ES CA

Jesús M. Castillo

La experiencia nos demuestra que los gobiernos no van a parar el calentamiento global. Buscan proteger los intereses de las grandes multinacionales y éstas están más preocupadas en ganar dinero a corto plazo que en planificar la economía de las próximas décadas.

Somos la gente trabajadora quienes podemos frenar el calentamiento global. Es más, el cambio climático constituye una gran oportunidad para avanzar social, económica y políticamente.

Las limitaciones del consumo responsable

La mayoría de los impactos socio-ambientales se dan directamente en los centros de trabajo. Podemos influir en parte de esta producción insostenible desde el consumo responsable (con las dificultades que éste conlleva), pero gran parte de la producción se escapa a nuestro control.

Por ejemplo, la organización que más gases de efecto invernadero (GEI) emite es el ejército de Estados Unidos de Norteamérica. Éste es sólo un ejemplo de los procesos que están fuera de la esfera de influencia del consumo responsable. Y hay muchos más.

En general, las administraciones públicas realizan grandes consumos y emisiones de GEI en los que nosotras estamos presentes como trabajadoras, no como consumidoras. Además, las decisiones políticas que configuran mayormente el sistema emisor de GEI (como promover el transporte de mercancías en camiones y no en trenes, fomentar el turismo y el transporte de mercancías a grandes distancias, aprobar los planes urbanísticos que nos obligan a vivir lejos de donde trabajamos/estudiamos, o poner en marcha normativas de construcción poco exigentes con el ahorro energético), también quedan fuera del consumo responsable. Una vez que el sistema emisor de GEI está configurado, debemos intentar consumir responsablemente en su seno, pero estaremos muy condicionadas por el diseño del sistema que limitará nuestras posibilidades de emitir menos GEI.

En nuestros hogares sólo consumimos el 10% del agua, el 10% de la energía y generamos el 10% de los residuos. La Regla del 10% nos da una idea de las limitaciones del consumo responsable en nuestras casas.

Mitigando desde el curro

Por lo tanto, al mismo tiempo que consumimos de forma responsable, creo que debemos poner más de nuestros esfuerzos en la producción responsable para frenar a tiempo el cambio climático.

Es decir, tenemos que llevar la Regla de las 3 Erres del movimiento ecologista a los centros de trabajo. Hay que Reducir la producción, y Reutilizar y Reciclar en los procesos productivos. En este sentido, por ejemplo, debemos presionar para que se prohíba por ley la obsolescencia programada. Y si los gobiernos no la prohíben completamente, que no lo harán, debemos echarlos para tomar el poder en nuestras manos.

Para no entrar en la fase de cambio climático brusco en pocas décadas, debemos decrecer económicamente en los países enriquecidos, al tiempo que construimos un sistema económico circular que imite a la naturaleza.

Con la biomímesis como bandera, tenemos que hacer que nuestro sistema económico sea diverso (no haya multinacionales que se lo coman todo), que reutilice y recicle materiales que se muevan de forma vertical (evitando el transporte de largas distancias), y se auto-regule con bucles de retroalimentación negativa que lo mantengan en equilibrio. De esta manera nuestro sistema económico será realmente sostenible (las generaciones futuras disfrutarán de un medioambiente, al menos, como el que tenemos ahora). Funcionaremos como lo hacen los ecosistemas naturales.

Creo que el camino hacia este decrecimiento biomimético no lo recorreremos ni de la mano de los gobiernos actuales, ni mediante el consumo responsable únicamente, ni con una educación reglada adecuada (no tenemos tiempo, aunque sigue siendo importante).

La clave para la mitigación del calentamiento global está en unir las luchas sociales y ambientales que se están dando ahora y que vendrán en un futuro próximo.

En este contexto, la lucha por el clima es ahora más que nunca parte de la lucha de clases. Los capitalistas ganan dinero con el calentamiento global, lo sufren menos y están guiados por un sistema, el capitalismo, que al crecer de manera continua y acelerada es un cáncer para nuestro planeta. El reparto de las riquezas que conlleva la lucha por la plusvalía, que se da habitualmente en los centros de trabajo, es clave para impulsar el decrecimiento económico en los países enriquecidos.

Cuando luchamos y ganamos cogemos confianza en la lucha colectiva. Al tiempo, vamos tejiendo redes sociales y poder popular desde abajo. Al ganar confianza y experiencia estamos mejor preparadas para seguir luchando.

Habitualmente, las reivindicaciones meramente laborales (ej. cobrar más, trabajar menos horas, tener menos accidentes) se amplían a reivindicaciones políticas (ej. derogar reformas laborales, acabar con las ETTs, colectivizar la fábrica, las tierras o un sector industrial al completo como el energético).

Cuando las luchas laborales se dan con el apoyo del movimiento ecologista (incluyendo a los nuevos movimientos como Fridays For Future y Extinction Rebellion) se incorporan reivindica–ciones verdes, entre las que debe estar la reducción de las emisiones de GEI y su captación mediante vegetación. Las prohibiciones verdes (green bans, en inglés) son un ejemplo magnífico de luchas que han combinado reivindicaciones laborales y ambientales.

El movimiento ecologista debe hacer ahora lo contrario de lo que ha hecho hasta hoy: debe acercarse a las plantillas de los sectores económicos más contaminantes y apoyarlos en sus reivindicaciones. En muchos casos, estas plantillas sufren condiciones laborales penosas y están luchando o se animarían a luchar si se sienten apoyadas.

Mejoras laborales

Aunque parezca contradictorio, estas luchas deben apostar por mejoras laborales a la vez que obligar a poner en marcha avances tecnológicos para reducir emisiones e, incluso, el cierre de fábricas y sectores completos (como la minería del carbón y la extracción de hidrocarburos). Cierres que conlleven reconversiones industriales y diversificación económica controladas desde abajo y guiadas por justicia climática y social.

La ultraderecha racista y machista está diciendo que la lucha por el clima conllevará la pérdida de puestos de trabajo. Es otra mentira más de Vox.

Si la mitigación del cambio climático es impulsada por luchas sociales que repartan riquezas, se generarán millones de puestos de trabajo en sanidad, educación, trabajos de cuidados, conservación y restauración ambiental, energías renovables, etc.

Además, el reparto de riquezas significará que tendremos que trabajar menos horas, mejorando nuestra calidad de vida, y pudiendo poner en marcha medidas como la renta básica universal.

Los sectores calientes de la economía cuyas plantillas no quieran colaborar en la lucha por el clima tendrán que ser bloqueados en las próximas décadas por todos los medios posibles (desobediencia civil, ocupaciones, boicots, etc.). Hay que dejar grandes cantidades de hidrocarburos en el subsuelo para frenar el calentamiento global…

El cambio climático gestionado desde arriba genera conflictos sociales directa e indirectamente. Ahora mismo ha habido o aún hay masivas luchas sociales de este tipo en Ecuador, Chile, Bolivia, Líbano, Irán… Al mismo tiempo, hay infinidad de luchas laborales en multitud de empresas y bloqueos de proyectos desarrollistas en todo el mundo. Unamos las luchas para frenar el cambio climático, al tiempo que nos adaptamos a él democratizando la política y la economía.


Jesús M. Castillo es militante de Marx21 y profesor de ecología en la Universidad de Sevilla.