nosotros interpretamos cosas, las entendemos y nos hacemos más astutos. El marxismo trata de acción y para actuar se necesitan personas. Para la acción necesitas poder. Necesitamos un partido de masas: de medio millón de personas.


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