Las huelgas políticas de masas
En mayo de 1891, una huelga de masas de alrededor de 125.000 trabajadores belgas demandó reformas en el sistema electoral. En abril de 1893 estalló otra huelga que abarcó alrededor de un cuarto de millón de trabajadores, por una demanda similar. El resultado fue el voto universal, pero injusto, privilegiado: los votos de los ricos y “cultos” valían dos o tres veces más que los de los trabajadores y campesinos. Los trabajadores, insatisfechos, llevaron adelante otra huelga de masas nueve años más tarde, solicitando una completa revisión de la Constitución.
Estas huelgas de masas de carácter político produjeron gran impresión sobre Rosa. Dos artículos dedicados a la cuestión – “El experimento belga” , NZ , 26 de abril de 1902, y “La tercer vez acerca del experimento belga” , NZ , 14 de mayo de 1902- señalaban la naturaleza revolucionaria de la huelga política de masas como un arma específica de la lucha proletaria. Para Rosa, las huelgas de masas, tanto políticas como económicas, constituyen un factor muy importante en la lucha revolucionaria de los trabajadores hacia el poder.
El entusiasmo de Rosa Luxemburg por este método y su incisiva comprensión del mismo alcanzan nueva altura luego de la revolución rusa de 1905: “En las anteriores revoluciones burguesas, en las que, por una parte, la educación política y la dirección de la masa revolucionaria estaban a cargo de los partido burgueses, y en las que, por la otra, se trataba simplemente del derrocamiento del viejo gobierno, la breve batalla de barricadas era la forma adecuada de la lucha revolucionaria. Hoy en día, cuando la clase obrera debe educarse, unirse y dirigirse a sí misma en el curso de la lucha revolucionaria, y cuando la revolución se dirige tanto contra el viejo poder estatal como contra la capitalista, la huelga de masas se presenta como el medio natural para reclutar a las más amplias capas del proletariado en la acción misma, para revolucionarlas y organizarlas, como el medio para socavar y derrocar el viejo poder estatal y eliminar la explotación capitalista… para poder realizar cualquier tipo de acción política directa como masas, el proletariado debe reunirse primero como masa, y para ello es necesario que salga de las fábricas y de los talleres, de las minas y de los altos hornos, y que supere esa dispersión y derroche de fuerzas a que le condena el cotidiano yugo del capitalismo. La huelga de masas es, pues, la primera forma natural y espontánea de toda gran acción revolucionaria del proletariado, y cuanto más la industria se convierta en la forma predominante de la economía social, mayor será el papel desempeñado por el proletariado en la revolución, más aguda la contradicción entre el capital y el trabajo, y mayor importancia y amplitud adquirirán necesariamente las huelgas de masas. La en otro tiempo forma principal de las revoluciones burguesas, el combate en las barricadas, el enfrentamiento abierto contra el poder armado del Estado, es sólo el punto más extremo de la actual revolución, un momento en todo el proceso de la lucha proletaria de masas.” ( HM p183)
¡Budapest, 1956!
Contrariamente a todos los reformistas, que ven una muralla china entre las luchas parciales para la reforma económica y la lucha política para la revolución, Rosa señaló que en un período revolucionario la lucha económica crece hasta hacerse política y viceversa.
“Sin embargo, el movimiento en su conjunto no se encamina únicamente a partir de la lucha económica hacia la política, aquí ocurre también lo contrario. Cada una de las grandes acciones políticas de masas se transforma, una vez alcanzado su punto culminante político, en toda una serie confusa de huelgas económicas. Y esto no se refiere únicamente a cada una de las grandes huelgas de masas, sino, incluso, a la revolución en su conjunto. Con la extensión, clarificación y potenciación de la lucha política, no sólo no retrocede la lucha económica, sino que se extiende, se organiza y se intensifica en igual medida. Entre ambas existe una completa acción recíproca.
“Toda nueva iniciativa y toda nueva victoria de la lucha política se transforma en un impulso potente para la lucha económica, ampliando, al mismo tiempo, tanto sus posibilidades externas, como el deseo íntimo de los obreros por mejorar su situación, aumentando su combatividad. Cada encrespada ola de la acción política deja tras de sí un residuo fecundo, del que brotan al instante miles de tallos de la lucha económica. Y a la inversa. El permanente estado de guerra económica entre los obreros y el capital mantiene alerta la energía militante durante los momentos de tregua política; constituye, por así decirlo, el constante y viviente depósito de la fuerza de clase proletaria, de donde la lucha política extrae siempre nuevas fuerzas, conduciendo, al mismo tiempo, la lucha económica infatigable del proletariado, unas veces aquí, otras allá, a agudos conflictos aislados que engendran insensiblemente conflictos políticos en gran escala.
“En una palabra, la lucha económica es la que conduce de una situación política a otra; la lucha política produce la fertilización periódica del terreno en el que surge la lucha económica. Causa y efecto permutan sus posiciones en todo momento, y de este modo el elemento económico y el político, lejos de diferenciarse nítidamente o de excluirse recíprocamente, como pretende un pedante esquema, constituyen dos aspectos complementarios de las luchas de clase proletarias en Rusia.” ( HM pp165-166)
El clímax lógico y necesario de la huelga de masas es “una rebelión general que, sin embargo, sólo puede producirse después de una experiencia adquirida en toda una serie de rebeliones parciales y preparatorias, que desembocan temporalmente en «derrotas» exteriores y parciales, pudiendo aparecer cada una de ellas como «prematura».” ( HM pp160-161)
De las huelgas de masas resulta un resurgimiento de la conciencia de clase: “Lo más preciado, precisamente por ser lo duradero, en este brusco flujo y reflujo de la revolución es su sedimento intelectual: el impetuoso desarrollo intelectual y cultural del proletariado, que ofrece una garantía inquebrantable para su imparable avance ulterior tanto en las luchas económicas como en las políticas.” ( HM pp155).
¡Y a que idealismo se elevan los trabajadores! Dejan de lado los temores sobre si tendrán o no los medios para mantenerse ellos y sus familias durante la lucha. No se preguntan si han sido cumplidos todos los preparativos técnicos preliminares: “En el momento en que comienza en serio un verdadero período de huelgas de masas, todos los «cálculos de costos» equivalen a la pretensión de querer dejar el océano sin agua con un vaso. Pues es realmente un verdadero océano de terribles privaciones y sufrimientos el precio que tiene que pagar la masa proletaria por cada revolución. Y la solución que le ofrece un período revolucionario a esta dificultad, aparentemente insuperable, es que desencadena, al mismo tiempo, tal cantidad de idealismo en las masas, que se hacen insensibles a los más agudos sufrimientos.” ( HM p169)
Lo que justifica la confianza de Rosa es que vislumbró la magnífica iniciativa revolucionaria y la capacidad de autosacrificio expresada por los trabajadores durante una revolución.